Por Mauricio Vallejo Márquez
Bitácora
El mundo vive de apariencias,
por eso estamos en la ignorancia”,
Anónimo.
Cuando voy al banco vestido de traje y corbata los encargados de la seguridad que se encuentran en la puerta me dicen: “pase adelante doctor o licenciado”; pero si aparezco vestido con una camiseta, pantalones cortos y sandalias, esos mismos me revisan y ponen en duda mi simple tránsito dentro del local. ¿A qué se debe que nuestra apariencia nos abra puertas o nos las cierre? ¿Vivimos en tiempos que existen cientos de estereotipos que minan nuestro comportamiento? Lamentablemente las respuestas están en nuestro propio entorno en el cual la cultura occidental se ha encargado de darle al color de la piel, la edad y la raza los apelativos de delincuentes aunque no lo sean.
He visto a muchas personas cambiarse de calles al ver a un sujeto completamente tatuado, o evitar sentarse cerca del asiento del autobús en el que se encuentra un hombre con muchas cicatrices en el rostro y tatuajes. Curiosamente en los dos casos se trata de un vecino que abandonó las pandillas hace mucho y vive una vida decente y digna dentro de sus posibilidades, sin embargo aún debe y deberá cargar con el estigma quizá hasta su muerte. La gente no sabe que él es un hombre decente y honrado, sólo saben que lleva tatuajes y tiene marcas en su cara lo que les hace sospechar al verlo.
Nelson Rauda, eminente abogado y catedrático de criminología acepta que vivimos en una realidad de estereotipos y de que la situación depende de la cultura o la sociedad en la que se viva, porque no en todas partes se encuentras estos códigos sociales, pero sin embargo la gente se asusta y les teme.
Dentro de los estudios acerca de lo que puede provocar la apariencia surge la teoría de los cristales rotos, en la cual dos investigadores de la Universidad de New York tuvieron en observación edificios en los que habitaban muchas familias. Algunos estos inmuebles tenías sus cristales rotos y otros en excelentes condiciones; pero no se encontraron edificios que fueran mixtos, es decir con vidrios rotos y otros no. El estudio concluyó con que si un edificio no se repara inmediatamente vendrán cada vez más personas hasta que se llega a la destrucción total. En palabras más sencillas si la sociedad tolera la destrucción y el desorden en las cosas pequeñas, irremediablemente los problemas se agravarán hasta volverse incontrolables. Es así como la apariencia puede llegar a finales desastrosos.
Recuerdo que en algunas ocasiones he escuchado a compañeros de Universidad decir que un profesor no tiene capacidad por sus características físicas. Que ser chaparrito, moreno y lampiño es suficiente razón para verlo despectivamente, aunque el personaje al que se refieren sea uno de los entes más brillantes en jurisprudencia de El Salvador.
Los estereotipos los crea la sociedad, pero el instinto de destruir lo que ya está derruido lo poseen también los humanos. Como muestra, la gente no arroja basura donde no hay basura a menos que haya un malcriado que lo haga y entonces todo el mundo comienza a arrojar basura.
La apariencia nos priva de amistades, de oportunidades e incluso de la justicia. No se trata igual a un personaje con el cabello recortado y afeitado que a otro barbudo y peludo. A esto sumémosle que vista con harapos y no halla recibido un baño en algunos días. Tan ser humano es uno limpio como otro sucio. Hasta cuando nos fijaremos más en la apariencia que en ver que se trata de humanos, que todos somos humanos y por ese simple hecho merecemos respeto.
He visto a muchas personas cambiarse de calles al ver a un sujeto completamente tatuado, o evitar sentarse cerca del asiento del autobús en el que se encuentra un hombre con muchas cicatrices en el rostro y tatuajes. Curiosamente en los dos casos se trata de un vecino que abandonó las pandillas hace mucho y vive una vida decente y digna dentro de sus posibilidades, sin embargo aún debe y deberá cargar con el estigma quizá hasta su muerte. La gente no sabe que él es un hombre decente y honrado, sólo saben que lleva tatuajes y tiene marcas en su cara lo que les hace sospechar al verlo.
Nelson Rauda, eminente abogado y catedrático de criminología acepta que vivimos en una realidad de estereotipos y de que la situación depende de la cultura o la sociedad en la que se viva, porque no en todas partes se encuentras estos códigos sociales, pero sin embargo la gente se asusta y les teme.
Dentro de los estudios acerca de lo que puede provocar la apariencia surge la teoría de los cristales rotos, en la cual dos investigadores de la Universidad de New York tuvieron en observación edificios en los que habitaban muchas familias. Algunos estos inmuebles tenías sus cristales rotos y otros en excelentes condiciones; pero no se encontraron edificios que fueran mixtos, es decir con vidrios rotos y otros no. El estudio concluyó con que si un edificio no se repara inmediatamente vendrán cada vez más personas hasta que se llega a la destrucción total. En palabras más sencillas si la sociedad tolera la destrucción y el desorden en las cosas pequeñas, irremediablemente los problemas se agravarán hasta volverse incontrolables. Es así como la apariencia puede llegar a finales desastrosos.
Recuerdo que en algunas ocasiones he escuchado a compañeros de Universidad decir que un profesor no tiene capacidad por sus características físicas. Que ser chaparrito, moreno y lampiño es suficiente razón para verlo despectivamente, aunque el personaje al que se refieren sea uno de los entes más brillantes en jurisprudencia de El Salvador.
Los estereotipos los crea la sociedad, pero el instinto de destruir lo que ya está derruido lo poseen también los humanos. Como muestra, la gente no arroja basura donde no hay basura a menos que haya un malcriado que lo haga y entonces todo el mundo comienza a arrojar basura.
La apariencia nos priva de amistades, de oportunidades e incluso de la justicia. No se trata igual a un personaje con el cabello recortado y afeitado que a otro barbudo y peludo. A esto sumémosle que vista con harapos y no halla recibido un baño en algunos días. Tan ser humano es uno limpio como otro sucio. Hasta cuando nos fijaremos más en la apariencia que en ver que se trata de humanos, que todos somos humanos y por ese simple hecho merecemos respeto.