DÍA DE LA CRUZ

 Santiago Vásquez

Escritor

 

Venid pecadores

al pie de la cruz

adorar la sangre

de mi buen Jesús.

 

E

n la puerta de la Iglesia del pueblo, tadalafil el señor cura se coloca para bendecir a los feligreses, quienes alegremente y entusiasmados concurren muy llenos de fe al acto religioso.

Todo el mundo se está preparando para la celebración del día de la Santa Cruz.

Don Ciro se dirige a la finca a buscar un palo de jiote para armarla y colocarla en el patio de la casa, donde durante el día realizarán diferentes ritos alrededor de ella.

Celebrar el día de la cruz cada tres de mayo, es una tradición que por años la han realizado sin descuidar ni el más mínimo detalle.

Según cuenta la tradición, en las casas donde no se coloca la Santa Cruz, llega el diablo a bailar a media noche.

-Oye Gumercindo ohhhhh, vamos.

-Adonde vos.

-A trair los palos para la cruz.

-Vamos pue, pero llevemos la chucha por cualquier cosa.

Los dos hombres caminaron bajo el sereno cielo, opacado por unas grises nubes que hacen más fresco el ambiente.

Mientras ellos realizan la faena de buscar los palos de jiote, sus mujeres se preparan para ir a cortar la fruta que servirá para adorno de la cruz y así cumplir con una tradición que les ha proporcionado mucha felicidad y mucho sentido de religiosidad, rescatando de esta manera sus costumbres y tradiciones que les han hecho preservar su identidad.

-Oye Menche, por qué no vamos a la quebrada del Mico Pando, rio abajo, para ver si hayamos algunas frutas como talpas, cujes, guineos, cerezas, mangos, pepetos, aceitunas, cocos, coyoles y paternas.

-Vamos pue, y de una sola vez, pasamos por la finca de don Chico a cortar unas flores, a ver si no nos saca a balazos, porque es muy delicado que se las corten.

Y en verdad, la finca estaba muy bien adornada por una gran cantidad de plantas ornamentales, entre las que se contaban, hermosas caléndulas, cartuchos blancos, veraneras margaritas, rosas de varios colores, azucenas, y árboles de flor de fuego.

El viento se resbala rozando suavemente su delicada piel por los peñascos de la quebrada, produciendo un sonido agradable como arrancado por la ejecución magistral de un violín.

Cada uno de los pobladores se dirige a las casas con los palos de jiote al hombro para armar la santa cruz.

Los cipotes corren por las veredas con sus grandes matates llenos de diversas frutas para irlas a vender al mercado, donde su voz se confunde con la algarabía de hombres y mujeres, que con gran entusiasmo gritan ofreciendo sus mercaderías.

Es una verdadera fiesta aquel lugar.

-Vaya mi amorrrr, va a llevar su crucita barata y galana, le tengo de a dos coras, de tres   y de cinco coritas.

Otra mujer morena y gorda con una hermosa sonrisa, se dirige a los compradores.

Lleve las frutas primorrrr, no deje que el diablo le baile en el patio de su casa hoy por la noche, ponga la cruz y ahuyente los malos espíritus.

-Le tenemos adornos de papel crespón y de china, flores naturales y artificiales, ya son las últimas, llévelas.

Un cipote cargado completamente de una gran cantidad de frutas también es parte de aquella alegre festividad y grita con mucho entusiasmo:

-Le tengo la fruta para la cruz, venga a ver, zapotes, cerezas y sin faltar le llevo coyoles y madarinas.

Mientras todo esto sucede, don Ciro y don Gumersindo bajan por una peligrosa pendiente para cortar ocho palos de jiote.

Con una gran habilidad y guardando un formidable equilibrio, se sostienen para alcanzar los más grandes.

.Hayyyy Gumer.

-Qué paso Ciro.

-Se me jue el sombrero al fondo del filinco.

-Ve pue, tené cuidado vos, bajate, ya es suficiente, vámonos.

Los dos hombres, acompañados de su pobreza y revestidos de una particular humildad, regresan a las casas para armarlas y venderlas y así ganar de paso unas cuantas moneditas para solventar algunas de muchas necesidades.

Una de las costumbres centenarias de nuestros pueblos indígenas es que alrededor de las cruces se realizan  diferentes danzas, bailes y ritos que conllevan a implorar abundante lluvia y una buena cosecha y bendiciones para toda la familia.

Los rezos no se hacen esperar y por supuesto la celebración principal en la Iglesia del pueblo, presidida por el señor cura, quien con su elegante sotana color negro y luciendo una enorme barriga, producto de unas cuantas misas y de una vida tranquila y pacífica, se dirige a su amada grey.

-Amadísimos hermanos.

Dice el padre con un gesto muy serio.

-Este día, nos hemos reunido para celebrar todos juntos, este grandioso día dedicado en el Santoral a la Santa Cruz.

Pero, es una celebración…

Conste…una celebración…

Repite con severidad y agrega:

¡No para chupar!

Entiéndase bien.

Necesitamos hombres de bien en este pueblo.

No queremos maltrato para las mujeres y los cipotes, ellos, merecen amor, rescatado este día de la Santa Cruz, donde nuestro señor derramó su sangre.

Y no solo eso…

¡Dio su vida por todos nosotros!

La  Santa Cruz, simboliza el rito sagrado de nuestros antepasados y la pasión de Jesús.

¡Cállense!

Los cipotes allá atrás, mucha bulla hacen..

Exclamó el siervo del Señor en una actitud de mucha molestia, y continuó:

Escuchen con fervor y devoción.

Esta es la casa de Dios.

Les voy a explicar lo que significa la cruz:

La línea vertical simboliza el amor de Dios para con nosotros y la línea horizontal significa el amor que debemos profesarnos todos como hermanos e hijos del Señor.

En medio de aquel sermón y llamados de atención, la actividad no deja de ser una oportunidad para la verdadera conversión.

Los cipotes más pequeños corren por todo el atrio de la Iglesia.

Uno de ellos se para en unas cáscaras de guineo y para las patas, se levanta rápidamente y sale huyendo a llorar a otro lado.

 

Enfrente de la casa de don Gumersindo, luce la hermosa cruz de palo de jiote, adornada en sus brazos por una gran cantidad de lazas y toalla de papel muy bien confeccionadas, algunas flores y al pie, colocadas en una forma artística, una gran cantidad de frutas verdes y maduras, salvándose así que el diablo les visitara a media noche.

Unos ladridos tristes se oyen al lado de atrás de la casa.

¡Gran poder del altísimo!

En esa casa, de seguro…

No pusieron…

La Santa Cruz.

La suave brisa se sigue deslizando por la quebrada, río abajo, mientras el diablo sigue su peregrinar para detenerse a bailar, allí donde no han colocado una cruz de palo de jiote.

Por  una vereda estrecha y oscura de la casa, atrás de unos palos de capulines, exactamente a las doce de la noche, camina Teodoro a toda prisa, viendo para todos lados, unas carcajadas a lo lejos le hacen temblar el alma y sale corriendo, el sombrero se le levanta con furia y se le vuela, abre la puerta de su rancho y se sienta por un momento a tomar aire.

Se levanta y por un clarito de la puerta mira hacia afuera y ve una sombra danzando enfrente de su casa, aquel hombre no puede creer lo que está mirando.

Se santigua y tranca bien la puerta.

Un sudor helado le baña las entrañas de su alma.

Otro día, en la madrugada, al despertar, ve que la puerta está entreabierta, al salir, revisa cautelosamente el lugar donde anteriormente vio la sombra danzando, pero, algo curioso le sucede, en vez de ver dos huellas en el suelo, mira cuatro.

-¡Caramba! Exclama.

Pega un profundo bostezo y en  su frente se siembran dos rayitos de claro de luna.

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.