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UNA NUEVA VISIÓN DE LA HISTORIA: LUCHA DE CLASES

Oscar A. Fernández O.

La teoría de la lucha de clases, es el hilo conductor que nos permite descubrir que la historia no es un caos donde se suceden periodos de progreso y estancamiento, revolución y reacción, guerra y paz,… sino que su desarrollo está sujeto a leyes.

Hemos visto en el capítulo sobre el materialismo que la conciencia proviene de la materia, y no al revés. Del mismo modo, la conciencia social, la moral y el pensamiento dominante en cada sociedad, depende de sus características materiales. Los hombres, al convivir en sociedad, contraen necesariamente unas relaciones sociales y laborales (independientes de su voluntad) que condicionan su conciencia. La historia es una sucesión dialéctica de modos de producción (diferentes formas que tiene el hombre de organizar la fabricación de bienes y su intercambio) creados por el hombre, pero que después adquieren independencia de su control e incluso le ofrecen resistencia.

El modo en que se organizan esas relaciones sociales de producción que se establecen entre los hombres es lo que Marx denomina estructura de una sociedad. La estructura es por tanto la base económica de cada sociedad (esclavista, feudal, comunal, capitalista, socialista,…), y comprende tres niveles: a) condiciones de producción (clima y riqueza natural de una sociedad); b) fuerzas de producción (grado de desarrollo tecnológico de la sociedad) y c) relaciones de producción (posesión de los medios de producción y división del trabajo en una sociedad). Sobre esta estructura y condicionada por ella, se levanta la llamada superestructura de la sociedad, que es la forma jurídico-política de cada sociedad (refleja su ideología) y depende siempre de la base estructural económica, manteniendo con ella una relación dialéctica. En eso consiste el materialismo dialéctico. Nuestros modos de pensar y de gobernarnos están condenados por el desarrollo de nuestras fuerzas productivas, por nuestro modo de producción (el capitalismo), puesto que los hombres para hacer política, además de pensar, tienen que comer.

Por ejemplo, la democracia burguesa (entendida como derecho a votar) no era posible en el sistema feudal, mientras que la democracia obrera (entendida como el pueblo que realmente se autogobierna) no es compatible con el sistema capitalista actual. La actual democracia representativa burguesa se ve condicionada por la clase que tiene el poder económico, impidiendo que gobierne la clase oprimida.

Sin embargo, el capitalismo no escapa a la dialéctica. Además de generar riqueza para una minoría, genera pobreza para una mayoría, creando el caldo de cultivo tanto para los fascismos y autoritarismos como para el pensamiento revolucionario. Las actuales relaciones sociales de producción implican la existencia de clases.

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