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Tacushcalco: entender el pasado nos dará dignidad

Salvador Recinos,

Ecologista

“Nuestro desafío histórico es transformar a Tacushcalco en una ventana que nos permita ver al pasado y entender cómo nuestros abuelos y abuelas concebían la relación entre el ser humano y la naturaleza. Esto adquiere un carácter estratégico para superar la crisis ambiental e identitaria que vivimos en El Salvador”   

Cronología del caso Tacushcalco 

En 2017, la inmobiliaria Fénix SA de CV ligada a la reconocida empresa urbanística Salazar Romero apertura operaciones en el costado norte de Tacushcalco, un importante sitio arqueológico (sitio sagrado para los pueblos indígenas de El Salvador) con al menos 3 mil años de historia ubicado entre los municipios de Nahulingo y Sonsonate del departamento de Sonsonate. Se inicia ilegalmente el proyecto urbanístico “Acrópolis Sonsonate” y como resultado de esto una parte del sitio fue destruido. La empresa urbanística contó con la complicidad del Estado salvadoreño, desde los alcaldes municipales de Nahulingo (Sr. Miguel Ángel Mejía) y Sonsonate (Sr. Roberto Aquino Ruiz) que respaldaron incondicionalmente el proyecto por un evidente interés económico, hasta altos funcionarios del ejecutivo como el Vicepresidente de la República, el señor Oscar Ortiz, según investigación de una revista digital que cita testimonios de arqueólogos que trabajaban para la Secretaría de Cultura de la Presidencia (SECULTURA) ahora Ministerio de Cultura (MICULTURA).

En agosto de 2017, la población local denunció la situación ante la SECULTURA que ordenó a la inmobiliaria detener la obra que allí realizaba. También ordenó realizar una investigación arqueológica con el fin de determinar la viabilidad de la obra y estableció que la zona intervenida contaba con significativa evidencia cultural y arqueológica. Es por eso que SECULTURA finalmente ordenó suspender la obra en una parte del terreno y continuar el proyecto urbanístico con serias restricciones. La empresa urbanística desobedeció lo indicado y continuó desarrollando el proyecto sin importar la destrucción del sitio. La Policía Nacional Civil (PNC) omitió obligar la detención del proyecto. Pero resulta que Acropoli también fue iniciado sin permisos ambientales, obviando la Ley de Medio Ambiente y amenazando al importante río Ceniza. Por tal motivo, un Tribunal Ambiental y el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN) ya durante 2018, a exigencia del incipiente Movimiento Ciudadano por la Defensa de Tacushcalco, ordenaron la suspensión del proyecto. Esto también fue ignorado por la empresa y la PNC nuevamente omitió obligarle al cumplimiento de dichos mandatos. En junio de 2018; a petición del Partido de Conciliación Nacional, a través de su diputado por el departamento de Sonsonate, coronel Antonio Almendáriz, la Asamblea Legislativa creo la “Comisión Especial para la Investigación del Problema del Lugar Conocido como Tacuscalco”. Esta terminó proponiendo, en agosto de ese mismo año, una interpretación auténtica del artículo 8 de la Ley Especial de Protección del Patrimonio Cultural que pretendía favorecer al proyecto Acropoli, pero colocaba en riesgo a todo el patrimonio cultural del país; prehispánico, colonial y republicano. El presidente de la Republica, Salvador Sánchez Cerén, presionado por el Movimiento Tacushcalco vetó dicha iniciativa por considerarse inconstitucional.

Mientras Tacushcalco era destruido (ver imagen 1); la PNC lo permitía, el río Ceniza se encontraba en riesgo por el inminente vertido de aguas residuales desde el proyecto urbanístico y el Movimiento Tacushcalco denunciaba todas estas irregularidades, el caso cayó en un limbo jurídico en tres vías judiciales activadas en la Corte Suprema de Justicia.

Por un lado, en abril de 2018 SECULTURA interpuso una demanda contra la empresa inmobiliaria ante el Juzgado de Paz de Nahuilingo, este juzgado refirió el caso al Tribunal de Sentencia de Sonsonate. En éste último al cierre de 2019 se ha programado y suspendido en tres ocasiones una primera audiencia sobre el caso, aportando de manera descarada a la táctica dilatoria implementada por la inmobiliaria. Por otro lado, la inmobiliaria Fénix interpuso una demanda contra funcionarios de la SECULTURA ante la Cámara de lo Contencioso Administrativo, esta falló hasta 2019 en contra de dicha demanda y dio con esto un nuevo revés a las pretensiones de la empresa inmobiliaria, aportando con esto de manera consecuente a que el caso no quede en la impunidad.

Por su cuenta, el Movimiento Tacushcalco interpuso en enero de 2018 una primera denuncia contra el proyecto Acropoli ante el Tribunal Ambiental que causó que se emitieran unas medidas cautelares que fueron desacatadas por la inmobiliaria y que finalmente fueron retiradas. Pero el movimiento también presentó una segunda denuncia en 2019 al materializarse el vertido de aguas residuales e impactar a la población que depende de las aguas del río Ceniza. Las conclusiones de dicha denuncia aún están por verse.

En resumen, lo que ocurre con el caso es el reflejo del fracaso de la institucionalidad del Estado en materia cultural y ambiental. En El Salvador, en junio de 2019, arribó un nuevo gobierno central y el MARN dirigido ahora por Fernando López Larreynaga, no ha tomado con suficiente seriedad el caso en su agenda. El MARN ha omitido demandar a la empresa, aun cuando es evidente que el proyecto urbanístico se desarrolló sin el permiso ambiental correspondiente y existe suficiente evidencia de que se han desobedecido varias órdenes para detener la obra. Incluso se expresa con pasividad ante el último proceso judicial aperturado en el Tribunal Ambiental. Por su lado, el MICULTURA dirigido por Suecy Callejas Estrada y sabiendo lo publico que es el caso ha establecido una atmosfera de hermetismo acerca del proceso judicial ventilado a nivel del Tribunal de Sentencia, así como el resultado positivo en que desembocó el caso a nivel de lo Contencioso Administrativo. Si es de reconocer la reciente resolución emitida por MICULTURA; en la que se amplia de 46 a aproximadamente 500 manzanas la zona declarada como bien cultural, se refuerza el valor simbólico, científico y social de Tacushcalco y se establecen los usos no permitidos de todos los terrenos comprendidos en dicha extensión de territorio. Esto, sin duda, contribuye al blindaje del sitio, pero debemos aclarar que esa extensión de la declaratoria fue una de las principales demandas que el Movimiento Tacushcalco presentó a la anterior administración de SECULTURA.

Abandono de Tacushcalco: crimen perpetuo de lesa humanidad

De las afirmaciones de Dalton (1979), en cuanto al panorama de dominación territorial que encuentra la invasión castellana de 1524 en nuestro territorio, “…del río Paz al río Lempa (occidente y centro actuales del país) se extendía una zona ocupada por lo pipiles (grupo náhua), a los que se les atribuye el carácter nuclear dentro de la cultura – antropológicamente hablando – salvadoreña…”, se pueden retomar dos aspectos; por un lado que cuando habla del grupo “náhua” se refiere a la cultura Nahua-Pipil que aún hoy se puede caracterizar de manera clara en El Salvador, en cuanto a su lengua y otras expresiones como la gastronomía o la toponimia de muchos lugares, elementos que aún se conservan. Por otro lado, es de retomar que en el territorio comprendido entre el río Paz y el río Lempa un área que destaca son los alrededores de la cordillera Apaneca-Ilamatepec; incluyendo los departamentos de Sonsonate, Ahuachapán y Santa Ana. Dentro del departamento de Sonsonate se ubicaba y ubica aún la región conocida como “Los Izalcos”, esta comprendía varios asentamientos; Izalco, Caluco, Nahulingo y Tacushcalco. De tal modo que al momento del “contacto” con los “cristianos”, nuestros abuelos y abuelas ya contaban con un ordenamiento político, social y económico, más allá de eso, con su propia cosmovisión. Así queda mencionado en las Cartas de relación y otros documentos (2000), “…tiene las calidades del suelo y cielo que la de Guazacapán, y abundancia de cacao, pesca y frutas y demás cosas que acá comúnmente hay en las tierras calientes y, en especial, la más abundante de cacao que se sabe…” , refiriéndose a la región de los Izalcos y sus cercanías, y de lo cual podemos asegurar que eran territorios altamente productivos con énfasis en el cacao y esto estaba asociado a la abundante disponibilidad de agua lo que aún a la fecha le caracteriza. Tacushcalco era parte del corazón de la región de los Izalcos y su nombre, como apunta Lardé y Larín: “En el idioma náhuat de los indios yaquis o pipiles, Tacuzcalco es topónimo de que se integra con las voces tacuz, jabalina, por extensión armas; cal, casa de “casas de jabalinas”, expresión equivalente a “cuidad de las armas”. Todo esto nos lleva a otorgarle a Tacushcalco una importancia histórica, cultural y arqueológica muy significativa y los pueblos indígenas parte del Movimiento Tacushcalco así lo consideran pues tiene como principal fuente la tradición oral que les fue trasmitida por sus ancestros, quizá la dimensión del conocimiento humano en este país en la que más se conserva nuestra cosmovisión e identidad cultural ancestral.

Pero aún hay otros elementos que magnifican la importancia de Tacushcalco. En junio de 1524 los castellanos avanzaban en Mesoamérica y Pedro de Alvarado con sus tropas mixtas, entre castellanos e indígenas Tlaxcaltecas, invadía el territorio de nuestros abuelos a través del río Paz y llegaba a la zona donde bate la mar del sur a un lugar conocido como Acaxual (hoy Acajutla, siempre en el departamento de Sonsonate) donde les esperaba un primer contingente del ejercito Náhua-Pipil y allí se libró una primera y sangrienta batalla presagiando el calvario de sometimiento, opresión y exclusión venidero para nosotros como pueblo originario. Luego de esta primera batalla las tropas comandadas por Alvarado avanzaron hacia el norte bordeando el margen del río Sensunapán. Conscientes de que el próximo poblado era un lugar llamado Tacushcalco (ver imagen 2), y que dicha localidad era toda una presea militar, Alvarado decidió acercase hasta lograr divisar a un ejército más numeroso del que había encontrado en Acaxual. No era para menos, pues Tacushcalco era el lugar donde se fabricaban las armas para la guerra y donde se adiestraba militarmente a los guerreros del ejercito Nahua-Pipil. Sería aquí donde se libraría una segunda batalla. Así lo rescata Lardé y Larín (2000); “…de Acajutla, refiere Pedro de Alvarado a su jefe el capitán Hernán Cortes, me partí para otro pueblo llamado Tacuzcalco a donde envié por correos del campo a don Pedro y a otros compañeros los cuales prendieron dos espías que dijeron como adelante estaba mucha gente de guerra del dicho pueblo y otros sus comarcanos esperándonos…” y De Alvarado continua describiendo el escenario de la batalla que tuvo lugar en nuestro sitio sagrado, dando detalles de las armas que utilizó el ejército local para defender su territorio, de cómo se desarrolló la batalla e incluso detalles como un juego de pelota ancestral y hasta montículos piramidales que adornaban el ahora remoto paisaje que atestiguaron (ver imagen 3).

El sitio Tacushcalco es una herencia ancestral del pueblo Náhua-Pipil, se calcula que cuenta con tres mil años de historia. El patrimonio que guarda incluye estructuras piramidales, objetos de ofrendas ceremoniales, estructuras arquitectónicas de una zona habitacional, un juego de pelota y otros tesoros en aproximadamente 500 manzanas de terreno. Tacushcalco es considerado bajo la cosmovisión indígena como un lugar para reencontrarnos con nuestra identidad y nuestra historia, que sintetiza en sí mismo la manera mesoamericana de ver, aprehender e interpretar el mundo. De hecho, desde esa cosmovisión se determina la relación armoniosa y hasta sagrada entre ser humano y naturaleza. En el sitio existen evidencias líticas probablemente relacionadas con ceremonias especiales al agua y se identifican estructuras dispuestas en dirección del ahora llamado río Ceniza ubicado en la margen oriente del asentamiento. Estos elementos denotan la relación histórica entre la población de Tacushcalco y el río Ceniza, por lo que un daño a las aguas del río es considerado un daño al paisaje natural y a la complementariedad entre bien natural y sitio sagrado, es decir, a la relación entre naturaleza y cultura desde nuestra cosmovisión. Tacushcalco representa indiscutiblemente un elemento de soporte material de nuestra identidad cultural ancestral.

Con estos datos juzguen ustedes si este sitio no es una pieza clave del rompecabezas en que fue dividida nuestra identidad cultural. Su abandono, desvalorización y destrucción por parte del Estado no solo implica un daño a su valor académico y científico sino que atenta contra su valor identitario y perpetúa la marginación y negación del cimiento indígena, parte fundamental para un incipiente proyecto de nación. Es la continuidad del genocidio étnico y cultural que inicio con la invasión de nuestro territorio y que originó una persecución contra nuestra cultura ancestral, contra nuestro territorio y sus elementos naturales. Esto se acentuó durante el período de la colonia y al inicio de la época republicana determinó el despojo de las tierras ejidales a las comunidades indígenas, lo que fue la causa principal de los acontecimientos de 1932 que desembocaron en uno de los mayores genocidios del siglo XIX, la imposición de una dictadura militar que duró 50 años y una consecuente guerra civil de más de dos décadas. Por eso la acumulación histórica de nuestro conflicto social tiene como base la violencia estructural de corte racista que menosprecia e invisibiliza nuestra identidad cultural originaria en un intento de aniquilar nuestra cosmovisión y perpetuar el saqueo de nuestros mal llamados recursos naturales. El abandono de Tacushcalco debería considerarse como un crimen perpetuo de lesa humanidad.

Indiscutiblemente, este caso ha acarreado el irrespeto de derechos humanos ambientales, económicos, sociales y culturales vinculados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Por un lado, la destrucción de patrimonio cultural ancestral de Tacushcalco daña derechos de pueblos indígenas, reconocidos por las Naciones Unidas (2017) que en el Art. 11 de su Declaración de los Derechos de Pueblos Indígenas literalmente establece: los pueblos indígenas tienen derecho a practicar y revitalizar sus tradiciones y costumbres culturales. Ello incluye el derecho a mantener, proteger y desarrollar las manifestaciones pasadas, presentes y futuras de sus culturas, como lugares arqueológicos o históricos, utensilios, diseños, ceremonias, tecnologías, artes visuales e interpretativas y literaturas. Si a esto añadimos instrumentos como el convenio 169 de la OIT o incluso instrumentos nacionales como la misma Constitución de la República de El Salvador o instrumentos como son; La Política Nacional de Pueblos Indígenas o el Plan de Nacional de Pueblos Indígenas, la situación resulta mucho más alarmante e hipócrita desde un Estado que presume del respeto de los derechos humanos y de estar haciendo trabajo en pro de pueblos indígenas. Por otro lado, el irrespeto del marco jurídico ambiental y el impacto del proyecto urbanístico por la contaminación del río Ceniza y debido a las condiciones de vida de la población de al menos 16 comunidades; laceran el derecho humano al agua y al saneamiento, el derecho humano a la salud e incluso derechos humanos de la niñez y la adolescencia. Es el Estado y su institucionalidad el que ésta permitiendo todos estos atropellos en este emblemático caso. ¿Cómo pueden estos pueblos indígenas y estas comunidades altamente vulnerables desarrollarse sosteniblemente bajo estas condiciones?

El Movimiento Tacushcalco y su significado

A partir de todo esto, surge el Movimiento Tacushcalco, compuesto por pueblos indígenas, organizaciones ambientalistas y de derechos humanos, pobladores de Nahulingo, Sonsonate y de todo el país, colectivos de artistas, estudiantes universitarios, profesionales de arqueología, entre otros. Este movimiento ha sido exitoso, ha logrado poner al descubierto todo ese fracaso institucional. El Movimiento logró posicionarse en un momento del país en que la sociedad está harta de la corrupción y de la impunidad con la que operan actores económicos y políticos que aplican la lógica de destruir y contaminar primero-solicitar permisos después. Esta plataforma ha organizado acciones en defensa del sitio; denuncias públicas, conferencias de prensa, festivales artístico-culturales, foro nacional sobre el caso, movilizaciones, denuncias judiciales, pronunciamientos ante foros internacionales, etc. En junio de 2019 Tacushcalco fue declarado como sitio sagrado por los pueblos indígenas en un acto realizado en su centro cívico ceremonial. Esta declaratoria representa una expresión genuina de aquellos que continuamos reivindicando nuestra identidad cultural, de quienes no nos rendimos y no olvidamos nuestras raíces culturales, de quienes estamos dispuestos a continuar construyendo un presente a partir del legado y la herencia de los abuelos y abuelas de Tacushcalco. Es menester subrayar que el logro de ampliación del área declarada como bien cultural es un importante paso en la lucha por la defensa de Tacushcalco, pero aún queda pendiente evitar que la empresa inmobiliaria Fenix quede impune y más aún avanzar hacia la expropiación de los terrenos que forman parte de Tacushcalco y que actualmente están en manos privadas, así como presionar al Estado salvadoreño hasta que implemente en el sitio un plan de protección y dignificación integral del territorio.

Como salvadoreños y salvadoreñas tenemos frente a nosotras una oportunidad histórica para entender el pasado lo que indudablemente nos dará dignidad; sentando un precedente capaz de demostrar que es posible hacer las cosas de manera diferente, que es posible crear escenarios de ciudades y comunidades sostenibles sin dañar los derechos humanos de pueblos indígenas, sin comprometer al agua limpia y el saneamiento y sin poner en riesgo la salud y el bienestar. El Salvador es actualmente un país en el que el 90% de los ríos están contaminados y donde el agua es el bien más amenazado, tanto así que se calcula que para 2,100 se dispondrá un 82% menos de agua de lo que se dispone actualmente, MARN (2016). Según el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD, 2019); en El Salvador persiste la discriminación racial de pueblos indígenas y señala la ausencia de un marco jurídico que combata dicha discriminación. Según la Organización Internacional del Trabajo (2019) El Salvador es uno Estados que no ha ratificado el Convenio 169 concerniente a Pueblos Indígenas y Tribales.

Ante este panorama no podemos más que anhelar que el Estado de un paso hacia la transformación de su política y de su modelo de desarrollo actualmente basado en una visión extractivista de la naturaleza y en la mercantilización de la vida del ser humano. Que se convierta en un Estado que colabore en entender quiénes somos, que valore nuestra identidad cultural y reconozca en ella elementos que pueden contribuir a mejorar la relación entre ser humano y la naturaleza, que promueva una manera diferente de organizarnos y gestionar nuestros territorios, priorizando la dignidad de la gente, el bienestar social y los bienes estratégicos sobre las inversiones. Que se ponga como principal objetivo la consolidación de un verdadero proyecto de país y de nación.

Valorizar y dignificar nuestro sitio Tacushcalco es parte de ese proceso pero debemos movilizarnos socialmente para demandar que el Estado cumpla sus obligaciones, evitando que este caso quede en la impunidad y obligándole a la adopción de un plan que permita revitalizar nuestro sitio sagrado y que conduzca a un nuevo paradigma arqueológico basado en un fuerte componente social y en nuestras prácticas originarias relacionadas a la sustentabilidad. Evitando con esto que Tacushcalco se convierta en un museo inerte o en un parque arqueológico incapaz de transmitirnos esa importante herencia ancestral.

Nuestro desafío histórico es transformar a Tacushcalco en una ventana que nos permita ver al pasado y entender cómo nuestros abuelos y abuelas concebían la relación entre el ser humano y la naturaleza. Esto adquiere un carácter estratégico para superar la crisis ambiental e identitaria que vivimos en El Salvador. Una ventana que nos permita profundizar en el conocimiento y la valorización de nuestra propia forma de organizarnos socialmente, de nuestra propia forma de producir nuestros alimentos, de manejar nuestra economía, de experimentar nuestro arte y nuestra espiritualidad, en fin, de entender nuestra propia cosmovisión.

Notas:

1. Nota revista Gato Encerrado. Recuperada 04 de enero de 2019.  https://gatoencerrado.news/2019/06/12/funcionarios-del-fmln-intentaron-favorecer-a-fenix/

2.  Nota pág. Asamblea Legislativa. Recuperada 04 de enero de 2019. https://www.asamblea.gob.sv/node/7228

3. Dalton, R. (1979) El Salvador. Monografía. México: primera edición de Ocean Sur (2010).

 4. Alvarado, Pedro de. Cartas de relación y otros documentos / Pedro de Alvarado, Diego García de Palacios y Antonio Ciudad Real. 3ª edición. San Salvador, El Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, 2000.

5. Lardé y Larín, Jorge (1983). El Salvador, descubrimiento, conquista y colonización. 2da edición. San Salvador, El Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos (2000).

6. Ídem anterior.

7. Organización de Naciones Unidas (2017). Declaración de los Derechos de Pueblos Indígenas. Nueva York.

8. MARN (2016). Plan Nacional de Gestión Integrada del Recurso Hídrico. El Salvador. 

9. Naciones Unidas (2019). Recomendaciones del CERD al Estado salvadoreño. Ginebra, Zuiza.

10. Naciones Unidas (tomado el 8 de octubre de 2019). Organización Internacional del Trabajo. Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales. Nueva York. 

Imagen 2: lienzo de Tlaxcala. La imagen registra la batalla de Tacushcalco en 1,524.

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.