Página de inicio » Suplemento Tres Mil | 3000 » Poesía de Melissa Merlo

Poesía de Melissa Merlo

Abrazada por la calidez de las colinas,
me parió mi madre
en camastro de cuero crudo.
Mi abuela dejó correr el agua tibia
por mi cuerpo resbaladizo
y me encomendó a todos los santos del universo.
La Piedra de Apagüíz fue mi techo.

 

Nace en el año de 1969, en Danlí, El Paraíso, Honduras. Poeta, narradora y ensayista. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Honduras. Es Licenciada en Literatura por la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán. Máster en Educación por la Universidad de Lincoln – Nebraska, Estados Unidos. En el campo periodístico ha incursionado en la televisión y la radio como productora y conductora de programas culturales y de entretenimiento colaborando con para canales locales y extranjeros. Ha hecho teatro y cine. Realiza trabajos de investigación, producción y edición de textos para Sofos Producciones y otras entidades literarias y educativas. Actualmente es catedrática de literatura y didáctica en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán y coordina el Centro de Investigación y Estudios en Lengua y Literatura CIELL.

 

 

Muerte súbita
Los párpados de la noche me llaman a casa,
pero ya no hay azul que hable de mañanas pendientes en la vereda de tus ojos.
Ya no caminan por mis besos tus labios de silencio,
no me hierve en la mirada tu recuerdo.
Me congelo en el blanco de esa nube que te cubre la memoria,
me destrozo en el granizo que cae y rompe la silueta de los charcos.
Voy a paso corto, zapateado, y recorro con precisión de ciego la calle sin luna.
Me muevo con sigilo de felino en apuros de amor,
lamo mis cicatrices como si llevaran tu nombre.
Tomo de un zarpazo las estrellas que han caído en la acera
y las pongo en mi cara distorsionada por las esquirlas del recuerdo.
Amor duro, falto de aroma, preso del marco oscuro de una retratera inflamable,
caja de fósforos mojados por el sudor de la tetera,
torre de naipes sobre una barca de papel.

 

Pronúnciame
Sigue así amor,
con mi nombre cosido a la cintura de tu lengua reposada en mi polen.
Pronúncialo fuerte,
que cuando lo haces se deshojan las lágrimas de un corazón de león.
Desgrana sus letras,
y por cada una que caiga en el centro de mis ojos, susurraré una herejía.
Saboréalo,
que está bañado con mieles de los árboles plantados por mis padres.
Bebe sus rumores,
porque lleva los secretos que tus ojos adivinan en mi piel compartida.
Sigue así amor.
Pronuncia mi nombre,
desgrana sus letras,
saboréalo,
bebe sus rumores,
hasta que mis manos solitarias construyan tus rincones…
y mi boca cumpla la sentencia de perseguirlo cuando camina por tus labios.

 

 

Infortunio
En el abismo de mí misma me sumerjo,
como quien nada en un océano infinito
hacia el azul profundo me llevan mis brazadas
hacia donde me espero voy.

Juego con las algas de mis pensamientos
mi cuerpo no recuerda más su esencia
mis pechos se desnudan de corpiños
de escamas doradas se visten mis caderas.

No volveré más a tierra firme
los versos del mar son vida y muerte
hacen remolinos de amor y desenfreno
acarician el alma con voces lejanas.

En botellas mensajeras navegan los versos
lloran las penas de amantes solitarios
se deshacen en mis manos
saben a sal y a infortunio.

En las tardes de luna subo al horizonte
corto los anzuelos que se atan a mi alma
dejo oír mi canto que confunde el norte de los barcos
y un pescador me piensa desde su orilla.

 

Honduras
Vuelan suaves y ligeras las golondrinas sobre la línea del horizonte.
El mar duerme anaranjado bajo un sol casi luna.
Bosteza la montaña con rumor de volcán perezoso.
El vendedor de la calle respira un mendrugo de pan para sus hijos.
Sobre el fuego arrebatado danzan los frijoles nuevos.
El comal de barro esponja la tortilla.
Patria hermosa, la tarde es tu mejor color.

 

Amor urgente
Hoy te convoco al amor. Es urgente.
Pasa por mí a las tres o a las cinco,
o a la hora que el horizonte se apague en tus quehaceres
y se encienda en el fuego de las nubes pasajeras.
Vierte el atardecer en mi cintura.
Ata mis caderas al vaivén de tus entrañas.
Suelta las amarras de tus besos
y deja que derramen su miel en mis deseos.
Vuélveme lago, o luna, o colibrí,
o acacia que florece en la rivera de tu cuerpo.
Es urgente. Hoy te convoco al amor.
Ven.
A las tres o a las cinco.
Antes de que el horizonte cierre esta tarde luminosa.

 

 

Cáliz
Más ardiente tu piel
que este verano que abruma.
Tu abrazo se acostumbra
a mi espalda,
y mis sienes a tu pecho.
Me entrego a tus besos almendrados,
a tus dedos ágiles y sublimes.
Me pierdo y me encuentro
en el mapa de tu piel.
Tus lunares, mis puntos cardinales.
Nuestra rosa de los vientos ha confundido el norte con el mar,
el sur con el firmamento.
Nos arremansa en un lago
de sueños transparentes.
De rodillas he bebido
el licor de tus entrañas.
Embriagada quedo.

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.