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No presidente, el Acuerdo de Paz no fue una farsa

En su afán de manipular, no solo a la población sino la historia para hacer lo mismo con las nuevas generaciones, el presidente de la República, Nayib Bukele, se atrevió a decir a los sobrevivientes de la masacre de El Mozote que “los acuerdos de paz fueron una farsa”. Pues no, presidente Bukele, el Acuerdo de Paz fue lo más grande que le pudo ocurrir a El Salvador tras doce años de guerra civil abierta, y diez años más de la preguerra.

Gracias al Acuerdo de Paz, Bukele pudo ser presidente de la República, porque antes de la guerra civil se instauró una dictadura militar que duró, aproximadamente, 50 años. Y tras el golpe militar de 1979, la cúpula militar dejó el poder formal, pero siguió ejerciendo de facto con los acuerdos logrados con los civiles que ascendieron al poder político, pero principalmente con la oligarquía. Y, por supuesto, con el apoyo de los Estados Unidos.

Los doce años de guerra civil, la estructura de la Fuerza Armada los soportó gracias a la ayuda militar estadounidense. Un millón de dólares diarios mandaban para sostener la guerra. Sin la intervención del imperialismo, la guerrilla habría derrotado totalmente al ejército. A mediados o finales de 1984, el ejército reconoció que los tres años de guerra civil había sufrido cerca de 12,000 bajas, entre muertos y heridos, casi el 80 % de la fuerza militar con la que contaba El Salvador al iniciar la guerra civil abierta.

En los doce años de guerra civil, la guerrilla reconoció más de 10,000 combatientes muertos, y casi la mitad de lesionados y lisiados de guerra. La Comisión de la Verdad registró que la guerra civil, en los doce años, dejó unos 75,000 muertos entre soldados, guerrilleros y población civil.

Casi el 2 % de la población salvadoreña murió durante la guerra civil, si se toma en cuenta que la población total del país en la década de los ochenta era cuatro millones y medio. Solo en El Mozote, donde el presidente estuvo el jueves pasado, hubo mil muertos, un alto porcentaje de niños y jóvenes, asesinados por las fuerzas castrenses, al desarrollar planes militares parecidos a los que las fuerzas invasoras de los Estados Unidos desarrollaron en Vietnam.

Esta guerra de doce años, que no fue una FARSA, sino una realidad, es la que propició ese Acuerdo de Paz que el presidente Bukele dice que fue una farsa. Y es que para que el Acuerdo de Paz sea una farsa, la guerra debió ser también una farsa y no lo es, porque allí están los 75,000 muertos que registró la Comisión de la Verdad, allí están los testigos de los mil muertos de la masacre de El Mozote, allí están los más de 500 muertos de la masacre del Sumpul, y más de una decena de otras masacres en otros lugares rurales donde sí se sintió la guerra y sus efectos.

Esa guerra que no fue una farsa se terminó gracias a un Acuerdo de Paz firmado entre los representantes de la guerrilla y del Gobierno de El Salvador bajo la tutela de las Naciones Unidas, y el grupo de países de amigos pro-diálogo-negociación entre los que estaban Francia, España, México, Venezuela, Colombia, Costa Rica, Cuba, entre otros. Ni las Naciones Unidas, ni el grupo de países amigos apoyaron una farsa.

Ese Acuerdo de Paz dejó los mecanismos para construir una verdadera democracia en el país, la que por cierto está en peligro con el Gobierno del presidente Bukele. El mismo Bukele llegó a la presidencia gracias a ese Acuerdo de Paz, pues durante la dictadura militar, en los cuarteles decidían quién sería el próximo presidente, ya sea llenando urnas o a través de un golpe de Estado. El Acuerdo de Paz prohibió que la Fuerza Armada fuera el principal factor de poder en el país y con las modificaciones a la Constitución de la República le asignó sólo el rol de garantizar la soberanía del país.

Este rol de la Fuerza Armada se había respetado desde el Acuerdo de Paz hasta el 9 de febrero del presente año, cuando el presidente Bukele la utilizó en la toma de la Asamblea Legislativa.

La Policía Nacional Civil (PNC) fue otro resultado del Acuerdo de Paz, con lo cual se sustituyeron a los antiguos cuerpos represivos de seguridad (GN, PN, PH). Esta PNC es producto de este Acuerdo de Paz que el presidente Bukele dice que es una farsa, pero la PNC no es una farsa y es producto de ese Acuerdo de Paz.

La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, el Consejo Nacional de la Judicatura y el Tribunal Supremo Electoral (TSE) que garantizó que el señor Bukele llegara a la Presidencia son producto de ese Acuerdo de Paz, que el presidente dice que fue una farsa.

Seguramente, lo que el presidente pretende no solo es desconocer el Acuerdo de Paz, sino también las instituciones que fueron resultado de este proceso, para hacer un experimento de una nueva “institucionalidad” en El Salvador, la que desde ya debemos calificarla como una farsa. Alerta pueblo.

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