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Los desafíos nacionales (1/3)

Ricardo Olmos Guevara
Economista

El Salvador requiere de un cambio estructural en el proceso de producción en las diferentes ramas de la economía, particularmente del sector agrícola, industria y de servicios; a fin de elevar la producción y por supuesto, el nivel de productividad y eficiencia económica.

Ello está relacionado con la innovación como nueva aplicación, ya sea de conocimientos anteriores o de nuevos conocimientos a los procesos de la producción (Kuznet, Simón, 1964, p.29) y casi siempre se relacionan con la tecnología aunque no se limitan, por supuesto a ella, sino que además las innovaciones son condición para emprender los procesos de desarrollo en los países sub desarrollados, sin perder de vista que existen nuevas modalidades de organización empresarial que pueden constituir innovaciones subyacentes y necesarias, que contribuyan al cambio estructural que el país necesita. Este tipo de desafíos en la producción nacional es el que El Salvador ha soslayado.

Para que El Salvador y el resto de países subdesarrollados aspiren a convertirse en los países de reciente desarrollo, deben vencer por lo menos tres desafíos nacionales: las asimetrías en la producción económica, las asimetrías en materia de empleo y los problemas subyacentes a la protección  social.

En esta oportunidad ventilo el más notorio de los desafíos nacionales, que forma parte de los problemas estructurales de la economía salvadoreña, que es también propio de los países de América Latina; problemas que propician una de las trabas que limitan que nuestros países puedan avanzar hacia el desarrollo.

El 25 de febrero de 1948 se creó la CEPAL, con el objetivo de promover el desarrollo social, pero ya para 1996 los gobiernos miembros actualizaron su Misión Institucional, indicando por medio de sus estados miembros que este organismo regional de las Naciones Unidades debía centrarse en integrar los procesos de desarrollo. Hay que decir que uno de los pilares de esta organización es la investigación económica, empírica y teórica en la que ha incluido estudios especializados de los modelos de organización económica de los países, tarea ejecutada a lo largo de más de setenta años. La conclusión de tales estudios ha sido que los países de América Latina, poseen asimetrías internas y externas que no les permiten despegar en su desarrollo.

Internamente la región se caracteriza por la heterogeneidad estructural, consistente en asimetrías en la producción que realizan las empresas debido a las desigualdades internas de las mismas, pues estas poseen niveles de productividad diferenciados y muy bien marcados. La realidad económica observada a lo largo del tiempo identifica tres tipos de empresas: el primer tipo de empresa se compone y se caracteriza por ser empresas de baja productividad, con menos de veinticinco personas ocupadas, pero que en la mayor parte de veces ese empleo es precario y sin seguridad social, y que le corresponde a más del 98 % del parque empresarial en el país.

En segundo lugar se encuentran las medianas empresas de cincuenta a menos de cien personas ocupadas con una productividad media, pero con muy bajo peso en el empleo. Estas corresponden a 1.5 % del parque empresarial del país. Y en tercer lugar, se encuentran la empresas que cuentan con elevado nivel de productividad, pero con bajo nivel de empleo y que representan el 0.5 % del parque empresarial del país.

Vale decir que las asimetrías que se dan dentro de cada uno de los países, al mismo tiempo se observan esas particularidades al analizar a la región en su conjunto. Y lo irónico es que esa realidad asimétrica a nivel interno, se presenta además entre regiones. Por ello es que en América Latina se identifican esas asimetrías en las empresas, en donde las de menor organización empresarial sufren niveles de productividad, cuyo ingreso percápita anual es menor a la cifra de 11 mil dólares medidos en dólares de los Estados Unidos de América. Las empresas de tamaño mediano presentan niveles medios de productividad, que en términos de ingreso percápita ascienden desde los 11 mil dólares anuales hasta 25 mil. También, están aquellas empresas cuyos mayores niveles de productividad, por consiguiente se encuentran por encima de ese nivel de ingresos percápita.

Las empresas con niveles de productividad menores, además, sufren de una informalidad creciente en la producción nacional con inacceso al crédito, débiles niveles de organización empresarial, sin oportunidades para distribuir su producción más allá del mercado local. Una parte de este sector además realiza sus operaciones sin local.

Para modernizar y conducir a cualquier país hacia el desarrollo y mayores niveles de competitividad, deberá de apropiarse de esta problemática con la confianza, que solamente la revisión de las escalas de producción podrá significar nuevas oportunidades, para competir con los actuales socios comerciales y generar la ruta para salir del subdesarrollo de nuestros países. ¿Es posible resolver este problema estructural?, ¿qué se ha hecho en los últimos treinta años en El Salvador? Hay que tener presente que solo desarrollando nuestras posibilidades económicas, bajo un direccionamiento diferente podremos poner al país en la ruta del desarrollo.

Las escalas de producción que se poseen en las empresas salvadoreñas, no lograremos avanzar por la senda del desarrollo. Y para que esto suceda debemos de dar un salto en la misma organización de la producción, es decir, alcanzar un nivel de producción mayor con el menor costo posible. Eso significa que aquella producción similar deben de asociarse, crecer en el nivel de producción, reducir los costes por unidad. En síntesis se trata de producir más y mayores volúmenes de producción, y al mismo tiempo cuando se tengan esos mayores volúmenes de producción los costes se reduzcan por unidad producida. Esa calidad de producción solamente es posible con un tejido empresarial renovado. Este esfuerzo se encuentra por que los productores desarticulados en los territorios tengan canales institucionales, para que la producción tenga otro impulso hacia la creación del empleo y la producción deseada para competir a escala regional y mundial.

Impulsar esta estrategia no solamente en el caso de la agricultura, sino además en la industria podría desencadenar un motor que alimente nuevas expectativas de nuevos inversionistas locales y extranjeros, con esta nueva visión elevando la producción para el desarrollo del mercado interno y regional aprovechando además la vinculación con las cadenas de valor internacional.

Continuar con las mismas estrategias y programas en materia productiva, no resolverá los problemas estructurales salvadoreños como lo es la atomización de la producción nacional el cual se ha vuelto un desafío nacional de envergadura, si en efecto se desea resolver el problema central del subdesarrollo nacional.

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