La patineta

Caralvá

Intimissimun

El principio de aquella maquinita es el mismo de los patines, equilibrio, velocidad, fuerza sobre pequeñas ruedas en una tabla de madera, ya había aprendido el manejo de los patines, en inglés las llaman: Flying Wheels, Spiderman, Hot wheels, Skate, pero eran lo mismo.

En aquel barrio pobre, se improvisaban juguetes como carretas de madera con rodos de acero, los cuales se adquirían de los valeros de autos desechados, eran construidas con pedazos de cajas de manzanas, cerámicas, cocinas importadas, etc. al final tenías una carreta “a la medida” podía servir para acarrear agua, frutas, leña, de todo hasta jugar con ella; pero la patineta era otra dimensión.

Mis padres le compraron a mi hermana una patineta azul, era de fibra de vidrio o un material de plástico casi indestructible, sus ruedas eran amarillas, sus dimensiones 19.5 centímetros con su nariz y cola diferenciados, ésta última con una pequeña elevación que sirve de freno, lo cual es mucho más complicado que los patines, tiene un eje con rodos o gomas anchos que le dan mayor soporte, todo acoplado por tornillos.

Las patinetas eran unificadas con un solo estilo, fueron épocas en series iguales, se buscaba la unidad en todo, así la sociedad identificaba lo desigual como malo, pero no duraría mucho con la llegada de los jipis, luego las películas etc.

Las patinetas estaban diseñadas para mayores distancias, en lugar de mover ambas piernas, solo se usaba una, además el equilibrio era de pie (uno adelante otro vertical de guía) arqueando levemente a la izquierda o derecha para la trayectoria, levantándola para detenerla, al tiempo que escuchas el característico sonido de “plash” al caer, era todo un arte sobre ruedas.

Así sucedían saltos y frenos, rotaciones y caídas, con avance a velocidad de mayor distancia. Ahí estaba con mi traje improvisado deportivo, en realidad era una sudadera azul ajustada, manga larga, zapatos tenis y mi cuerpo temerario con esa pequeña ojiva con gomas amarillas.

La distancia corporal de una patineta es el desafío que te impone esa pequeña superficie de equilibrio, tienes más velocidad al estar de pie; al mantener el equilibrio a mayor velocidad debes bajar tu cuerpo más y más, casi hasta acuclillarte, una flexión de encogimiento vertical, similar a formar un ovillo con las pantorrillas próximas a las piernas, muy difícil. Frenar es inclinar la patineta hacia la cola.

Cierta mañana ¡ingrata! decidí poner a prueba mis habilidades, elegí una pendiente prolongada muy cerca de mi zona habitacional, era una larga calle próxima al zoológico esa calle tiene un tráfico mínimo, pero muy bien asfaltada; en realidad eran varias pendientes unidas que bordeaban tres o cuatro elevaciones naturales, pensé que al llegar a una pequeña zona de recta mi velocidad disminuiría.

Inicié el descenso controlado con una pequeña velocidad, poco a poco la pendiente se fue convirtiendo en mayor fuerza, no me asustaba, continué hasta la parte recta, para mi sorpresa el empuje no disminuyó, esa recta supondría menor velocidad, todo lo contrario… había que actuar rápido.

Sabía que no podía detener la caída, así que en una calle lateral intenté disminuir la velocidad, entonces doble hacia la derecha, pero la calle tenía sitios empedrados, de tal forma que mi tabla se atascó, lanzándome a la abrasiva tierra llena de pedruscos.

Con la fuerza que llevaba me vi rodando y golpeándome entre las piedras de esa calle rústica, pensé que nunca me detendría, los golpes eran tan fuertes que penetraban mi espalda, los brazos, todo el cuerpo, ni siquiera podía poner atención a un punto específico, todo era un agudo dolor de agujas o filosos cuchillos penetrando mi hombro y espalda, mientras mi equipo deportivo estaba desgarrado por todos lados.

Rodé unos metros, la verdad aún ahora ese golpe es inolvidable. No podía respirar, no podía responder a nada, estaba tirado en esa calle solo, nadie pasaba, ni tampoco ayudaba… por eso había elegido esa calle. Uno puede llorar, gemir, languidecer en esas soledades, mientras los minutos parecen horas, superé el dolor poco a poco intentando levantarme, lo hago con un profundo dolor de espalda, sangro de los brazos, me contorsiono de dolor al intentar moverme y a pesar de todo lo hago.

Visualizo la famosa patineta por ahí, mientras la alcanzo penosamente. El dolor se aferra a todo. No importa si alguien te vio, como puedes inicias el retorno a casa. Mientras la vida sigue con parroquianos, vecinos, amigos o amigas que continúan su ordinaria vida, vos como un águila herida das pasos hacia el sitio de seguridad, metro a metro es un dolor y otro dolor… pequeños sangramientos dan fe de la audacia fallida. Llegas, te desnudas, comentas con tu madre y hermanos el accidente, tomas un baño, el agua arde en el trayecto de heridas abiertas por el saludo hostil del empedrado vecinal, limpias tu cuerpo de tierra, grasa, desechos colaterales todo, descansas.

La patineta reposa en su sitio, parece observarte desafiante. Le guardas respeto, sabes que no juega a tu favor.

Mañana tal vez lo intentaré de nuevo, será al igual que ahora, las águilas también fallan en sus cacerías, por ahora es suficiente el dolor, tengo cicatrices en la espalda; tiempo después las veo como cicatrices en los años de formación: ¡bien verguiado y temerario! mi vida era similar a un ave de presa, no sería la última vez, recuerdo cuando me lancé de la altura de una roca con giro en el aire para caer en una pequeña poza… no… no puedo más, ya debía estar muerto… pero cuando a uno no le toca aunque estés bajo el saludo de las balas del ejército facho… recuerdo con cariño juvenil la patineta, lujo de lecciones inolvidables en mi piel y mi espíritu exploratorio… amazon.com/author/csarcaralv

Ver también

Amor de Madre

Marlon Chicas – El Tecleño Memorioso “El amor de una madre es más grande que …