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La enseñanza inútil

Claraboya

LA ENSEÑANZA INUTIL

Por Álvaro Darío Lara

Hace unos años, bajo el ardiente sol capitalino, y entre aceras abarrotadas de verduras y bisuterías, andaba a la caza de algún raro artefacto bibliográfico. Felizmente encontré en “La Casa del Libro”, (un verdadero santuario frente al antiguo parquecito San José de San Salvador),  el volumen “Diálogos con Borges” (Editorial Sur, Buenos Aires, Argentina, 1969), un bello texto con fotografías entrañables del gran escritor, y que son el pretexto para una larga conversación entre la escritora y gran promotora de la cultura Victoria Ocampo, y el inmortal Jorge Luis Borges.

Será otro día de Claraboya, la oportunidad para comentar las geniales respuestas borgeanas, de donde –como radiantes emanaciones- nos llega tanta maravillosa sabiduría, dicha, además, con tanta elegancia. Por ahora, me referiré a lo que afirma Borges, en alusión a su gran amigo, el escritor Adolfo Bioy Casares. No viene a cuenta todo el contexto, salvemos mejor, la cita, extraída con profunda devoción: “-las cosas que se enseñan directamente suelen ser inútiles-”.

¡Cuánta razón hay en estas palabras! Desde que los griegos y el siglo francés de las luces, introdujeron toda una filosofía y una metodología de la razón, de donde parte y continúa la gran tradición occidental del pensamiento, poco, poquísimo se salva, de la locura racional. Así, han florecido cantidad de escuelas filosóficas y sociológicas, que el tiempo –que nada perdona-; y el peso de la realidad –que suele ser nada emocional- se han encargado de situarlas en su justo sitio.

Caminamos por las galerías del caos y del horror, pensando que controlamos todo. Que somos capaces de dictar todo, que todo está fríamente determinado por nuestros presupuestos cientificistas y por la fuerza de los irracionales absolutismos políticos. Así hasta que la tela de araña de la vida, nos detiene, para luego ser devorados por la misma autora de la red.

¿De qué absurdo origen nos viene esta arrogancia? ¿Quién puso en nuestra cabeza la primera piedra de tal absurdo? La vida fluye, cambia continuamente. Todo pasa, y creer que aquello edificado en esta Casa de las Criaturas durará para siempre, solamente, nos recuerda la antigua sentencia: “vanitas vanitatum omnia vanitas”.

Demostrado está, hasta la saciedad, que lo más valioso en la vida, va más allá de los saberes que se aprenden bajo las formas educativas convencionales. Unas formas, a propósito, que urgen de repensarse inteligentemente, ya que han sido formuladas más, desde la validez de la mítica razón, en detrimento o negación de la parte humana más trascendente, el ser interno, lo espiritual.

Por desgracia, siguiendo a Borges, mucho de lo que se enseña directamente suele ser inútil. Inútil porque no logra hacer conexión con la realidad profunda. Porque no asombra, porque no mueve a nada, porque es completamente prescindible. Teorías, instituciones, regímenes van y vienen y se continúa pensando y haciendo de espalda a los reales protagonistas de los procesos educativos, sociales y culturales. Igual ocurre en nuestra desnaturalizada familia que cree a juntillas, que poseer es triunfar, que saber es alcanzar la gloria.

Hay algo más en nuestra vida y en nuestro entorno que va más allá de lo que se objetiva a secas. Existe toda una dimensión que no queremos entender. La verdadera enseñanza procede, siguiendo de nuevo a Borges, no de un modo directo, sino indirecto. Enseñamos hondamente, sin darnos cuenta, la mayoría de las veces. Y esas lecciones son las más útiles y valiosas. Quieran los dioses, que aprendamos a reconocer, con humildad, la magistral cátedra que la vida nos ofrece en la sencillez y en la complejidad del día a día.

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