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La cuarentena debería ceder a las otras necesidades de la gente

Más de 70 días han cumplido los salvadoreños desde que se decretó la cuarentena, a mediados de marzo, y según otros medios de comunicación, el encierro ha superado al de la población de Wuhan, donde inició la pandemia.

Hay otras fuentes, muchas de médicos epidemiólogos, no los de El Salvador, sino, de otros lugares del Orbe, que están estudiando el fenómeno, quienes aseguran que la cuarentena prolongada y total no solo puede ser dañina por el término económico, que es lo que ha motivado este editorial, sino también para que se desarrollen procesos educativos para convivir con el virus y “evadirlo”.

El doctor Roberto Tobar, un médico columnista regular de Diario Co Latino, ha publicado varios artículos en los que ha dejado ver -retomando estudios de especialistas en epidemiología- que la cuarentena prolongada no va a evitar que el virus del COVID-19 desaparezca, y que esta tampoco permite desarrollar las defensas de la gente.

Los varios centenares de pacientes de COVID-19 que superaron la enfermedad, sin estar en cuidados intensivos, es una muestra que el cuerpo es capaz de desarrollar sus propias defensas, mientras la ciencia hace lo suyo para encontrar la cura y las respectivas vacunas.

A estas alturas, más otra “cuarentena súper especial”, como insinúa el Gobierno, el pueblo lo que necesita es una campaña intensa de información que oriente y eduque a cada uno de los salvadoreños para que eviten contagiarse de coronavirus al salir de su casa y llegar al trabajo.

Sin lugar a dudas, el Gobierno del presidente Nayib Bukele tomó medidas audaces al inicio de la declaratoria de la pandemia, y fueron seguramente efectivas, hasta cierto punto, otras, como seguir en cuarentena tan prolongado, es un error.

Y es un error porque la gente necesita salir del encierro, necesita salir a trabajar para llevar el sustento diario a la familia. La asistencia del Gobierno en alimentos, y los 300 dólares, primero, no es suficiente para pasar tres meses sin trabajar.

Recordemos que de la población económicamente activa, un alto porcentaje forma parte del sector informal.

A menudo se lee en las redes sociales que una pequeña empresa ha despedido a sus trabajadores porque ya no puede sostener la empresa, y por ende a sus empleados.

El presidente Bukele -a través de sus decretos- ha ordenado que todas las empresas deben pagar a sus trabajadores sus salarios, aunque no trabajen, de lo contrario aplicarán la ley.

Esto seguramente solo la gran empresa privada puede cumplirlo, o quizá no, ya veremos.

Pero las medianas empresas, las pequeñas y las micro no podemos cumplir pese a los decretos.

Diario Co Latino, por ejemplo, ha dejado de percibir ingresos desde principios de abril, pues los ingresos que recibimos, en un 60 % provienen de edictos, pero resulta que los abogados no están trabajando; entonces, ¿de dónde sacar el dinero para pagar los salarios?

Y si las empresas deciden cerrar, como muchas lo han hecho, ¿de dónde van a recibir los salarios los trabajadores en cuarentena?

Las banderas blancas que ya son miles y a escala nacional están demostrando que la ayuda que el Gobierno ha repartido no es suficiente, que ya se les terminaron los víveres, y que no reciben los salarios de sus empresas, o porque sencillamente viven del sector informal.

Hay que permitir, de forma paulatina, por supuesto, que las empresas abran operaciones, para que los que se han quedado sin empleo puedan comenzar a buscar trabajo.

Obviamente, para iniciar las labores productivas es necesario que la gente esté educada, informada orientada, y eso es lo que debe comenzar de inmediato; pero, sin meter miedo, pues el terror siempre es un mal consejero.

Una buena campaña informativa de cómo debe comportarse la gente para ir a sus trabajos, desde la salida de su casa, hasta la fuente de empleo, es suficiente.

Y si no existe un plan para esta etapa de la vida de los salvadoreñas, podría haber un aluvión social como los que han ocasionado la naturaleza con el recién paso de la tormenta “Amanda”, al fin y al cabo los humanos son parte de la naturaleza, y actúa también a partir de sus leyes.

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