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El Salvador bajo la dictadura del bukelato. Algunas perspectivas: ¿Qué hacer? 

(Carlos Bucio Borja)

A la memoria del Padre José María Tojeira. Que su ejemplo de honestidad,  valentía y sabiduría nos guíe siempre.

Según se cuenta, hubo un autómata construido de manera tal, que, a cada movimiento de un jugador de ajedrez, respondía con otro, que  le aseguraba el triunfo en la partida. Un muñeco vestido de turco,  con la boquilla del narguile en la boca, estaba sentado ante el  tablero que descansaba sobre una amplia mesa. Un sistema de  espejos producía la ilusión de que todos los lados de la mesa eran  transparentes. En realidad, dentro de ella había un enano jorobado  que era un maestro en ajedrez y que movía la mano del muñeco  mediante cordeles.

(Walter Benjamin: Tesis sobre la historia)

La situación tal cual es 

I. Bajo el bukelato, El Salvador vive una dictadura corrupta, tiránica y sanguinaria.1 La muerte de Alejandro Muyshondt bajo custodia estatal, con evidentes señales de tortura; el  fallecimiento de la bebé Génesis y la desaparición forzada de su madre, Marbely Selena  Medina, injustamente acusada de pandillerismo por una denuncia anónima; así como los  informes de fosas clandestinas en el sistema carcelario, son pruebas de su barbarie. Los  ardides políticos del dictador Nayib Bukele Ortez, respaldados por el secuestro de los tres  poderes del Estado y el secuestro de todas sus instituciones, fortalecen su hegemonía. En el  caso de la izquierda salvadoreña, su incapacidad para reconocer el fenómeno de las  dictaduras bonapartistas regionales agrava esta situación.

II. A partir de una lectura histórica más efectiva que la de sus opositores, Bukele ha  consolidado un nuevo contrato social2 que subordina o anula el orden constitucional previo.  Este pacto, basado en promesas de seguridad y bienestar, conecta con sectores de la  población en condiciones de precariedad económica y social, generando un amplio respaldo  popular. Sin embargo, este apoyo, alimentado por la ilusión y la manipulación, avala  mayoritariamente un modelo de gobierno dictatorial y tiránico. En contraste, la Resistencia  y la oposición defienden el contrato social establecido por la Constitución de 1983 y los

Acuerdos de Paz de Chapultepec de 1992, fundamentado en principios democráticos y los  eventos históricos que los propiciaron. Tanto la democracia burguesa estadounidense como  la salvadoreña, al igual que las prolongadas luchas revolucionarias del pueblo salvadoreño

(1932-1992), constituyen proyectos históricos emancipatorios inconclusos. Estos, pese a sus limitaciones históricas, derivaron en crisis culturales, sociológicas e institucionales que, a su vez, propiciaron el ascenso neofascista del bukelato y el trumpismo.

III. La ineficacia de la oposición para analizar con profundidad las complejidades del momento  histórico —en particular, el nuevo orden geopolítico mundial y la economía política  cibernética y regional— fortalece la hegemonía política y la densidad estratégica del  bukelato. La nueva economía política mundial, impulsada por avances cibernéticos — especialmente en redes sociales, tecnologías de comunicación y, de manera central, el  desarrollo de la inteligencia artificial—, genera nuevas dinámicas capitalistas. Estas  dinámicas transforman la producción de conocimiento, información y riqueza, así como la  concentración y distribución de capitales residuales, a expensas de miles de millones de  productores y consumidores sometidos a nuevas formas de ignorancia y alienación. A partir  de estas crisis, Bukele ha logrado interpretar con mayor agudeza el contexto histórico y las  tendencias mundiales —para su beneficio personal y despótico—, en contraste con sus  opositores, quienes aún analizan las dinámicas nacionales e internacionales con códigos  desfasados de hace 25, 50 o incluso 75 años. Así, ha consolidado un contrato social con la  mayoría de la población salvadoreña, a la cual somete mediante la corrupción, la  estigmatización y la opresión masiva de los sectores marginados, la precarización de la  educación y la cultura, y la eliminación del proceso democrático.

IV. El actual orden geopolítico mundial, marcado por la consolidación del autoritarismo  trumpiano y su deriva hacia una dictadura, junto con la carrera descontrolada por la  inteligencia artificial —sin límites éticos ni de seguridad en el marco del tecnofeudalismo —, ha normalizado la crueldad a escala global, impulsada por grandes corporaciones y  potencias como Estados Unidos y China. Esta institucionalización de la violencia se refleja  en las redadas racistas contra comunidades hispanoamericanas y otras minorías bajo el  régimen de Trump, así como en las torturas, asesinatos y fosas comunes reportadas en el  sistema carcelario salvadoreño durante el régimen de excepción. El trumpismo, un proyecto  político en gestación, y el bukelato, ya consolidado, encarnan expresiones del neofascismo  del siglo XXI.3 No necesitan camisas negras ni pardas: en el caso del bukelato, el terror se  ejerce mediante jaurías digitales y fuerzas de seguridad estatales que perpetran acosos,  secuestros y agresiones, con el respaldo tácito de sectores marginados que, paradójicamente, son las principales víctimas de esta tiranía. Este régimen orquesta una guerra de pobres contra pobres, dirigida por una nueva oligarquía que instrumentaliza el conflicto para  afianzar su dominio.

V. Los referentes ideológicos de Bukele provienen de los intelectuales de la nueva derecha  reaccionaria, agrupados en la llamada Ilustración Oscura, y del populismo de derecha.4

VI. Numerosos intelectuales orgánicos y públicos salvadoreños, como presentadores de  televisión, locutores radiales, analistas y otros, apoyan de manera implícita o explícita el  régimen autoritario de Bukele. Estos actores normalizan los actos prevaricadores y tiránicos  del bukelato, al no cuestionar las reformas constitucionales impulsadas por el gobierno ni  denunciar los notorios abusos contra los derechos humanos. Entre estos abusos destacan los  casos de los abogados Ruth Eleonora López, Enrique Anaya, Alejandro Henríquez, el pastor José Ángel Pérez, así como las cientos de víctimas inocentes del régimen de excepción.

VII. El sujeto social que sustenta el bukelato emerge de las condiciones sociológicas y políticas  objetivas, marcadas por la tensión dialéctica entre la vieja derecha derrotada y el FMLN en  el poder. Ambos gestionaron una estructura económica heredada que no transformaron,  perpetuando desigualdades y generando una sensación generalizada de fracaso. Este  desencanto colectivo ha sido un terreno fértil para el ascenso del proyecto político  autoritario de Bukele.

VIII. Contrario a lo que muchos críticos del bukelato afirman, los asambleístas de Nuevas Ideas  no son necesariamente torpes ni ineptos, ni siempre fueron oportunistas. Muchos de ellos  comenzaron como jóvenes idealistas, críticos y desilusionados dentro de las filas del FMLN. Inicialmente, estos actores impulsaron un proyecto político que buscaba corregir las fallas  sociales y políticas del pasado. Sin embargo, con el tiempo, fueron cooptados por el sistema  y, lejos de mantener su postura crítica hacia el anterior régimen democrático, se convirtieron en fervientes seguidores de Bukele, adoptando prácticas aún más cuestionables que las de  sus predecesores del FMLN y ARENA. Esta metamorfosis es alarmante, ya que pone de  manifiesto la significativa capacidad de deterioro moral dentro de las dinámicas  sociopolíticas nacionales.

IX. La juventud trabajadora e históricamente desposeída constituye el principal blanco de la  opresión dictatorial: por un lado, sufre la represión y estigmatización más brutal; por otro, es objeto de una intensa manipulación y condicionamiento ideológico y político para  desmovilizarla y perpetuar la dictadura.

 

X. Es un error estratégico suponer que un gobierno demócrata en Estados Unidos, o cualquier  otra potencia extranjera, derrocará la dictadura de Bukele. El bukelismo se sostiene  mediante alianzas pragmáticas con potencias como Estados Unidos y China. De ser  necesario, Bukele podría buscar respaldo en actores globales como Rusia, China o Turquía  para obtener financiamiento o garantizar rutas de escape o refugio. Al igual que ni  demócratas ni republicanos han ejercido presión suficiente para provocar la caída del  régimen de Ortega y Murillo en Nicaragua, tampoco lo harán con el régimen de Bukele. Un  proyecto de liberación salvadoreño debe surgir y sustentarse en un nuevo sujeto social  revolucionario, profundamente arraigado en las realidades y aspiraciones históricas del  pueblo salvadoreño.  Continuará

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