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Santos Mabel Saravia, en su hogar en el caserío Santa Marta, cantón Las Mesas, Tecoluca, San Vicente, en el  Bajo Lempa, perdió a su hija Kimberly, en marzo pasado, por Insuficiencia Renal Crónica. Foto Diario Co Latino/Stella López

El sabor amargo del monocultivo de la caña de azúcar

Gloria Silvia Orellana
@GloriaCoLatino

La pequeña tumba de Kimberly se encuentra adornada con flores silvestres amarillas, a la vera del camino que lleva al hogar que compartió con Santos Mabel, su madre y hermanas, en el Bajo Lempa, San Vicente. Esta niña, de 7 años, enfrentó a su temprana edad, una Insuficiencia Renal Crónica.

La casa de láminas y plástico, dista a unos cinco metros de un plantío de caña de azúcar, que como la familia Saravia, han sido amurallados por cientos de manzanas de este monocultivo. Una expansión que les cuesta por año, no solo sus pequeños cultivos de hortalizas o granos básicos, sino también, la vida.

Algunos naturales del lugar mientras otros llegados como repobladores, luego del conflicto armado de los años ochenta. La mayoría de esta población vive en extrema pobreza y enfrenta el dilema que el único empleo remunerado, pero informal, se encuentre en los cientos de manzanas que se van extendiendo, año con año, en el área, dejando poco espacio para cultivos de granos básicos o legumbres por la incidencia de la contaminación, la sobre explotación del recurso hídrico y la muerte por el mal renal.

Existen diversos estudios e investigaciones que han definido a El Bajo Lempa, con una alta fertilidad de los suelos y su biodiversidad que proviene de su posición geográfica en la planicie de la costa, que se extiende entre los municipios de Zacatecoluca, La Paz; Tecoluca, San Vicente y Puerto El Triunfo y Jiquilisco, Usulután.

El río San Antonio, cruza apacible, a espaldas de José Ramiro Rosales, residente en el caserío Agua Zarca, cantón Los Marranitos, Barrio Nuevo, Zacatecoluca, las lluvias tropicales inundan la zona y los cañeros lo represa para el riego del monocultivo, además de la contaminación por pesticidas. Foto Diario Co Latino/Stella López

La brisa caliente que circula en el caserío Santa Marta, cantón Las Mesas, Tecoluca, San Vicente, dan cuenta del escenario común del Bajo Lempa, ahí Santos Mabel Saravia recuerda a su hija Kimberly, sus esfuerzos por salvar su vida y la resignación que le da su fe, en volverla a encontrar en otro plano, menos espinoso.

“Kimberly tenía 3 años cuando convulsionó por primera vez, la llevé al Hospital Santa Teresa, me dijeron que era un parásito en su naricita que tenía y debía estar aislada. Al día siguiente, nos llevaron al Hospital Bloom, llegamos a las 8 de la noche y solo al llegar me dijeron que era Insuficiencia Renal, ingresó a Medicina Interna, en el cuarto nivel y estuve tres meses con ella. La identificaron como niña nefrótica, fue paciente externa un año completo”, relató.

Un paciente nefrótico, según literatura médica, es un síndrome que generalmente se presenta con daños en los “racimos de vasos sanguíneos” de los riñones, que son diminutos y que filtran los desechos y el exceso de agua de la sangre. Situación que causa hinchazón específicamente en pies y tobillos, y deteriora la salud del paciente.

“Al año de tratamiento, mi niña se puso como una bolsita transparente de agua. En el Bloom me dijeron que debía ponérsele catéter de diálisis, pasó a diálisis y ese tratamiento solo duró un mes, su cuerpo lo rechazó y le salían muchas hernias. Pasó a hemodiálisis y el único catéter que le duró 11 meses cabalito, fue en (la vena) yugular. Ella vivió cuatro años más, y el 23 de marzo de este año, murió, su corazoncito ya no aguantó”, dijo.

Sobre el padecimiento de la Insuficiencia Renal Crónica, a tan temprana edad de Kimberly, Santos Mabel explica que: “Un médico me dijo que yo era la portadora de la enfermedad renal y se la pasé, no sabía que estaba embarazada y trabajé en los cañales. Además, cuando riegan veneno en la caña de azúcar, lo hacen bien bajo que le cae encima”, señaló.

Contrariamente, la producción de caña de azúcar goza de salud, según un estudio de Voces en la Frontera, pues la producción de azúcar en las últimas siete zafras (cosecha) ha ido del 15.65 de millones de quintales (2013-2014) a 17.97 de millones de quintales (2019-2020). Exportando a mercados internacionales de China, Estados Unidos, República China de Taiwán, Corea e Italia, generando millonarias divisas. Mientras, en el consumo interno destinan 290,000 toneladas métricas al año.

La promotora Sonia Guadalupe Hernández, de la Asociación para el Desarrollo de El Salvador (CRIPDES), San Vicente, reiteró la demanda de un centro asistencial con especialidad en nefrología. Foto Diario Co Latino/Stella López

El río San Antonio cruza cristalino y apacible, a espaldas de José Ramiro Rosales, quien reside en el caserío Agua Zarca, cantón Los Marranitos, Barrio Nuevo, Zacatecoluca, quien narró que las lluvias provocadas por Amanda, Cristóbal, ETA e IOTA, generó desbordamientos significativos, que vulneraron a miles de familias que residen en el Bajo Lempa, perdiendo las pocas pertenencias.

“Las inundaciones nos afectan, pero también la contaminación de las aguas del río, por pesticidas que afecta el pescado y moluscos del manglar. Ellos nos dicen, cuando es fecha de la zafra (cosecha), que lo que tiran es madurante, pero eso es herbicidas que nos afecta en salud, a los animales, árboles frutales, cultivos de legumbres y hasta las viviendas, porque hemos notado que pica las láminas y luego, ese moho, termina en goteras y la gente se queda sin un techo seguro”, señaló.

El monocultivo de la caña de azúcar es reconocido no solo por los habitantes del Bajo Lempa, como una producción contaminante y extractivista, estudios de organizaciones ambientales en la zona, han señalado el impacto que causa en la salud de las comunidades, su constante exposición a diversos pesticidas que pese, a contar con un marco de regulación, no se aplica.

La realidad es difícil en el Bajo Lempa, rodeados de campos de caña, que van mermando las tierras para la agricultura de granos básicos o la ganadería. José Ramiro afirmó que pese al temor de enfermar o no tener empleo, muchos trabajan en los cañales, exponiéndose a las afectaciones.

“Ahora se puede ver el río San Antonio, tranquilo y clarito, nada enojado, pero las tormentas son otra cosa con las llenas. Además, allá por febrero lo represan los cañeros para sacar agua para el regadío y lo sueltan hasta que comienza el invierno. Tampoco se puede pescar porque todo los pesticidas caen al agua y se envenena y lo sufren también el manglar, que no le llega el agua dulce. Nosotros en Agua Zarca, ya no nos llega el agua por el río en esa época. Yo participó de la comisión de protección civil comunitaria, en invierno estoy pendiente del río para prevenir las llenas, porque hay desbordamientos que sobrepasan los cien metros a lo ancho del río. A veces viene gente del Gobierno, nos visitan, pero la ayuda es poca, no tenemos una ayuda permanente que de otras alternativas”, relató.

La ilusión de generar ingresos económicos es lo que motiva a la mayoría, advirtió José, lo que vuelve importante obtener un puesto de trabajo en las diversas etapas del cultivo desde la siembra, riego y zafra de la caña. Los más experimentados pueden quedarse de manera permanente, pero el grueso que llega a la zafra son por 6 dólares diarios.

“Se entra a las 6 y se sale a las 10 de la mañana, algunos patrones quieren que uno trabaje hasta al mediodía, pero no se puede con este calor. Del año son cuatro meses, los que no se trabaja en la caña, aunque algunos trabajan con los vecinos, para no trabajar en el cañal por el daño a la salud, otros se rebuscan con pesca que es más difícil y otros crían gallinas. Cuando hemos luchado por el salario y las horas de trabajo, lo que hacen es traer gente de otros pueblos, a los que pagan menos, porque les descuentan el transporte y diesel del viaje, y no les pagan lo que les corresponde”, comentó.

El estero de Jaltepec, con una extensión de 28 kilómetros de largo, hábitat natural de aves costeras, así como vivero de diversos moluscos marinos, no escapa a la contaminación de los pesticidas de la industria de la caña, explicó José Antonio Jovel, presidente de la Intercomunal IDES, quien habló de la afectación a la flora y fauna del lugar.

Joven del Bajo Lempa fumiga el cultivo de la caña de azúcar, sin máscara, guantes o botas, carga una mezcla de pesticidas en su bomba de mochila. Que pese a que el dueño del terreno afirmó que no era agresivo, pero en los recipientes aclaraban que eran peligrosos y no tenían antídoto. Foto Diario Co Latino/Stella López

“Ya no hay camarón y pescado en el lugar, hay que ir a buscarlo lejos, hemos mantenido una lucha con las denuncias ante las autoridades de Gobierno, pero no hemos encontrado un interés en (Ministerio ) Medio Ambiente, (Ministerio) Agricultura y Ganadería. Y las 16 comunidades que somos los afectados, hemos escrito sobre los problemas que nos genera la contaminación. Y no digamos el asolvamiento de los ríos, porque han tapado los drenajes los cañeros, porque solo aplanaron el terreno para sembrar caña, inundando a las comunidades con las crecidas del río, y claro, nuestra salud también, nuestro cultivos que son especies menores que son nuestro medio de vida. Los cañeros se llevan sus ganancias y dejan solo a las comunidades las cenizas y el tile”, refirió.

La Organización Panamericana de la Salud mandató en 52 reunión del Consejo Directivo de la OPS, y los países miembros que la componen, establecer y fortalecer una vigilancia de la enfermedad renal, la atención médica para estos pacientes y realizar un trabajo combinado con las comunidades que han resultado afectadas con este problema, a fin de mitigar “consecuencias sanitarias, sociales y económicas”, que genera esta enfermedad.

La promotora Sonia Guadalupe Hernández, de la Asociación para el Desarrollo de El Salvador (CRIPDES), en San Vicente, reiteró que han demandando desde algunos años atrás, un centro de asistencia de salud, más cercano a la zona del Bajo Lempa, para evitar todos los costos que implica un paciente renal, de la zona rural de escasos recursos económicos, su derecho humano a la salud.

“Por ahora, nos encontramos recopilando datos clínicos, testimonios y pruebas técnicas, sobre el uso excesivo de los agrotóxicos en el municipio de Tecoluca, y sus afectaciones que resultan en la Insuficiencia Renal Crónica, y otras enfermedades que la población presenta, y específicamente la niñez. Nos reunimos con un nefrólogo de un establecimiento de salud, quien nos explicó, que es una enfermedad que va en ascenso, que afecta a una gran parte de la población, que a partir de su experiencia médica se registran alrededor de 300 casos nuevos cada año, lo que es impactante porque es solo en el municipio de Zacatecoluca, según nos informó. Y si a esto sumamos la complejidad de la atención en el sistema nacional de salud, se vuelve insostenible. Este año, una compañera de Puerto Nuevo falleció en la fila que estaba haciendo en Hospital Rosales, para su diálisis, entonces, esto es grave, y no puede el Gobierno ignorar un gran problema de salud, social y económico”, puntualizó Hernández.

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