El príncipe negro

EL PRÍNCIPE NEGRO

Por Carlos Andrés Villacorta

En un reinado del medio oriente vivían dos reyes en constante discusión por cuestiones de límites territoriales, y sólo vivían preparándose para la guerra. Después de algún tiempo uno de los reyes llamado Alfayid envió a su hijo Mustafá para que en forma diplomática se evitase una guerra. Fue así como llegó a la corte y al palacio del rey Sadomac, quien le recibió y dialogaron cómo arreglar y solucionar el problema y evitar una guerra.

Sadomac tenía una hija, la princesa Deyanira, quien al ver al príncipe quedó deslumbrada por la elegancia y el porte varonil y gallardo de Mustafá.

Amor a primera vista, lo que siente, pero no se dice, el príncipe también queda anonadado por la belleza de la princesa Deyanira.

Él le envía recados y ramos de las más fragantes rosas que encontraba en los oasis y piedras preciosas con que comerciaban las caravanas que cruzaban el desierto. Le iba a ver constantemente en su bello potro  negro azabache enjaezado con lujo de detalles, la montura tenía adornos de oro y plata. Ya pueden imaginar, potro que le obsequió su padre Alfayid al cumplir los veinte años. Él le cantaba bellas melodías y ella se asomaba al balcón de su ventana.

Se me olvidaba decir que Mustafá cultivaba rosas rojas y blancas en su jardín, pero tenía preferencias por las rosas negras y en su atuendo usaba una capa negra bordada con hilos de lata y oro.

El príncipe rapta a la princesa en su potro y la lleva en ancas por lo ancho y largo del desierto. Jinete y caballo en un verdadero espectáculo. Así van los enamorados por el desierto huyendo del padre de Deyanira, quien no aceptaba esa relación y van en busca de un lugar tranquilo en donde puedan vivir su amor, huyen de la cólera del rey, que al darse cuenta les maldijo por haber huido. Debo aclarar que el príncipe raptó a la princesa después de varios intentos fallidos de pedirla en matrimonio, y que el padre se lo negó.

El noble potro cabalgó y cabalgó por aquellas arenas del desierto, llevando en su lomo a los príncipes, preciosa y bella carga. El cielo fue testigo de aquel sagrado idilio, cuando ella le entregó su corazón, el potro cae y muere de sed y de cansancio, no pudo resistir, mas ellos continúan y caminan varios días perdidos y sin rumbo, desesperados, angustiados, sin agua y esperando la muerte. Él le decía: “moriremos de amor y por amor”.

Sadomac al enterarse envía a doce de sus mejores gladiadores guerreros a capturarles, pero nunca los encontraron.

El príncipe y la princesa, por fortuna encontraron un oasis casi muertos de sed, donde había caravanas que cruzaban el desierto, cantidad de camellos y mercaderes que transportaban y comerciaban con diferentes mercancías. Encuentran alivio en el oasis. Alfayid busca al jefe del oasis y le explica el problema en que se encuentra con su amada Deyanira, huyendo ambos de la cólera del padre enfurecido y le cuenta la historia. El príncipe le ofrece unas piedras preciosas que lleva consigo, para solicitarle ayuda.

El jefe rechaza el ofrecimiento. Le dice que es amigo de su padre y cuando eran jóvenes ambos tuvieron una gran amistad y le dará su ayuda incondicional.

“Con mucho cariño te ayudaré. Tu padre me prodigó muchos favores y es amigo de mi juventud. Una de esas noches la caravana fue atacada por los beduinos del desierto y como se sabe que son ladrones: asaltan, roban y matan si piedad alguna. El príncipe colabora con la defensa del oasis y ayuda a combatir, piensan como hacerle frente. Reúnen a los hombres de las caravanas que se unen al combate y las mujeres y los niños son resguardados después de seis horas de un fiero combate en las que hubo muchos muertos de ambos bandos logran hacerles huir. Agradecido el jefe de las caravanas les obsequia un lindo camello y les aconseja y sugiere que regresen y les pidan perdón al padre de Deyanira. Y se me olvidaba contar que ella estaba embarazada, los constantes vómitos lo ponían de manifiesto. Así las cosas.

En su regreso llegan a diferentes sitios y lugares cierta noche deciden campar en una cueva para reposar y cobrar nuevas energías al entrar a la cueva se percatan que una mujer estaba dando a luz. ¿Y qué podían hacer? Y para ayudarles colaboran con ellos. Les dieron agua, mantas y les obsequiaron un manto con la estrella de David bordada, manto que a ellos les había obsequiado el jefe de las caravanas. Ya se escuchaban rumores que nacería un rey, el rey de los judíos.

Después de varios días interminables logran llegar al palacio del padre de Deyanira, todavía el agua no se les había agotado.

Dios hace milagros, Sadomac, padre de Deyanira se entera y cambia de actitud y les perdona, realizando una fiesta de bienvenida y reconciliación y piensa: “no he perdido una hija, he ganado un hijo”.

La alegría se hace sentir en el palacio, el padre de Deyanira invita al padre del príncipe comprende que es mejor así, por el bien de ambos reinos. Se celebra la boda y llegan otros príncipes invitados y amigos con regalos valiosísimos. Alfayid obsequia a su futura nuera un collar de perlas y un potro parecido al que murió en el desierto. Pueden imaginar la felicidad de los príncipes. En la fiesta hubo bailarinas y cantantes que entonaban melodías árabes. Se quedaron un tiempo a vivir en el palacio de Deyanira. Mustafá se siente muy feliz, pues después de nueve meses nace una hermosa niña que bautizan Soraya.

Como el secreto de la mina de oro se lo tenía guardado el príncipe Mustafá decidió que con esas cantidades de oro construirían un oasis artificial para aquellos viajero que lo llegaran a visitar pues recordaba las angustias que había pasado con Deyanira ahora convertida en su esposa.

Los dos reyes se abrazan y por el amor a sus hijos deciden unir ambos reinos y no volver a la guerra jamás. Soraya crece llena de atenciones dentro del palacio de su abuelo Sadomac. Así crece esta niña, una princesa.

La princesa de esta historia era una persona que gusta de leer. Decían que poseía el arte de levitar. Leía mucho las mil y una noches. Nunca se casó y permaneció soltera. Cuando murieron sus padres la tristeza fue muy grande, pero la compensó y llenó el vacío haciendo obras de caridad a los pobres de los más pobres, con el oro de la mina que heredó de su padre Mustafá.

 

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