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El misterio de Tina Modotti

Iosu Perales

Visitando una exposición del escultor vasco Juan Gorriti en el Palacio Miramar de Donostia-San sebastián, encontré unos cuantos libros junto a una vaca azul. Uno de ellos dedicado a la fotógrafa Tina Modotti, una mujer misterio, nacida en Italia en 1896, luchadora social en México y combatiente en la guerra civil española.

El poeta norteamericano Kenneth Rexroth la recordó como una mujer  espectacular que visitaba cafés donde se reunían políticos, bohemios, pintores e intelectuales, y paseaba con desenfado, cámara en mano, por los círculos artísticos de Ciudad de México, donde algunas voces la llamaban la Mata Hari de la Komintern. Fotógrafa de profesión, de familia humilde y emigrante, ejerció su poder de seducción sobre la intelectualidad mexicana de los años veinte. Antes de su compromiso revolucionario se abría espacio por su belleza y sensualidad. No sólo los demás le rendían culto a su cuerpo, sino que ella misma estaba absorbida por las experiencias afectivas que era capaz de suscitar. En esta etapa de su vida era una mujer que vivía para el placer y los sentidos, sin ocultarse ni ocultarlo.

Por tratarse de una época donde la libertad sexual de las mujeres no podía ser ni siquiera soñada en México, Modotti fue sin duda alguna una cuestionadora de las costumbres y los tabúes sexuales. Fue una mujer que vivió en una época que no era la suya -el México provinciano y ranchero de los años veinte- y en la que reivindicó su derecho a gozar sensiblemente sin estar atada a -o depender de- un hombre. Se casó con el escultor Robó, a quien amó y murió en México. Fue amante del fotógrafo Edward Weston, con el que conservó siempre una amistad sincera. Se emparejó con Xavier Guerrero, un silencioso comunista que la inició en las ideas y en la vida del partido; tal vez el hombre por el que más sufrió. Se enamoró de Julio Antonio Mella, fundador del Partido Comunista de Cuba, de quien admiró la fuerza de sus convicciones.

Con el cubano Mella vivió un intenso romance que duró hasta el asesinato de éste, en enero de 1929, cuando caminaban del brazo por una de las calles de la ciudad de México. La experiencia amorosa con Mella y la difícil situación que le acarrea su muerte -las autoridades mexicanas la acusan de cómplice en el asesinato del comunista cubano- la vinculan a los círculos comunistas de este país en actividades de propaganda y denuncia. Bajo la sospecha de haber participado en un atentado contra el presidente de México es encarcelada; en consecuencia, la amenaza de deportarla a su país, una Italia dominada por Mussolini, no se hace esperar. Una vez deportada, en 1930, recibe la ayuda del militante comunista Vittorio Vidali (Enea Sormenti), -enviado a México por la Internacional Comunista-, quien prepara las condiciones para que ella pueda viajar a Alemania (con Hitler amenazante) donde los comunistas le ayudan a viajar a la Unión Soviética.

Tina desemboca en la Plaza Roja. Prácticamente entonces se inicia la radical conversión de Tina Modotti. Trabaja en el Socorro Rojo Internacional ejerciendo responsabilidades importantes y llevando a cabo misiones de mucho riesgo en diversos países. Es reclutada por la Internacional Comunista como una agente en el exterior, previo entrenamiento y comprobación de su fidelidad. Tras varias misiones a Alemania en su calidad de agente secreto, a mediados de los años treinta la envían a su prueba más difícil: la guerra civil española. Pelea contra las tropas franquistas, cura heridos. Su vida personal se sacrifica en la lucha de los comunistas por la República, con disciplina y fervor.

La derrota de la República le duele, y como otros tantos vencidos tiene que abandonar España y embarcarse hacia otro país. Vuelve a México donde es recibida por antiguos amigos que le manifiestan cariño, aunque ya no la efusividad de antes. Tina Modotti es otra; incluso muchos no logran reconocerla. Está vieja y cansada. La militancia comunista la hizo olvidarse totalmente de sí misma, al punto de haber perdido la costumbre de verse en un espejo, pues esa era una costumbre burguesa que desviaba la atención de las necesidades de la lucha revolucionaria. Muere olvidada de sí misma y olvidada por los demás -en el asiento trasero de un taxi en marcha- mientras se dirige a su casa.

Tina Modotti, una mujer bella y sensual, cansada y con ojeras, sin lavarse los dientes y verse al espejo, entregada totalmente a una causa que traería la salvación definitiva a los pobres de la tierra. Tina es una de esas personas, hombres y mujeres, que tuvieron una conversión y alimentaron con su sacrificio personal y su disciplina la ideología comunista. Esta fue la clave de su fuerza, pero también de su fanatismo y dogmatismo. Dogmatismo que le llevó a romper con Diego Rivera, por haber aceptado pintar varios murales por encargo del gobierno. Para Tina Modotti no había lugar a la flexibilidad, cuando se trataba de la revolución; ni siquiera con el hombre que la había inmortalizado en sus murales repartiendo armas al pueblo. Su entrega a la causa revolucionaria durante la guerra española mereció, en 1971, estas palabras de María Teresa León, escritora española y durante muchos años compañera del poeta Rafael Alberti: “Después de treinta años, las mujeres seguimos aprendiendo de ti, de tu dedicación, de tu lucha por la causa del proletariado, de tu solidaridad con los que sufren” La vida de Tina Modotti, fotógrafa italiana que vivió en México y luchó en la guerra civil española, ilustra el caso de muchos militantes comunistas que se entregaron de cuerpo y alma a una causa que ofrecía la redención de la humanidad a cambio del sacrificio cotidiano, la disciplina y la renuncia a la propia individualidad. Más allá de los acuerdos o desacuerdos estas personas como Tina merecen un recuerdo: marcaron una época y a su modo dieron ejemplo de entrega a la humanidad.

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