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El fondo de todas las horas Poemas de Wislawa Szymborska

 

 

Wisława Szymborska (nacida el 2 de julio de 1923 en Bnin [ahora parte de Kórnik], Polonia; murió el 1 de febrero de 2012 en Cracovia), poeta polaca cuyas exploraciones inteligentes y empáticas de cuestiones filosóficas, morales y éticas la hicieron acreedor del Premio Nobel de Literatura en 1996.En la década de 1980 escribió para la prensa clandestina bajo el seudónimo de Stanczykówna y también escribió para una revista en París. Marcó un cambio claro hacia un estilo de poesía más personal y expresó su insatisfacción con el comunismo (el estalinismo en particular). Volúmenes posteriores, como Sól (1962; “Salt”), Sto pociech (1967; “No End of Fun”) y Wszelki wypadek (1972; “Could Have”), contienen poemas que destacan por su lenguaje preciso, concreto e irónico. desapego. Sus poemas se tradujeron al inglés y se publicaron en colecciones como Sounds, Feelings, Thoughts: Seventy Poems (1981), People on a Bridge: Poems (1990),Vista con un grano de arena (1995), Monólogo de un perro (2005) y Aquí (2010) entre otros.

 

NADA DOS VECES

 

NADA SUCEDE DOS VECES ni va a suceder, por eso

sin experiencia nacemos,

sin rutina moriremos.

En esta escuela del mundo

ni siendo malos alumnos repetiremos un año,

un invierno, un verano.

No es el mismo ningún día,

no hay dos noches parecidas,

igual mirada en los ojos,

dos besos que se repitan.

Ayer mientras que tu nombre en voz alta pronunciaban

sentí como si una rosa cayera por la ventana.

Ahora que estamos juntos,

vuelvo la cara hacia el muro.

¿Rosa?

¿Cómo es la rosa?

¿Como una flor o una piedra?

Dime por qué,

mala hora,

con miedo inútil te mezclas.

Eres y por eso pasas.
Pasas, por eso eres bella.

Medio abrazados,

sonrientes,

buscaremos la cordura,
aun siendo tan diferentes

cual dos gotas de agua pura.

 

 

 

 

MINUTO DE SILENCIO POR LUDWIKA WAWRZYNSKA

Y TÚ A DÓNDE,
ahí ya hay sólo fuego y humo.
—¡Hay cuatro niños ajenos,
voy por ellos!
¿Pero es acaso posible
de pronto desacostumbrarse
a sí mismo,
al orden del día y de la noche,
a la nieve del próximo año,
al rubor de las manzanas,
a las penas de amor,
del que nunca hay suficiente?
Sin despedirse, sin ser despedida
corre a salvar a los niños,
miren, los trae en los brazos,
se hunde en el fuego hasta las rodillas,
y tiene un cierto brillo en los alocados cabellos.

Y quería comprar un boleto,
irse unos días,
escribir una carta,
abrir la ventana después de la tormenta, recorrer un sendero en el bosque,

no cansarse de admirar a las hormigas, ver cómo el lago
se entorna por el viento.
Un minuto de silencio por los muertos dura a veces hasta entrada la noche.

Soy un testigo ocular del vuelo de las nubes y los pájaros,

oigo cómo crece la hierba
y sé darle nombre,
he leído millones

de signos impresos,
y con el telescopio he pasado
por excéntricas estrellas,
pero nadie hasta el momento
me ha llamado en su ayuda,
¿y si me pesa
la hoja, el vestido, el poema?…
Nos conocemos a nosotros mismos
en la medida en que nos ponen a prueba. Se lo digo a ustedes
desde mi ignorado corazón.

LAS CUATRO DE LA MADRUGADA

HORA DE LA NOCHE AL DÍA.
Hora de un costado al otro.
Hora para treintañeros.
Hora acicalada para el canto del gallo.
Hora en que la tierra niega nuestros nombres.
Hora en que el viento sopla desde los astros extintos.

Hora y-si-tras-de-nosotros-no-quedara-nada.

Hora vacía.
Sorda, estéril.
Fondo de todas las horas.
Nadie se siente bien a las cuatro de la madrugada.
Si las hormigas se sienten bien a las cuatro de la madrugada, habrá que felicitarlas.

Y que lleguen las cinco,
si es que tenemos que seguir viviendo.

 

VIETNAM

MUJER, ¿CÓMO TE LLAMAS? —NO SÉ.

¿Cuándo naciste, de dónde eres? —No sé.

¿Por qué cavaste esta madriguera? —No sé.

¿Desde cuándo te escondes? —No sé.

¿Por qué me mordiste el dedo cordial? —No sé.

¿Sabes que no te vamos a hacer nada? —No sé.

¿A favor de quién estás? —No sé.
Estamos en guerra, tienes que elegir. —No sé.

¿Existe todavía tu aldea? —No sé.

¿Estos son tus hijos? —Sí.

 

 

LA HABITACIÓN DEL SUICIDA

SEGURAMENTE CREERÁN QUE EL CUARTO ESTABA VACIO. Pues no.

Había tres sillas bien firmes.
Una lámpara buena contra la oscuridad.
Un escritorio, en el escritorio una cartera, periódicos.

Un buda despreocupado, un cristo pensativo.
Siete elefantes para la buena suerte y en el cajón una agenda.

¿Creen que no estaban ahí nuestras direcciones?
Seguramente creerán que no había libros, cuadros ni discos. Pues sí.

Había una alegre trompeta en unas manos negras. Saskia con una flor cordial.
Alegría, divina chispa.
Odiseo sobre el estante durmiendo un vivificante sueño
tras las fatigas del canto quinto.
Moralistas,
apellidos estampados con sílabas doradas
sobre lomos bellamente curtidos.
Los políticos justo al lado se mantenían erguidos.
No parecía que de este cuarto no hubiera salida,
al menos por la puerta,
o que no tuviera alguna perspectiva, al menos desde la ventana.

Los lentes para ver a lo lejos estaban en el alféizar.
Zumbaba una mosca, o sea que aún vivía.

Seguramente creerán que cuando menos la carta algo aclaraba.

Y si les dijera que no había ninguna carta.
Tantos de nosotros, amigos, y todos cupimos
en un sobre vacío apoyado en un vaso.

 

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.