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“Dichosas las manos que tocan la marimba” 

 

Javier Alvarenga, 

fotoperiodista

 

Las manos sincronizadas al mismo paso y velocidad. Las miradas fijas. Los semblantes alegres, pero bien concentrados en su trabajo rítmico para embellecer aún más la admirable plaza céntrica de Antigua Guatemala.

La marimba tronaba desde los portales, “El Rey Quiché” sonaba y se elevaba entre la brisa húmeda que envolvía la tarde sobre las coloridas y coloniales calles.

Los transeúntes perplejos ante la melodía, ante el portal blanco, en donde los músicos desgarraban los sentimientos golpeando cada tablilla de madera caoba. Una escena digna de detener las miradas y agudizar los oídos ante el instrumento insignia de nacionalidad Centroamericana, aunque el tal, no sea un aparato de percusión precolombina.

Su origen se remonta a una época turbulenta y de desgracia para los originarios de estas tierras Mesoamericanas, en la que los conquistadores traían consigo a sus esclavos negros para servir como capataces de estas tierras hurtadas. Y de esa fusión de elementos culturales. África, Europa y América (1492-1680) da como resultado la hoy conocida marimba de concierto.

África aportó el agrupar tablillas para percutarlas. Europa el sistema musical de escala de doce tonos, que asigna un nombre y sonido a cada tablilla. Mesoamérica los materiales, como la madera de hormigo, propia de estas áreas del continente americano, además del alma que le atribuyó las melodías que representan las tragedias de los conquistados.

Como: “Tristezas Quetzaltecas” Pieza llena de pasión, en la que Víctor Wotzbeli Aguilar (Compositor huehueteco) deseó regalar a los guatemaltecos un ritmo alegre, festivo que ayudara a mitigar las penas y angustias que son muchas y muy parecidas a las nuestras, ya que no es mucho la diferencia entre los problemas que nos embargan a los salvadoreños, injusticia que hemos heredado hasta el día de hoy.

Recuerdo esa tarde en Antigua Guatemala, no solo conocí esas frescas tierras, esa misma tarde conocí esa celebre melodía, que, en su percusión pudo trasmitir melancolía. Al final, creó un sentimiento contrario.

Una alegre admiración para un pueblo que resiste. Esperó haberte cautivado, para que busques la melodía y logres apreciarla y hacerla tuya, como yo lo hice ese día, frente a esos admirables músicos de chalecos tejidos a mano.

 

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