Vuelta al hidrógeno

Álvaro Darío Lara

Escritor y docente

 

Gracias a esa manía, heredada de mi padre, de firmar los libros adquiridos, fecharlos, e incluso dejar constancia del lugar y del sitio dónde se compraron, es que sé, que fue el 9 de febrero de 1983, cuando me facturaron el título “Antología” de Ernesto Cardenal, en librería de UCA, por un importe de siete colones exactos. Ya pasó bastante agua bajo los puentes de San Salvador, desde esa época.

La poesía del padre Cardenal de entonces, la leyenda de Solentiname, la figura del flamante Ministro de Cultura de la Revolución Sandinista, desde luego, inspiró e iluminó a toda una generación, a mi generación, entre otras. Pero no fue, debo expresarlo, el poeta exteriorista el que me deslumbró extraordinariamente. No fueron los Salmos, ni Hora 0, ni Walker en Nicaragua, ni su sentido Homenaje a los Indios Americanos, lo que se quedó para siempre en mí. Fue siempre esa profundidad mística, metafísica, extraña, de Gethsemany, Ky, y de su Oración por Marilyn Monroe y Otros Poemas, lo que me marcó, y lo que me llevó a dos de sus grandes afectos, suyos y míos: Thomas Merton (su maestro trapense) y el infinito y maravilloso Alfonso Cortés (en el decir del poeta, “uno de los más grandes poetas de la lengua castellana”).

Años después tuve, como muchos, el placer de encontrarlo, en la presentación de su “Canto Cósmico”, en la UCA de Managua, a inicios de los noventa. Un hombre, un intelectual, un poeta muy sólido, más allá de los masivos experimentos exterioristas que la revolución sandinista promovió mediante los multitudinarios talleres de poesía, que llevaron a muchos a ver poetas hasta en la luna (como decía Neruda). Pero que nada nos turbe, ya que es el tiempo, el que al final, inevitablemente, pone los puntos sobre todas las íes.

Hoy que el poeta ha emprendido su vuelo hacia la eternidad, vuelvo a esa vieja edición de EDUCA, de mis juveniles días, y leo con fervor: “Los rostros que aquí ríen en esta foto amarilla/ con un fondo de olas borrosas y una roca borrosa/ ¿adónde estarán riendo ahora –si todavía ríen? /Unos estarán lejos. Las muchachas están viejas. / Mauricio ya está muerto. Sólo este mar está lo mismo. /Sólo las olas no han cambiado:/ es la “Peña de los Novios” / y todavía están las mismas olas frescas reventando”. (Foto). Es el tema de la fugacidad de la vida, de lo que apenas dura un instante.

Hoy que el poeta inicia el eterno retorno, regresan también sus versos: “Pero cuando el cosmos vuelva al hidrógeno original/-Porque hidrógeno somos y en hidrógeno nos hemos de convertir-/no resucitaréis solos, como fuisteis enterrados, /sino que en vuestro cuerpo resucitará toda la tierra:/ la lluvia de anoche, y el nido del reyezuelo, /la vaca Holstein, blanca y negra, en la colina, / el amor del cardenal, y el tractor de mayo”.  ¡Feliz retorno poeta, ya pronto, todos, también, volveremos al nitrógeno, al hidrógeno original!

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