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Una propuesta inclusiva para un FMLN con futuro

Iosu Perales
A MODO DE PRÓLOGO

No hay izquierda viable, con capacidad de apuntar hacia un futuro más social y democrático de nuestro país, si no corrige el rumbo actual y sustituye las confrontaciones internas por algún modo de cooperación.  Es ya demasiada la fractura interna, y excesiva una pelea que se dirime en el terreno del sectarismo más atroz, donde los que una vez fueron camaradas se pelean sin compasión y se niegan los unos a los otros.

Esta izquierda salvadoreña maltrecha no debe pasar a la historia como cainita, como un desastre político y humano, como incapaz de corregirse a sí misma, como el ejemplo de lo que no se debe hacer. Si eso ocurriera sería una desgracia a perpetuidad. Ciertamente, lo que ocurre en el interior del FMLN donde mucha militancia da la espalda a otra, es una tragedia. Ideales que son corrompidos, promesas revolucionarias que son mentira, jirones de vida botados a la basura.

Hemos pasado de una utopía compartida al olvido injusto de lo que fuimos y de lo que el pueblo esperaba de nosotros. Vivimos un formidable desencanto. ¿Valió la pena?

Probablemente todo comenzó cuando tras los Acuerdos de Paz no tomamos en cuenta que el mundo estaba cambiando rápidamente, mientras nosotros repetíamos una y otra vez un modo de vivir y convivir dentro del partido que olía a pólvora y a orden militar, a una jerarquía que llevaba en su interior los años contados. No supimos anular a tiempo una cultura heredada de la guerra y un estilo burocrático.

Loa Acuerdos de Paz no trajeron la justicia anhelada, pero trajeron como fruto una democracia prometedora. Unos más entusiastas que otros; unos más optimistas y otros más pesimistas, vimos en aquello Acuerdos la semilla de un futuro mejor. Aquellos años fueron el mejor de los tiempos, como los de hoy son el peor de los tiempos. Pasamos de la esperanza a la desesperación.

Los años que nos han tocado vivir, han sido de locura. De una bendita locura en la que alimentamos la fe por cambiar la vida, a una locura enfermiza que ha generado enemigos donde había unidad y afectos. No puede ser. O al menos no debe ser.

Sin embargo, lo que nos está ocurriendo es una obra humana. Nada hay en lo humano que no pueda cambiar. Necesitamos hacerlo y tomar conciencia de que tenemos otra oportunidad. El partido FMLN, unido u organizado en agrupamientos, en corrientes, puede y debe entender que el pueblo salvadoreño sigue esperando. Que no hay división que no se pueda corregir. Que no hay sectarismo que no se pueda combatir y que es posible convertir el circulo vicioso de las descalificaciones, por el círculo virtuoso de la cooperación. La creación de un Frente Amplio debiera ser el incentivo que se necesita para avanzar hacia otro estadio organizativo de la izquierda.

Las líneas que siguen son para quienes, apelando a la voluntad, están en la disposición de abrir vías que puedan canalizar las energías revolucionarias que aún quedan y son muchas, aunque estén diseminadas. Quienes en sentido contrario alimentan la brecha de la división deberían pensar que su tiempo político ha terminado. Este es un momento para los resistentes, para los luchadores, para los y las revolucionarias humildes que viven estos malos días con las manos tendidas. Nadie sobra, pero probablemente hay quienes no merecen estar en un nuevo empeño colectivo. Ellos y ellas tienen la última palabra.

¿QUIÉN ES EL ENEMIGO?

Este cambio de talante y de ideario presupone tener claro que nuestro enemigo es el enemigo del pueblo, no otro. El enemigo no está adentro, no somos nosotros. El pueblo no nos señala como sus enemigos, aunque pueda señalarnos como causantes de fracasos políticos. Es pues necesario señalar al enemigo principal encarnado hoy en el mal Gobierno y en especial en Nayib Bukele, quien despliega una autocracia propia de tiempos pasados, cuando el país era una gran finca en manos privadas.

OBJETIVO: EL FRENTE AMPLIO SALVADOREÑO

Para empezar, hay que decir que las sociedades latinoamericanas están cambiando su paisaje social, laboral, sociológico y sociopolítico, a buena velocidad. Este cambio alcanza a El Salvador. El relato tradicional de la izquierda de que los cambios serían la obra de los obreros y campesinos, el sujeto histórico por excelencia, debe ser pensado de nuevo. Y al hacerlo hay que analizar por qué amplios sectores populares, incluyendo mucha gente pobre, votan a la derecha. Probablemente es así porque en su construcción mental-cultural sigue pesando el relato anticomunista, los temores a esa izquierda expropiadora que la derecha dibuja una y otra vez en sus poderosos medios de comunicación. La cuestión es, ¿cómo llevar adelante una nueva hegemonía incorporando a buena parte de esos votantes a un proyecto de los de abajo (las mayorías) frente a los de arriba (una minoría social)? Ningún grupo o corriente del actual FMLN, por si sola, tendrá la posibilidad de disputar el poder a la derecha tradicional y menos aún a la nueva derecha. Sin una alianza amplia del campo progresista todo empeño fracasará.

No es que nuevos sectores sociales deban ser vistos como un nuevo sujeto que sustituye a la clase obrera, no, pero debemos contar y mucho con las clases medias en un nuevo relato que agrupe los dolores, los anhelos, sus reclamaciones frustradas y no satisfechas, y proponga un nuevo horizonte emancipador.

La transversalidad es ya en todas partes del mundo el desafío de las izquierdas. En cierto modo el neoliberalismo con su darwinismo social radical, nos ayuda a la construcción de un bloque plural y a la vez cohesionado que aspire a generar una nueva hegemonía a partir de realidades diversas capaces de convertirse en un consenso contra la oligarquía. De manera que, junto a los asalariados, otros sectores deben sentirse cómodos en una voluntad popular conformada a partir de materiales subjetivos y objetivos diferentes.

Ciertamente, hoy, en 2021, hemos de iniciar un proceso que tenga como objetivo un Frente Amplio formado por grupos políticos diferentes, movimientos ciudadanos y personas  independientes.

Ahora bien, la creación de un Frente Amplio debe reconocerse como un nuevo proyecto de país. Nuestros países, secularmente sometido a oligarquías que han prolongado el neocolonialismo tienen que darle la vuelta al calcetín, de manera que no deben limitarse a fundar una nueva forma de gobierno, sino que también fundar un nuevo país, una nueva patria autodeterminada. Un bloque nacional-popular, es un bloque histórico que ha de marcar una nueva época. Así pues, se trata de la reunión de diferentes elementos en una construcción que los articula en un consenso activo, una voluntad colectiva y una agenda o programa mínimo de medio plazo.

TRANSVERSALIDAD Y CONFLUENCIAS

El enfoque transversal no debe ser visto como un truco electoral. No es una idea para tener nuevos caladeros de votos. Es un cambio de enfoque. No responde desde luego a un planteamiento populista que persigue lo mismo que los partidos “atrápalo todo”. No. Lo que llamamos transversal no despolitiza, re-politiza. Aísla a las elites económicas y las castas políticas, y se afana en construir un pueblo para refundar un país. El discurso de lo transversal no es un ropaje, es un terreno de combate que disputa la hegemonía de modo frontal a la derecha que se siente propietaria del país. No es por consiguiente una batalla ambigua lo que se propone, al contrario, es un proyecto nacional-popular.

¿Cómo levantar este bloque nacional-popular? Tal vez la respuesta esté en un nosotros de los de abajo, en cierto modo heterogéneo y un ellos formado por esa minoría oligárquica, privilegiada. El objetivo es conquistar los corazones de las mayorías populares, hayan votado lo que hayan votado hasta el presente. Hay que aislar a las oligarquías.

La transversalidad supone una gestión adecuada de la relación entre ideología y política. Es la concreción del eje izquierda-derecha en la lucha social y política, desde una premisa de apertura a sectores no autoidentificados como de izquierda. La ideología como sistema de creencias y principios orienta nuestra acción política que trata de ser abierta. El eje izquierda-derecha está siempre presente y activo en el plano de las ideas y de los valores. Pero no es suficiente. Y no lo es porque la articulación de una realidad nacional-popular que es amplia y fragmentada requiere de una soldadura laxa que facilite la unión de todas las reivindicaciones. Así, la promesa de regenerar el país, afirmando la existencia de intereses concretos, de reclamos materiales que pasan por el reconocimiento de clases sociales, pasa finalmente por la recreación de una subjetividad colectiva, con referencias simbólicas y míticas que articulen demandas distintas bajo la idea de un nuevo y mejor país. Así es como la política es construcción de una razón de ser, la esperanza nunca debe defraudar y rendirse, es un campo de combate.

Hay una línea roja en el Frente Amplio: la justicia social y la democracia participativa son innegociables.

LA INTERVENCIÓN EN LAS INSTITUCIONES

Uno de los grandes campos de combate son las instituciones. Es un campo difícil para la izquierda por la capacidad de fagocitación que tienen. Las instituciones son como aspiradoras que tragan nuestra energía y nos seduce para paralizar nuestra capacidad de movilización y de paso canalizarla por vías que pueden ser taponadas por las derechas. Por ello, siendo su importancia capital en la lucha por las transformaciones sociales y siendo espacios decisivos para la correlación de fuerzas, conviene equilibrar su peso e importancia con las movilizaciones en las calles, en los centros de trabajo y estudio, y los espacios gremiales y campesinos, y con la participación activa y central de las comunidades indígenas. Es por ello importante no poner toda la fuerza en la cesta de las instituciones.

Es necesario que referentes importantes de los partidos de izquierda no participen en ellas, de manera que conserven la capacidad de ver, evaluar y de actuar desde el exterior. También es importante no vaciar los movimientos y organizaciones sociales de cuadros valiosos para integrarlos en los gobiernos. Colocar a una parte de los cuadros sociales en las instituciones, siempre sí. Pero vaciar las organizaciones de todos los elementos más valiosos, siempre no.

En las instituciones nuestra orientación debe ser primero la gente”, lo que supone poner las instituciones de todos los niveles al servicio del pueblo. Esta posición debe plasmarse dentro y fuera de las mismas. “Con, por y para la gente”.

El mayor enemigo del campo progresista en las instituciones es la corrupción. Hace mucho daño en los partidos de izquierda. Sabemos que la derecha roba mucho más, infinitamente más. Pero el pueblo trata a esa derecha como ladrona, mientras que a la izquierda que roba le trata de traidora. La derecha roba dinero. La izquierda, cuando lo hace, además de dinero roba las ilusiones y la esperanza de la gente. El segundo enemigo en las instituciones es el burocratismo. Los revolucionarios y progresistas convertidos en funcionarios con algunas prebendas. El burocratismo otorga cierto poder que cambia el talante de las personas, su modo de comportarse, de vestir, el vehículo que anda… todo desvela una nueva personalidad extraña para las comunidades.

El burocratismo practicado por la gente progresista y de izquierda en las instituciones termina por alejarle del pueblo que ya no reconocen a quienes fueron un día compañeros de lucha.

El Frente Amplio salvadoreño sólo podrá estar a salvo de estos enemigos si toma conciencia de su amenaza y dispone de mecanismos internos de transparencia que detecten rápidamente comportamientos no éticos y fraudulentos.

CON LA GENTE MOVILIZADA

Las transformaciones sociales sin movilizaciones de base, populares, no son posible. Los gobiernos pueden, desde arriba, sancionar cambios importantes para el país, pero el triunfo de esos cambios, su sostenibilidad y viabilidad dependerá de la presión de las mayorías sociales. La dialéctica movilización-instituciones se mueve siempre en una relación de tensión positiva, es por lo tanto una relación inestable, pero esa es la forma en que discurre el vínculo entre los dos ámbitos. Huyendo siempre de la idea errónea de correas de transmisión la izquierda debe participar de las movilizaciones sociales y animarlas sin afán de mando. Debemos ayudar a recuperar el pulso combativo, organizacional y movilizador de los movimientos y organizaciones sociales. No hay que olvidar el principio de articular nuestras políticas de oposición con los movimientos sociales. Por eso los partidos de izquierda deben ser un vehículo de traslado a las instituciones de las reivindicaciones sociales.

ATENCION SOBRE SECTORES ESTRATÉGICOS

En la oposición o en el gobierno la izquierda y con ella el Frente Amplio debe seguir trabajando por la soberanía, la democratización de la democracia y los derechos de todas las personas. Para ello es esencial cuidar y salvaguardar mediante control democrático los sectores estratégicos más sensibles. Las comunidades indígenas, sus territorios y derechos; la soberanía alimentaria;  la  viabilidad  del  agro;  las  cooperativas  de diversos signo; la industrialización; la transición energética; las comunicaciones y el transporte, el sector turístico; la proyección de las pequeñas y medianas empresas (PYMES); la economía local y social; el medioambiente; la vigilancia de las prácticas financieras; el capital humano y social de mayores en edad o no de trabajar y que la crisis dejó sin empleo; el empleo juvenil. Sobre todos estos puntos la izquierda y el Frente Amplio debe desarrollar diagnósticos y alternativas viables y sostenibles de mejora.

Un país con futuro debe cuidar estos y otros sectores estratégicos. Para ello hemos de oponernos a privatizaciones que debiliten el patrimonio del país, así como estar vigilantes a desinversiones que debiliten sus capacidades y uso sostenible. En el gobierno o en la oposición debemos velar siempre por la viabilidad del país, cuidando de sus recursos y reforzando su utilidad.

Un aspecto particularmente sensible es la necesidad de ecologizar la política. La lucha contra el cabio climático debe seguir una vía transversal que implica a todos los sectores estratégicos nombrados, de acuerdo con los objetivos señalados en el Acuerdo de París. No es este el lugar apropiado para entrar en detalles de cómo hemos de recuperar el ecosistema de América Latina, pero baste mencionar la importancia de la ecología urbana y de la ecología industrial, así como la preservación del agua como un bien público.

GANAR ELECCIONES

La misión de ganar las próximas contiendas electorales nos empuja a abordar algunos puntos centrales. El desgaste que produce la gobernanza sucede en todas partes del mundo máxime cuando los tiempos de la política se acortan llamativamente y la inestabilidad es el signo de los tiempos. A gran velocidad, la política se mueve en los medios de comunicación y en las herramientas de internet de una manera nunca antes vista. Los programas se modifican de modo oportunista y se sustituyen a personas en una vorágine que favorece el surgimiento de políticos- predicadores que ofrecen el paraíso en la tierra. Ojo! Hoy parecen más importante las promesas que el cumplimiento de las mismas. Es una perversión de la política.

Sin embargo, no debemos enfocar nuestros esfuerzos en clave únicamente electoral, sino en clave de levantar un movimiento de confluencias en el que los partidos de izquierda jueguen un rol cohesionador. Ahora toca impulsar el proyecto-pueblo, para el que la izquierda social y política es un instrumento. Toca centrarse en la formación de un bloque de cambio, el Frente Amplio a partir de hacer confluir múltiples plataformas y espacios organizados que tienen vocación de progreso. Imaginemos un río ancho, caudaloso, al que la llegan las aguas de numerosos afluentes. Somos el río ancho y necesitamos alimentarlo de otros ríos de diversos tamaños y caudales.

Lo que parece claro es que para esta tarea la izquierda necesita de cambios generacionales. Nuevos rostros, nuevas ideas, nuevos ímpetus, nuevas ganas de ganar. La izquierda necesita de nuevo estar en todas partes, combinando la energía y el arrojo de la juventud con la experiencia impagable de la veteranía. No cabe pensar en esferas separadas: toda militancia es aprovechable y necesaria.

NO SOMOS POLÍTICOS PROFESIONALES, SOMOS GENTE HACIENDO POLÍTICA

El profesionalismo en la política tiene muchos riesgos. De ello deriva la formación de elites o castas que contribuyen a envejecer la política, burocratizándola. Las instituciones tienen que renovarse con gente normal cuyas expectativas no sean tener una biografía política de veinte o treinta años en cargos públicos. La política profesional tiende a imponerse en un plano superior a la sociedad, fabricando sus propios intereses y privatizando la democracia. En cambio, la gente haciendo política de manera temporal es lo que permite que nuevas personas aporten a la experiencia de lo estatal, de las instituciones, la experiencia de la vida en sociedad, los problemas comunes y cotidianos de la población. De este enfoque se deduce la importancia de algunas medidas, como por ejemplo que nadie acumule más de dos cargos de dedicación intensiva, uno interno y otro externo. También es importante la regulación de los mandatos a fin de evitar cargos a perpetuidad.

El proyecto no es el partido, el proyecto es el pueblo.

Con frecuencia perdemos la perspectiva de que el partido es la herramienta para nuestro compromiso con el pueblo. Cuando esto ocurre pueden abrirse procesos de luchas internas por el control de la institución, o bien confrontaciones duras por salir victorioso de eventos donde se deciden candidaturas políticas. En esos momentos lo principal ocurre en el interior del partido cuando lo realmente interesante ocurre en el exterior, en la sociedad. Esta pérdida de visión trae consigo una disfunción de la institución partidaria que deja de ocuparse del pueblo para los que debe ser una agenda de reflexiones y debates para definir líneas políticas y, en su lugar, lo principal ocurre en los pasillos donde las “familias” discuten sus intereses, es que hay un problema. El partido existe porque su razón de ser es el servir al pueblo.

Una conclusión importante de este enfoque es el compromiso que el partido debe tener con esas expresiones del pueblo que son los movimientos sociales. Son la sangre que recorre el cuerpo de la política. Son un termómetro de las carencias y necesidades de una sociedad. El trabajo de nuestros partidos es convertir cada carencia en un derecho. Debemos estar en todos y cada uno de los conflictos sociales y escuchar a los movimientos. Tenemos que trabajar codo a codo con ellos, respetando siempre su autonomía. De tal manera que cada cargo público debe ser un activista institucional. Para llevar a cabo esta dialéctica es esencial escuchar a los movimientos sociales y aprender de sus experiencias.

Es desde enfoque como la construcción del pueblo, a lo que hemos hecho referencia ya en puntos anteriores, no es un mero relato, un discurso, sino que es una práctica política cotidiana.

SUPERAR EL MODELO DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES

Probablemente este es uno de los desafíos más delicados. Nuestros partidos de izquierda tienen ya un largo recorrido. Son años con un modo de entender y vivir la organización. Pero no somos un partido viejo, más allá de que hayamos podido debilitar espacios de participación al haber estado muy centrados en las tareas institucionales. Los partidos con futuro deben ser muy participativos. No es buena idea mantener modelos de los siglos XIX y XX. No creemos adecuado el antiguo centralismo democrático de la izquierda tradicional que en realidad mantenía una estructura piramidal con deficiencias. Somos partidarios de la mayor democracia interna y de la concreción de canales de comunicación de abajo hacia arriba y viceversa. Siempre las directivas deben escuchar y atender los planteamientos de las bases, abriendo diálogos. Este enfoque es tanto más necesario en una estructura de Frente Amplio donde las propuestas y acciones deben ser debatidas y aprobadas por mayorías y mejor por consensos.

Del mismo modo hemos de alimentar la conexión cotidiana con la gente, haciendo que la militancia sea receptora de los anhelos y necesidades de las mayorías sociales y sectoriales, trasladando todo ello al interior del partido. Los partidos y el Frente Amplio deben ser un sensor de la vida de la gente, de sus problemas, de sus esperanzas. Precisamente, frente a la idea de los partidos como anfiteatros de intereses particulares, hemos de entender que su razón de ser, es representar la esperanza del pueblo. Esta dedicación al pueblo es la prioridad. No debemos dedicar lo principal de nuestros esfuerzos a mantener nuestro escaño o puesto de mando en una organización, ese es un tiempo robado a las necesidades de las mayorías sociales.

A diferencia de lo que ocurre en los partidos envejecidos, en la izquierda las decisiones ejecutivas tienen que producirse en los órganos democráticamente elegidos y no en espacios opacos e informales. Este es un lado de la dialéctica, el otro es que las bases se empoderen asimismo como espacios de decisión, equilibrando de este modo una organicidad democrática. El Frente Amplio unido y plural no es una sumatoria de familias, corrientes, tendencias. Practica la unidad en la diversidad, dando cabida a opiniones y sensibilidades que, contrastadas y debatidas, dan lugar a una coralidad que sintoniza y se unifica.

Lo cierto es que las diferencias, la diversidad, las aspiraciones personales constructivas, son necesarias y enriquecedoras en una organización democrática. Bien canalizadas las diferencias son un bien para la consolidación del Frente Amplio, pero mal enfocadas son verdaderamente un riesgo. En ocasiones hemos padecido diferencias que nos han enquistado. Nos hemos cruzado planteamientos en modo de monólogos. No queremos volver a esa realidad. Por eso apostamos decididamente por espacios orgánicos que nos permitan discutir desde la fraternidad y el compañerismo, desde la lealtad. Para ello puede tener interés conformar en los partidos y en el Frente Amplio comisiones de garantías democráticas que arbitren las fórmulas adecuadas de dirimir las diferencias. Nuestro Frente Amplio debe estar en los territorios de nuestro país. Pero, además, su trabajo territorial, atendiendo a las características locales, es de vital importancia. Ello pasa por pegarnos al terreno, conocerlo en profundidad, diagnosticar su realidad y levantar estrategias con las y los actores territoriales de progreso.

La organización territorial de una fuerza como el Frente Amplio es el corazón de la vida e la alianza en la medida que enlaza el trabajo de base con el trabajo de los órganos de dirección, contribuyendo a una unidad nacida desde abajo.

AVANZAR EN LA IGUALDAD DE GÉNERO

Abordo este gran tema en último lugar, precisamente para destacar de manera radical que nada de lo anterior tiene sentido sin una política de género sincera y sostenible. El Frente Amplio como las organizaciones que lo formen, deben asumir con decisión la igualdad de genero hasta las últimas consecuencias. Lógicamente en ello se contiene la lucha por los derechos de las mujeres.

El Salvador es uno de los pocos países del mundo (los otros son El Vaticano, Malta, Nicaragua y Honduras) que prohíbe y condena con muchos años de prisión cualquier forma de aborto, incluida el terapéutico practicado para salvar la vida de la madre. Los derechos de las mujeres salvadoreñas, lejos de estar garantizados les son vetados a las mujeres. Y la izquierda calla, si exceptuamos voces minoritarias de mujeres valientes.    

La izquierda y el Frente Amplio habrán de asegurar la máxima participación posible de las mujeres en los cargos internos, así como en los cargos públicos. Las listas “cremallera” son una fórmula práctica de llevar a cabo la igualdad, ya que no se trata únicamente de asegurar la presencia de mujeres, sino que también del lugar que ocupan. De lo que se trata, en todo caso, es de despatriarcalizar nuestros partidos y alianzas. Hay que concebir la paridad como un mínimo necesario y no aplicar medidas que perjudiquen a las mujeres. Cuando hablamos de feminizar la política queremos decir que es decisiva la incorporación de las mujeres a las prácticas organizativas, a los órganos de decisión y asegurar su visibilidad.

A partir de reconocer que nos influye y limita una cultura patriarcal, a veces hasta misógina y violenta, infiltrada en las relaciones cotidianas, -en ocasiones de modo inconsciente-, podremos abordar la gestión de nuestro común político, siendo capaces de modificar lo que es injusto e inaceptable en nuestras organizaciones. Y en la sociedad. Desde el primer momento una alianza como el Frente Amplio debe abordar y asumir con naturalidad la lucha por TODOS los derechos de las mujeres y por la igualdad entre géneros.

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