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Un mes para pensar

José M. Tojeira

El mes de Septiembre, en el que conmemoramos la independencia de Centroamérica debería ser un mes para pensar y planificar el futuro de nuestros países. No desde un grupo de poderosos o iluminados, sino desde valores netamente humanos. Los cuatro países más norteños del istmo centroamericano,  con sus democracias débiles, deficientes y en algunos casos plagadas de corrupción y autoritarismo, no parecen dirigirse por el camino del pensamiento democrático sino por el del clientelismo y las tendencias autoritarias.

Honduras ha dado algunas señales de que quiere corregir el rumbo del anterior presidente, reelegido en contra de la propia Constitución, al igual que Ortega. Pero los otros tres están cayendo en una especie de aislamiento internacional cada vez más preocupante. Si en algún momento hubo preocupación por los Derechos Humanos y algo de respeto a los mismos, hoy los poderes están aumentando la persecución y los ataques a quienes los defienden. La democracia se entiende como una especie de voto en blanco para que quien salga legido haga lo que le de la gana. La racionalidad, el humanismo, la sensatez están lejos de los planteamientos y los discursos.

Detrás de una propaganda personalista y triunfalista, insistiendo en que nuestros gobiernos son parte de un nuevo punto de partida de la historia, se esconde lo de siempre. Quienes tienen dinero continúan multiplicándolo, mientras los países y una buena parte de sus gentes sufren carencias y dificultades.

La migración no se detiene y, en el fondo, se considera un buen negocio. Al fin y al cabo las remesas, la verdadera “seguridad social” para mucha de nuestra gente, mantienen la economía de países que de otra manera estarían en una situación de pobreza mucho más grave.

La contaminación y el daño persistente al medio ambiente no importan. El tema del calentamiento global se deja para un indefinido mañana y la corrupción continúa siendo una plaga.

Los militares aparecen cada día con mayor relieve como gendarmes protectores de las veleidades presidenciales. Suficiente prueba con ver al almirante Merino aplaudiendo entusiasmado la reelección presidencial.

La crítica, un elemento fundamental e indispensable para el verdadero desarrollo humano, se rechaza con una mezcla de desdén y odio.

Aunque parezca increíble, permanece presente en la historia actual la prevención de los “notables” que declararon la independencia en Guatemala hace 201 años. Reunidos los acostumbrados a mandar, decidieron publicar la independencia, según el primero de los 18 puntos del acta, “para prevenir las consecuencias que serían terribles, en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”. Escuchar al pueblo es la menor de las preocupaciones de muchos de nuestros gobiernos. Consideran mucho más rentable manipular a la gente para perpetuarse en el poder.

El cardenal Gregorio Rosa decía hace poco que la contaminación que se avecina en el río Lempa a causa  del proyecto minero de Cerro Blanco en Guatemala es un problema gravísimo. Y tiene toda la razón, dada la incapacidad que los gobiernos tienen para protegerse mutuamente de problemas graves de contaminación, que fácilmente puede convertirse en transfronteriza. No se puede hablar de perseguir la unión de Centroamérica si no podemos controlar la tendencia depredadora del medio ambiente de algunas empresas.

El generar riqueza, aunque necesario para el desarrollo de nuestros países, no puede hacerse a base de explotar a una buena parte de la población y generar la pobreza de unos y el enriquecimiento de una minoría. Reformas fiscales serias, sistemas de redistribución de la riqueza eficaces y justos, seriedad administrativa con transparencia y lucha clara contra la corrupción, son imprescindibles  para poder celebrar con dignidad la independencia. Lo demás es farsa y fanfarria hipócrita. Si además se aprovecha el día para buscar la permanencia en el poder más de lo permitido, traicionando una cultura bien fundada de alternancia en el poder, además de violar la o las Constituciones vigentes, se puede decir como en Hamlet que “algo huele a podrido en Dinamarca”.

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