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Un estudiante de medicina necesita saber, saber hacer y saber ser

MSP.DR. ROBERTO GERMAN TOBAR PONCE
OBSTETRA–GINECÓLOGO–ONCÓLOGO
JVPM: 1374

Quiero decirles a los lectores de este prestigioso rotativo, y a los Estudiantes de Medicina en su día, que en las últimas dos décadas se ha visto un interés creciente en la ciencia y el arte de enseñar, y la medicina no es una excepción. Se ha creado conciencia que el proceso de aprendizaje, cualquiera que sea su naturaleza biológica o psicológica merece consideración especial para asegurar que se cumplan los objetivos de la educación.

En otras palabras se ha revelado que enseñar no es sinónimo de aprender y que la transmisión de ideas, de conocimientos y de técnicas lo cual representa en esencia una forma de relaciones humanas entre profesores y estudiantes, de alguna manera lo científico debe mezclarse con lo humanitario.

Cuando inicié la carrera de medicina muchas personas me preguntaban, cuál fue el motivo que me hizo estudiar una carrera no solo costosa en tiempo, en dinero, en dedicación y en responsabilidad, y mi respuesta fue, cuando uno tiene el deseo de ayudar a los demás, no se necesita tener dinero, solo es necesario tender la mano solidaria y amiga al que sufre para minimizar el dolor, ya que más vale un aliento de consuelo que un fármaco.

Este principio es el que me movió a mí estudiar esta carrera tan apasionante y noble que cuando inicié como estudiante tuve una triada en ver, oír y callar. En la actualidad está triada se ha convertido observar, escuchar y ayudar. Así como fui de estudiante así creo han sido todas las personas pertenecientes a las ciencias de la salud, que trabajan encerrados en un laboratorio, y las que luchan a la par del cumplimiento protocolario de los manejos como son las enfermeras.

Después del proceso de selección para ingresar a nuestra formación médica se nos presenta un programa a desarrollar  en nuestra educación, pero es importante traer en cuenta que se nos da en primer año Anatomía, Bioquímica, Estadística; a estos programas se debería de dar un curso sobre cómo atender la enfermedad y la muerte, ya que con procesos investigativos hechos por la OPS en otras universidades, se tuvo a bien  desarrollar un cursillo que comprendía entre otros temas, una introducción a los problemas de salud del país y el criterio de la prevención, a pesar de las circunstancias poco propicias, su asistencia fue relevante, ya que los conocimientos impartidos suscitaba considerable interés en los problemas de salud y del plan quinquenal del Ministerio de Salud encaminado a mejorar la situación sanitaria.

Al terminar el curso a los estudiantes se les pidió que indicaran si habían desarrollado algún interés por alguna especialidad. Más de la tercera parte de los estudiantes señaló la Salud Pública como un campo atractivo, es por esto que nuestra Universidad, tal y cómo fue concebida, debería de ser el lugar de formación tanto en conocimiento como en valores y motivaciones en cultura. Actualmente, a mi modo de ver, se ha dejado de lado esa formación humanística, por lo que es necesario hacer un viraje del cambio en esta área, pues las personas que se manejan en los servicios de salud, tienen su salud mental muy deteriorada, porque muchas veces el grado de sufrimiento de su dolencia y de la calidad de vida que llevan los hace frágiles de su inteligencia emocional, por lo que nos pone a los servidores del sistema Nacional de Salud como amortiguadores del dolor humano. Es importante que a nuestra alma mater debemos de engrandecerla con nuestro accionar en nuestro sistema sanitario y por ende a la sociedad a la cual tenemos el deber y el derecho de servir.

Hoy en día, por la crisis de la pandemia y los desastres naturales es fácil caer en el cansancio y olvidarnos de poco humanismo médico, por lo que se podría caer en mala praxis lo cual es de pensar, que una mala atención no siempre conlleva un descuido, sino un agotamiento y no debemos de blasfemar a ultranza contra quienes ejercen el difícil arte de “Hipócrates” y esto puede acontecer en cualquier profesión, y también no podemos condenar a todo el rebaño porque haya una sola oveja negra. El trabajo en equipo nos puede permitir lograr cosas que ni soñaríamos si lo intentáramos solos, al fin y al cabo, las enfermedades que se estudian en los libros llevan nombre y apellido. Y, cada nombre y apellido lleva una historia detrás. Y de la misma manera lo hace la muerte. También tiene nombres y apellidos. Porque el fin de la vida también existe.

Por eso me decía uno de mis maestros que los ciudadanos deben tener una franca admiración para aquellos que superando el escaso tiempo del ocio se han dedicado a culminar una carrera tan absorbente y apasionada como es la medicina, y como ejemplo de ello sería de traer a cuenta a el médico argentino José Ingenieros y en nuestro país a un gran maestro de generaciones médicas el Dr. Luis Edmundo Vázquez.

No debemos de olvidar que en el pasado, siempre los que han poseído el don de curar, han formado parte de las clases dominantes. Desde la época de los faraones y de los griegos, el acceso a la salud  ha sido ofrecido como dádiva por los que han ostentado el poder. La salud a través de los tiempos ha constituido un privilegio de unos pocos que han podido comprarla como cualquier otro bien en una sociedad de consumo.

Pero es importante que nosotros debemos enarbolar principios como la “generosidad”. Todos debemos saber que trabajamos con instrumentos imperfectos, y con medios de utilidad inseguros, pero con la conciencia cierta de que hasta donde no puede llegar el saber, llega siempre el amor. Otro de los  principios es el de moralidad, el cual es el motor  de nuestra  actividad profesional, el de la dignidad humana el cual es universal, el entusiasmo, es decir, la actualización del conocimiento y este último que es de gran relevancia en el médico en el trato  con el paciente es el humanismo médico, todos los trabajos suponen cuotas de poder social, y el médico sin duda lo posee, en mayor grado, y administrar ese poder con responsabilidad es tarea de todos, recordando siempre que es un poder prestado y hay que devolverlo en forma de servicio y generosidad evitando los abusos o borracheras de poder.

No debemos olvidar que el gasto social en nuestro país es del 7% y 8 %. Inquietante este valor, pues es muy bajo, está por debajo del promedio latinoamericano que es del 13 %, al que como mínimo debe de aspirar el país, pues sin salud no habrá desarrollo, ya que hay un déficit de médicos. Según la OPS nuestro país debe de tener 20 médicos por cada 100,000 habitantes y tenemos  8-9 médicos por cada 100,000 habitantes, esto no es por no tener recursos formados pues al presente hay más de 19,000 médicos registrados y muchos de ellos al no tener trabajo, laboran  en otras áreas para lo que no fueron entrenados, pues el hambre hace derivar  mecanismos de subsistencia, desperdiciando los recursos formados con la inversión  universitaria. Hoy en la pandemia se han dado cuenta que faltan recursos en especialidades, lo cual demuestra la falta de coordinación entre las instituciones formadoras y las Instituciones proveedoras de servicios médicos; todo es debido a falta de presupuestos adecuado en las instituciones de servicios de salud.

Finlandia es un país que no tiene muchos recursos naturales, y en su himno nacional dice: “Somos un país pobre que no tiene oro, pero el mejor recurso que tenemos es nuestro pueblo”

Sir William Osler, profesor de Medicine Oxford, y profesor de John Hopkins University, describió lo que es ser un buen médico y pertenecer a la profesión médica. Un médico clínico -decía- no es un robot para hacer reparaciones, ni el enfermo es una simple maquinaria averiada.

El saber científico-técnico es imprescindible, pero este no llega en el inicio, ya que el enfermo tiene una psique, unos sentimientos, una biografía, hace falta el arte de la medicina. Osler enseñaba ambas cosas cuando pasaba visita por las salas del hospital, y al pronunciar sus conferencias, decía que se debía insistir en el arte sin olvidarse de ensalzar la ciencia.

El ejercicio de la medicina clínica tiene un gran componente literario decía. El dominio del lenguaje es imprescindible, menos la fase de observación, el resto es lenguaje y comunicación. Escuchar al enfermo y comprenderlo, hablar haciéndose entender, reflexionar, redactar historias e informes, comunicarse con los colegas: todo exige soltura, flexibilidad y precisión en el manejo de las palabras. Para comprender las emociones, los temores, las preocupaciones y los conflictos emocionales de los enfermos a veces no hay mejor fuente de información que la literatura, todo esto justifica, a mi juicio, la insistencia de Osler en colgar citas en sus conferencias y escritos, y en animar a los estudiantes de medicina y a los médicos para que se hagan de una biblioteca y adquieran el hábito de la lectura. Osler fue un gran bibliófilo, al morir dejó una biblioteca de unos 8.000 volúmenes.

Quiero terminar, como siempre lo he hecho, con un mensaje que es concordantes con la realidad sobre lo que escribo: esta vez de Albert Einstein, quien dijo “Nunca consideres el estudio como una obligación, sino como una oportunidad para penetrar en el bello y maravilloso mundo del saber”.

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