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Salarrué: detrás del legado

Tania Primavera

Periodista y escritora

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Viste. En el  túnel de tus ojos acua. El paisaje, que a veces existe y no existe, es claroscuro. Entras y sales  del agua, mineral predilecto. Sos agua. Vas acumulando folios desde el primer poema. Euralas niño, caminas en el aire, pero vas sobre el barro.  Las aceras de Sonsonate te ven pasar. Las flores te saludan. Pareciera que sí, que estás en Sunatlán. Pero aun no lo inventas. Conoces mas de mil tonos del azul. En tu imaginación. Pintás con luz, con letras.

Retratás las voces. Escuchas y registras. No pretendes ser ellos. Solo estas con ellos. Memorias donde te convertiste en sol, mar, tren, tierra, río, ave. En su voz encontraste tu voz. Aun es eco. Aun sugiere. Mago sin saber de magia. The Magician, “mago” sin serlo sos, con tus gracias en aquellas penurias cuando no tenias para 3 manzanas, y compartían una con las tres niñas, la hacías brotar de la enredadera… Testigo.  Terribles sucesos, tocó navegar, te ha puesto de nuevo en el presente.  Los archivos. El retrato de Sagatara me ve. En el silencio quiero encontrarle, para preguntarle. Aunque no me responda, le escucho.

 

Realizaba mis horas sociales en el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI),  donde conocí a Ricardo Humano.  Entre cintas  de cine y la moviola, registraba escribiendo el contenido de los films.  Vi que Santiago recibía a un hombre pelo largo y gris, vestido de lino claro. Lo visitaba por algo importante: el Legado de Salarrué. Era la reunión previa a la entrega oficial del archivo de Salvador Salazar Arrué “Salarrué” en junio 2003.  El Archivo estaba desde hacía un mes, en la antigua Casa Presidencial del Barrio San Jacinto de San Salvador. Eran 100 cajas aproximadamente. Fue en 1994, cuando el pintor “Humano”, amigo de Salarrué desde los sesentas, recibió el legado sin esperarlo. Al visitar a la hija del artista, Maya, quien habitaba la casa familiar Villa Montserrat,  en Los Planes de Renderos.

1994-Abrieron las puertas. Maya ya no entraba a la casa, solo ocupaba su habitación ubicada a un lado del jardín donde hoy hay rosas. Humano, al ver las terribles condiciones, la humedad, el paso del tiempo, cataratas de agua que entraban por los techos, que en verano eran sendas rendijas de luz. Desde la muerte de Salarrué la noche del 27 de noviembre de 1975, habían pasado 19 años.

Humano: ¿Qué va a pasar con las cosas de tu papá?.

Maya: ¿Y vos qué querés, pues? Yo ya casi me voy…

Humano:  Nada. ¿Pero las cosas de tu padre qué pasará?

Maya: Entonces… ¡vos sos el que estaba esperando!. ¡Llevátelo pues!. ¡Llevátelo todo!

 

En ese momento, sin nada más que el afán de rescatar el archivo, consiguió cajas, y poco a poco, fue guardando lo que pudo. Maya muere ese año, 1994. Solo ella, reposa junto a su padre en el Cementerio de Los Ilustres en San Salvador. Posteriormente, Humano creó la Fundación “La Casa de Salarrué”, y trabajó por años junto a la escultora Verónica Vides,  en una casa rentada. En medio de todo el archivo.

Leyó mas y mas, fotos, manuscritos, cartas, artículos, dibujos, pinturas, objetos, instrumentos musicales, su bata rota, sus pantuflas, sus objetos marinos, sus libros. Sus secretos. Destellos. Otros se irán revelando…

Entre los archivos, que al sol secaba, también encontraron diversos dibujos de las hijas Olga, Maya y Aída. Cada una  con su estilo. Ahí, estaban también, algunas casi desechas esculturas de Zelié, pintora autodidacta, sus pinturas naif o primitivas, reflejan la cotidianidad. Su obra, aun no ha sido registrada e investigada. Una familia, estaba contenida en un legado. No era solo él, Sagatara, Euralas, Salarrué. Eran Los Salarrué. ¿Y si nadie hubiera preguntado?…

Se hubiera acabado con la lluvia,  “Maestro de reencarnaciones y viajes astrales, Salarrué imagina travesías a través de la Atlántida a Centroamérica convertido en su reverso Euralas.  En ese itsmo de tropos encuentra paisajes indígenas y niños en quienes se proyecta para inventar un país de colores y fantasías. Ignoramos  lo que seria un mundo sin política ni cuerpo como su utopía lo sugiere. Sólo quienes del polvo adusto amasen flores y pájaros  –xujxúuchit uan tujtúutut- lograrán quizás palpar  hilachas deshilvanadas de un desprendimiento inalcanzable”. (Rafael Lara-Martínez).

Regresando al 2003. En esos días entre junio y julio, acompañé  a Santiago a ir por otras cosas a casa de Humano que  vivía en Los Planes. Nos fuimos. Al regresar al MUPI en el patio, después de comer almendras, en la mesa de madera con otros compañeros, nos pusimos mascarillas para el polvo, y comenzamos a descubrir, a abrir, a sorprendernos, a limpiar. Ese año Santiago y Humano, fueron a visitar a Olga, la hija mayor de Salarrué, que vivía en Nueva York. En esa visita, donde casi no logran verla, porque ella estaba indispuesta de salud, la ven salir de su habitación. Según Santiago, en la entrevista que se publicó en 2009 en la Revista Trasmallo #5: “Se había levantado del lecho de enferma en su casa de Old Bridge en Nueva Jersey, para recibirnos bajo el estupendo autorretrato de su padre…”.

Escucharon a Olga, y en uno de sus comentarios también les dijo: “Algo que les voy a pedir: es que saquen a mi madre de la oscuridad”. Luego, conocí por Humano a Janet Gold, escritora y académica de New Hampshire, desde el MUPI  transcribí las cartas de Zelié, las que Salarrué resguardó de su época trabajando en Nueva York, de 1946 a 1958. De esa investigación de Janet, surgió el libro “Sagatara Mío” Salarrué y Blwny, cartas y poemas, memorias personales e íntimas. Villa Montserrat  fue vendida por la familia al gobierno de Francisco Flores en 2003, y administrada por Concultura, actualmente llamada Secultura. Desde ese tiempo denominada La Casa del Escritor, y después también Museo Salarrué. Ahí el Museo de la Palabra y la Imagen mantiene una exposición permanente bajo un  convenio. Del 2009 al 2015 expuso en su sala principal Himántara Diama Xitrán Los Mundos de Salarrué.

EN noviembre 2016, el  Archivo de Salvador Salazar Arrué, Salarrué,  ingresó al Registro Latinoamericano de Memoria del Mundo de la UNESCO, por decisión unánime del MOWLAC, el Comité encargado de evaluación de las propuestas, reunido en octubre en Mar de Plata, Argentina. La decisión de esta instancia de la UNESCO, consideró este acervo  bajo la custodia del Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), como un archivo único e irremplazable,  un Fondo Documental conformado por centenares de documentos que constituyen parte de la rica y amplia producción intelectual, artística, y literaria de Salarrué, entre la cual se encuentran cuentos, poemas, ensayos, teatro, novelas, artículos cortos, letras de canciones y algunas partituras. Así mismo 1.083 artículos sobre temas culturales publicados en diferentes periódicos nacionales y extranjeros.

Las nuevas luces que el Dr. Rafael Lara Martínez presenta tratan sobre una serie de 13 cuentos que fueron al parecer “extirpados” de las ediciones nacionales de Cuentos de Barro, producto de sus investigaciones, consultas en archivos.  Hasta el 2016, han pasado 83 años desde la edición príncipe de Cuentos de Barro, publicados en libro en 1933, uno de los ejemplos de nuestra literatura nacional, publicados antes en revistas, en periódicos, que aun no se mencionan. Lara Martínez, apunta a que “Nadie ha fechado las publicaciones individuales de los cuentos en revistas como Excélsior (1928-1930), Repertorio Americano (1928-1937), Boletín de la Biblioteca Nacional (1932-1937), Cypactly (1930-1940),  Prisma.  Revista Internacional de Filosofía y Arte (1931), Revista El Salvador.  Órgano Oficial de la Junta Nacional de Turismo (1935-1939), El lector cuzcatleco (1941-1943) y otras tantas revistas jamás citadas del martinato.”

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Sagatara. Y avanza el tiempo, guardando, selectas cosas, que ahora puedo ver en la habitación que resguarda tu archivo, que se quedó solo desde tu partida en 1975. ¿Pero una casa tiene espíritu? No. ¿Una casa tiene ecos? Si, los imagino, sí. Si los escucho, sí. Sigo y llego a tu casa, aunque la conozco bien, visito tu casa. Ahí permanece la exposición con tu historia, vitrinas conteniendo objetos marinos y documentos facsímiles. Las dos habitaciones del segundo piso están vacías. Una donde dormías. La otra para pintar.

A la hora que fuera. Aun les espero en La Casa, donde cantaron, donde leyeron, donde esperaron. Caminas, guardas cosas mas cerca y al lado en tu mesita de noche. Arboles que vieron marcharte y te ven llegar de nuevo bajar entre los bambúes, los naranjales, los izotes. Caminar la escalinata, bajar la pendiente, subir de nuevo, y sentarte en el sofá de cemento en el patio para llamar a tus chuchos.

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1975-Días, mas días, años, vueltas al sol. Los papeles, los escritos, las pinturas fueron cayendo, descascarándose la pintura de la pared que se fue llenando de humedad, despintándose los tonos pastel, abandonándose poco a poco. Nadie entró. Maya que habitó la casa también se convirtió en parte de esa “cápsula en el tiempo”. Sin intentar forzar las vueltas del tiempo, los instrumentos colgados, las paredes, la memoria en el eco, sus risas, su calma. Su lado oscuro. Papeles húmedos con la tinta corrida. La estrella. El estudio. Los discos. La biblioteca. En villa Montserrat quedó lo que nunca podremos volver a ver, lo inalcanzable, lo pintado, lo escrito y disuelto por el agua de las cascadas de lluvia de tu trópico.

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Primeros años en San Salvador, mediados de los noventa. Sabía que había un archivo Salarrué. Llamé a Santiago, a quien había conocido en el 92, cuando asistí al primer Festival de Invierno de Perquín, Morazán. Rescataba los archivos de Radio Venceremos, después de la guerra e  iniciaba su proyecto para crear el Museo de la Palabra y la Imagen. Pero me contestó Humano. Santiago se había ido a una casa cercana, pero había quedado ahí la Fundación “La Casa de Salarrué”, por eso me contestó Humano, me invitó a llegar, pero nunca fui a verlo.

¿Qué hay entonces tras un archivo? Lo ideal es continuar un permanente debate en el presente y en el futuro. Que prosigan otras investigaciones, que se interpreten, que se debatan perspectivas distintas. Que no permanezca en el olvido, para olvidar el silencio. Por ahora, como en las pinturas con claroscuros de Salarrué, en la oscuridad crece la luz. ¡Qué crezcan luces tan disímiles, que multiplique una sola visión en un arco iris de matices e interpretaciones!

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