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Anthony Lozano, de Honduras, festeja el segundo gol de su selección ante El Salvador. Foto Diario Co Latino/Agencias

Rocas por diamantes

Santiago Leiva
@DiarioCoLatino

En el pasado, viagra hospital El Salvador cambió su oro por espejos. Ahora, there sigue pagando “rocas” por diamantes. La Azul, dirigida por el español Albert Roca, dejó en evidencia, una vez más, que está lejos del fútbol y del resultado “prometido”. Honduras, sin apelar a su mejor fútbol y sin agitarse, se impuso 0-2 a un representativo cuscatleco que sigue atorado en el fondo del precipicio.

Resultó hasta demasiado el fútbol de pelotazos de la “H” para dibujar, con líneas gruesas, todas las carencias y costuras que tiene la Azul en la era Roca. Ni con un hombre de más, durante 53 minutos, tuvo capacidad El Salvador para encontrar el gol y doblegar a una Honduras disminuida durante todo el segundo tiempo.

Fue precisamente la etapa complementaria la que puso a prueba la capacidad  ofensiva de la Azul y, también, la sapiencia del estratega ibérico. Pero ambos quedaron debiendo a la hinchada cuscatleca que se congregó en las gradas del Robert F. Kennedy de Washington. Ayer, ni en defensa ni en ataque, supo dar la nota el combinado criollo.

Ante los catrachos, como de costumbre, Roca pobló la media cancha con un 4-5-1 que se convertía en 3-6-1 cuando pasaba al ataque. El resultado, al igual que amistosos anteriores, fue la falta de gol con derrota incluida.

Inicialmente, en el juego de ayer, la Azul mostró algún equilibrio, pero se bastó Honduras de un pelotazo para llegar al gol y botar nervios. Un trazo largo de Mario Martínez sirvió para la carrera de Anthony Lozano que, a todo galope, consiguió que Álex Mendoza le derribara en el área cuando ya era superado.

La pena máxima la cobró Martínez, al minuto siete, y atajó Derby Carrillo, pero aprovechó el rebote para sacudir el fondo de la red salvadoreña en el segundo intento.

Abierta la lata, y con el orgullo saliendo por los poros, el combinado Azul comenzó a gobernar la pelota, a manejar sociedades y triangulaciones a ras de piso, pero nunca tuvo la capacidad para finiquitar la jugada.

Álex Larín, Jaime Alas y Kevin Santa María, por izquierda, formaban el trío que manejaba los cordeles en planes ofensivos. Pero, entre toque y toque, el balón acababa en desperdicio. Por derecha, Xavi García casi nunca se desprendió y Dustin Corea fue una estrella sin luz; David Rugamas, como punta de lanza, fue un manso corderito ante el experimentado Maynor Figueroa.

Entre toque y toque, y jugadas sin concluir, el dominio se volvió estéril y Honduras aprovechó un pequeño despiste para poner más tierra por en medio. Lozano cogió un balón por derecha, enfiló, disparó a marco y tuvo la fortuna de que el balón le quedó en el rechace de Milton Molina para definir, en segunda instancia, el 0-2.

Para entonces, el cronómetro marcaba los 25 minutos; y el duelo, un “Game Over”. La esperanza de una mejor suerte, sin embargo, volvió al ´37, cuando Lozano dio un pisotón a Larín y, con roja directa, lo mandaron a las gradas.

Con ocho minutos para cerrar el primer acto, estaba claro que no habría mayores movimientos. Pero, al regreso de las duchas, se esperaba que Roca marcara una revolución que, al menos de entrada, mandara a un segundo delantero.

El complemento, no obstante, no ofreció mayores variantes, salvo que el técnico colombiano Jorge Luis Pinto ordenó a los catrachos mantener dos barricadas y atrincherarse, lo más cerca posible, del meta Noel Valladares.

Así, con muchos metros por delante, la Azul conquistó a placer la pelota, la trasladó de arriba abajo, pero fue aquí donde dio la mayor lección de inoperancia. Pisó los linderos del área, una y otra vez, pero jamás logró filtrar un buen pase o conseguir un remate decente. Salvo un centro que Valladares sacó a tiro de esquina, el meta no habría ensuciado su uniforme, porque la artillería salvadoreña o le tiró flores o remató a las gradas.

Roca movió su ajedrez del ´60 en adelante. Un volante creativo por un marcador, un carrilero por un volante, más hombres con llegada, pero ni un goleador.

Nelson Bonilla llegaría, luego, para sustituir al descafeinado Rugamas. Con Bonilla en la cancha, El Salvador consiguió gol, pero el asistente observó que el delantero le quitó la pelota de las manos al portero hondureño y el tanto no contó.

Para los 10 minutos finales, Roca se decidió por Irvin Herrera para tener un segundo delantero, pero, para entonces, Honduras era una muralla, una muralla con alambre razor que había demostrado, minutos antes, que podía hacer daño sin tener el balón.

Carlos Discua, en el ’67, había reventado el travesaño con un remate desde fuera del área. Cinco minutos más tarde, un balón rematado por la zaga catracha desde antes de la media cancha le sacó los colores a Derbi Carrillo, que estuvo a centímetros de ser pillado con un tercer tanto.

Se perdió un partido que denotó la ausencia de pólvora y de sorpresas; y que deja demostrada la necesidad de un catálogo de jugadas pre fabricadas para llegar al gol. De lo contrario, la Azul seguirá acumulando derrota tras derrota y El Salvador “rocas” por diamantes.

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