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RICHARD JOHNSON O NAYO SERRANO

 Santiago Vásquez

Cuentista y poeta

La Chomita siempre se sale a sentar todas las tardes en las gradas de la puerta de su casa, sovaldi toda la vida y en forma curiosa, mira uno a uno a todo aquel que pasa frente  a sus brillantes  ojos de capulín maduro.

La soledad le pasa golpeando frecuentemente sus sentidos y la brisa le inquieta su abundante cabello como jaral deteniendo el tiempo.

Ella, es tierna, dulce, sonriente, serena, callada, sencilla y sabe acariciar la luz de la luna y  cuando esta se le escapa de sus manos, sale corriendo tras de ella para atraparla nuevamente y nunca dejarla partir.

En sus momentos de poca alegría, juega peregrina y siempre gana porque ella nunca juega con nadie; en su vecindario, todos los cipotes dejaron de ser cipotes, unos se fueron para el Norte y ya no se supo más de ellos, otros desaparecieron así por así y jamás volvieron a su casa, y así creció y creció hasta hacerse mujer, pero dicen que se quedó con su mente de niña.

Nunca le pasaron lista de asistencia en la escuela, porque nunca fue, sabe contar algunas cosas porque en tiempos de la guerra, su abuela recordaba a su marido que le decía:

-Mujer, tené cuidado con los cipotes porque anda reclutando la patrulla.

Era una profunda pena la que se les clavaba en su pecho, tres hijos reclutados por el ejército y dos más, una hembra y un varón que se fueron  para  la montaña, ellos decían que para salir de pobres, pero al ejército esas babosadas no les gustaban mucho porque atentaban contra la seguridad del pueblo.

Los ojos siempre se les llenaban de lágrimas al contar estas historias.

Recuerdo un día -decía don Narciso, el abuelo de la Chomita-

-La patrulla cantonal de ORDEN me carrerió, yo iba con mi yunta de bueyes y la carreta a guardarla  porque se rumoraba que los soldados tenían orden irrestricta de dispararle a todo aquel que anduviera pasadas las seis de la tarde.

Me alcanzaron, me pidieron la vialidad y al decirles que no la tenía, me amarraron a un poste del cerco del camino por evadir impuestos y andar indocumentado.

Me zamparon varios planazos con el corvo y unos pescozones fuertes en la cara.

-Vos sos comunista- Me dijo aquel campesino, pobre como yo, pero era patrullero, y con la autoridad no se juega.

-No señor.

Le contesté con un gran dolor en el lomo por el pijazo que me habían dado con aquel corvo, símbolo del poder militar que les habían enseñado los del  ejército y los patronos de las fincas.

Tenés diez minutos para irte al carajo si no querés otra cachimbiada.

-Bien me acuerdo cuando salí huyendo por aquellos breñales llenos de espinas de ishcanal, cercos con alambres de púas,  había sido un verdadero milagro que me soltaran,

Las mujeres decidieron reunirse  en el casco de la finca, mientras los hombres se fueron a esconder a los barrancos por miedo a que los mataran.

Todas esas historias, la Chomita las recordaba como si fuera ayer, reía, pero yo al verla estaba seguro que una pena profunda le ahogaba su pecho y le disipaba su sonrisa como una nube que desde lo más alto del cielo deja caer su llanto.

Un día, al estar sentada siempre en el andén de la puerta de su casa, oyó que alguien la llamaba-

-Chomitaaaa…..

Chomitaaaa…..

Un escalofrío profundo se le aprisionó en el pecho, un vehículo de doble tracción se había detenido frente a ella, era blanco, con un logotipo  y una leyenda que decía, PRO BUSQUEDA, PADRE, JOHN CORTINA.

Una mujer de aspecto muy educado se bajó del vehículo, la llamó nuevamente con un gesto de mucha alegría y sorpresa.

-Buenas tardes, disculpe.

¿Aquí vive la niña Chomita Serrano?

-Si, yo soy.

le contesta la humilde mujer sin desprender la mirada del infinito como buscando una respuesta a su soledad.

-Queremos platicar un momento con usted.

¿Se puede?

-Sí, se puede, pasen adelante.

En el ambiente se recogían pedacitos de nostalgia y las ventanas de un celaje incierto comenzaban a abrirse de par en par, asomando melodías de pájaros extraños.

De aquella camioneta, se bajaron dos hombres y un joven llamado Richard Johnson Brandon, de estatura mediana, moreno y unos ojos brillantes como de capulín maduro.

-Pues mire, la razón de nuestra visita es para manifestarle que somos parte de la Asociación Pro Búsqueda de niños desaparecidos en el conflicto armado de nuestro país, gracias al enorme esfuerzo del sacerdote Jesuita John Cortina y sus colaboradores.

Venimos a manifestarle que el caso de su hijo Nayo Serrano ha sido resuelto y lo hemos encontrado, él tiene otra familia, pero creemos necesario y urgente que descubra sus orígenes y conozca su propia identidad y más que todo conozca a su madre.

La Chomita sentía que el aire le faltaba, las piernas le temblaban  ante aquella enorme emoción que experimentaba aquella tarde en su corazón de niña, por haber encontrado aquel niño desaparecido de su casa y vendido en el extranjero.

Richard Johnson Brandon o Nayo Serrano como le llamaba su madre, se dirigió a ella y se fundieron en un fuerte abrazo, las lágrimas salían como pequeñas gotitas de cristal.

-Good afternoon

Are you my mother?

Aquella mujer quedo más sorprendida, se le quedó mirando directamente a los ojos y exclamó:

¡Dios mío!

¡Qué le han hecho a mi hijo!

Un dolor inmenso de madre se dejaba escapar por todo aquel lugar.

Después de un rato le explicaron todo aquello que sucedía, pero lo único que entendía era que su hijo estaba allí y que sentía unos deseos inmensos de abrazarlo

Al cabo  de unos días de convivir y de aquel feliz reencuentro, llegó el momento de la despedida.

Richard Johnson Brandon la tomó de sus manos, la abrazó, le dio un beso profundo en la mejilla y entre palabras entrecortadas exclamó:

¡My Mother, bay!

I carry you in my heart

Con una Mirada profunda y su silencio de melodía sin acorde, deja escapar inmensos suspiros al ver que una parte de su vida ha  sido arrancada de sus entrañas y la soledad le sigue golpeando sus sentidos al ver que su hijo parte con una inmensa tristeza a su destino con su nueva familia sin entender aquellas palabras que exclamaba con mucha propiedad.

En el andén de aquella casa solitaria, la Chomita sigue saliendo todas las tardes y se sienta como preparándose a escuchar un delicado y triste concierto interpretado por un lejano coro de angustia y soledad, donde todo parece imposible, menos perder la esperanza.

Frente a ella pasan los hombres, lanzándole una mirada como queriéndole arrebatar aquella nobleza de mujer, mientras las huacalchías, dejan caer su plumaje como retazos de nube.

-VUELO 647 DE AIRLINE CON DESTINO A INGLATERRA, PASAJEROS FAVOR  PREPARAR SU EQUIPAJE.

En el aeropuerto anuncian la salida del vuelo de Richard Johnson Brandon

LaChomita sigue pensando en su pequeño Nayo Serrano, sentada en el andén de la puerta de su casa.

Una leve brisa acompañada de lluvia, remoja lentamente sus recuerdos.

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