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Que la mascarilla no nos quite la voz

Licenciada Norma Guevara de Ramirios

Sin ley y por convencimiento propio, la inmensa mayoría de salvadoreños y salvadoreñas portamos mascarillas, conocedores del riesgo que la pandemia  acarrea para la salud y la posibilidad de contagiarnos del COVID-19; pero eso no significa perder la voz, la cabeza y el corazón, para rechazar los gritos ofensivos de un presidente arrinconado por su propia incapacidad.

El jueves 24 de septiembre por más de dos horas, con los medios de comunicación presentes, con la abusiva invitación a comprar palomitas para escucharlo, como se ven las películas en un cine,  mucha gente soportó los mensajes confrontativos y mentirosos del presidente Bukele en cadena nacional.

El guión fue el mismito de siempre: culpar a otros de los problemas creados y no resueltos que vivimos los salvadoreños, dentro del país y los varados en el exterior; mintiendo sobre la actual legislatura, que le ha aprobado más de tres mil millones de deuda y le aprobó también el presupuesto en ejecución.

Justificando con mentiras, el impago a las municipalidades, la falta de informes sobre los gastos, la desobediencia a una orden judicial, la desobediencia a las resoluciones de la Sala de lo Constitucional que le ordenó no exigir prueba PCR a los salvadoreños que estando en el exterior tienen deseo de regresar al país en el marco de su libertad de permanecer, entrar o salir del territorio como lo establece la constitución.

Un año y cuatro meses de ser presidente y se mantiene en campaña continuada aspirando  a contar con una legión de diputados incondicionales a partir de mayo del próximo año; esa fijación lo lleva a cometer todo tipo de atropellos contra el pueblo, creyendo que a más mal trato, le van a querer más.

En esencia, el presidente se dedica todo el tiempo a denigrar a sus opositores; a quienes le dieron el beneficio de la duda, y para ayudarlo le señalan sus errores con la esperanza de que corrija. Incluso a funcionarios del país al que dice admirar EE. UU., de donde le han llegado en público, criticas a su conducta poco democrática, como son los congresistas demócratas y republicanos de ese país.

Lo que otros ven y denuncian como persecución a la periodistas y medios de comunicación, lo niega y se coloca como víctima de ellos. Los ataques más fulminantes como siempre fueron para el FMLN, y aunque le duela, le ha de martillar la memoria de haber sido formalmente miembro del Frente al que tanto ofende, de haber buscado ser postulado su candidato presidencial sin lograrlo; esa verdad no la borra con su flujo de veneno de víbora herida.

Las universidades, los sacerdotes, los periodistas, los diputados, los jueces, los magistrados, los  alcaldes y alcaldesas, los trabajadores municipales, los congresistas de EE.UU., el procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, todos fueron objeto de ataque en esa cadena nacional de radio y televisión.

Bukele es un presidente arrinconado por su desorden, su política neoliberal, autoritaria y neofascista; por que le han señalado sus pactos con las maras, la corrupción de sus funcionarios, el mal manejo de la pandemia y la advertencia de que  empuja el país a la bancarrota: Entre más desnudo se ve, más alto necesita gritar y ofender.

Pero mucha gente está despertando y al sufrir en carne propia los actos abusivos y arbitrarios del mismo presidente y  sus funcionarios, se dan cuenta, y  habla, empieza a actuar en su propia defensa. Hablan del  salario no pagado, de la obra suspendida por el incumplimiento de su Ministro de Hacienda; por su pariente varado en distintas partes del mundo, por la quiebra de su negocio, por la pérdida de su empleo.

A la mascarilla en otros lugares le llaman “tapa boca”, “nasobuco” pero se llame como se llame, esa mascarilla, ni las cadenas del presidente deben callarnos, por el contrario, más elementos existen para reclamarle o tomar distancia de él como lo hizo ya un ex magistrado de la CSJ que integraba el equipo nombrado para “proponer reformas a la Constitución”

Cumpla la constitución, cumpla la ley FODES, pague a los empleados, permita ver los archivos de la FFAA, rinda cuentas  de los dineros del pueblo y como los ha gastado, acepte sus pactos con maras, rómpalos  y pida perdón por engañar tanto al pueblo.

Estas verdades, estas exigencias digámoslas en voz alta, son más poderosas que el ejercito de troles y que las llamadas intimidantes propias de las dictaduras militares.

La voz del pueblo debe alzarse,  para despertar a quienes se ilusionaron con el presidente por el cual votaron pensando que era mejor, pero que ahora descubren,  que su Gobierno es el resumidero de ineficiencia, mentira, odio y corrupción.

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