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Maestras y maestros, tus derechos y libertades están en juego

Licenciada Norma Guevara de Ramirios

El 22 de junio es el Día del Maestro y la Maestra salvadoreña. Pocas profesiones logran tanta cercanía por mucho tiempo con niñas, niños, adolescentes y jóvenes.

Y es que como tienen a cargo su educación, por muchos años, se hacen merecedores de las abundantes muestras de respeto y cariño sinceros hacia ellas y ellos, en un día dedicado a su labor; felicitaciones maestras y maestros, en servicio o retirados.

La radiografía social que el magisterio en su conjunto puede extraer es profunda, en la medida que las escuelas o centros educativos fueron extendiéndose y adquiriendo las formas de la comunidad en la que están establecidas, algunas en alejados y remotos caseríos o cantones; otras en barrios o colonias muy poblados.

Las condiciones socioeconómicas de las familias se expresan en los niños y niñas, adolescentes y jóvenes que acuden a lo centros educativos; algunos logran una infraestructura adecuada, otras esperan por años alguna mejora, y ese ambiente físico y social es recogido en el alma del maestro y la maestra, que sabe que está  en el deber de formar, con sentido positivo, a sus discípulos.

La maestra y el maestro, como le conocemos hoy, no fue siempre así. Eran menos y formados en normales privadas a inicios del siglo pasado, por buenas normales y por universidades en la segunda mitad del siglo, se reconoce que había un carácter distintivo del profesor o profesora formada en las normales públicas.

De modo que enjuiciar al magisterio requiere sentido histórico, en el que reconozcamos y  valoremos las condiciones en las que ha debido laborar; pero donde quiera que le haya tocado, se llega a los corazones de muchos de sus alumnos y de algunos padres y madres de familia; se ganan el corazón y pueden dejar huella en la mente de sus estudiantes, en su conducta y en sus habilidades y conocimientos.

El magisterio, especialmente el del sector público que es y ha sido la inmensa mayoría, vivió épocas en que los gobiernos (en dictadura) ejercieron  presión; pero el maestro se organizó, cobró valor, identificó sus problemas comunes, aprendió a luchar y a defender derechos.

Luchó por reivindicaciones salariales, por el derecho a la salud propia y de su familia, por un retiro digno con pensiones justas, derecho a organizarse y expresarse, a exigir respeto a la libertad de cátedra, a oportunidades para seguir estudiando, a la estabilidad laboral, y tantas otras que a lo largo del tiempo fue presentando como demandas y ganando.

Esos derechos ganados y establecidos en la Ley de la Carrera Docente, en la Ley de Bienestar Magisterial, ahora están en juego con un Gobierno apto para el engaño, para la seducción y la traición a sus propias promesas; es obligado darse cuenta de esta situación y defender los derechos conquistados a la vez de demandar, como siempre se ha hecho, mejoras en las condiciones en las que les corresponde desempeñarse.

La Ley de la Carrera Docente estableció en marzo de 1996, por primera vez, el derecho a recibir mejora salarial cada tres años; antes de ese ley cada mejora fue lograda a base de huelgas; este y otros derechos, tiene a su base esfuerzo de generaciones de maestros y maestras con visión y sentido de solidaridad, que permitió al maestro, además de formar a sus alumnos, formar en el sector una conciencia de su realidad.

Aprender de la realidad  es lo que caracteriza el desempeño docente, y esa realidad va más allá del aula, es la realidad social inmediata y la realidad de país. Los maestros y maestras que organizaron al gremio de mayor trascendencia histórica que hasta hoy hemos tenido: ANDES 21 de Junio, lucharon por esos derechos  y enseñaron a la juventud a luchar por la justicia y la democracia en el país.

Ahora la organización magisterial es diversa y dispersa y la problemática educativa se complejiza, no solo por los cambios que impone la pandemia del COVID-19, sino por los cambios políticos que se derivan de un gobierno dictatorial que concentra poder estatal de los órganos fundamentales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), por el uso ilegal de la  fuerza policial y militar y por los vínculos, por muchos denunciados, con las organizaciones de pandillas.

Leer esa realidad nueva y plantarse en la defensa de derechos conquistados por el magisterio, es un deber de las generaciones de maestros y maestras, especialmente quienes están en servicio activo; y de quienes desde fuera, entre ellos las universidades, tienen conciencia de que  una exigencia permanente para mejorar la educación es la dignificación del magisterio.

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