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Los intelectuales y las dictaduras

Alirio Montoya* 

A nada le teme más una dictadura que a los intelectuales y al pueblo organizado. Es una afirmación irrefutable. Por eso es que primero se persigue, soborna o asesina a los intelectuales y después se desmonta al pueblo organizado. Y es que, Roque Dalton decía algo bastante elemental: “Ideas quiere la guerra”. Es pertinente hacer dos aclaraciones. Primero, qué vamos a entender por intelectuales y, en segundo lugar, a qué se refería Gramsci cuando hablaba de los intelectuales orgánicos. Los primeros son incómodos para las dictaduras, claro está; los segundos son fieles cortesanos, por no decir “lameculos”.

Esa categoría de “intelectuales” fue un término acuñada en Francia en la denominada era moderna allá por 1898, referida a un grupo de pensadores o libres pensadores diría yo, a partir de un Manifiesto de ese mismo año, cuyo protagonista fue Émile Zola, al tener la valentía de enviarle una carta al presidente francés de ese momento, cuyo contenido era de protesta en contra de las falsas acusaciones de traición que le indilgaron al oficial de artillería Alfred Dreyfus, según lo afirma Noam Chomsky. A Zola le tocó una pena severa por esa carta: vivir en el exilio. De lo anterior se colige entonces que un intelectual es quien lucha por la justicia o, dicho en otras palabras, intelectuales son aquellas personas que están en contra de las injusticias, vengan de donde vengan. Son esas personas no necesariamente ilustradas que luchan en contra del poder opresor del Estado, de la Iglesia y de los poderes hegemónicos que circundan dentro o fuera de los gobiernos.

Piense en lector en una de las peores dictaduras, la de Adolfo Hitler y el régimen nazi, por ejemplo, la cual es por excelencia una de las dictaduras más atroces del siglo XX. Ahora, estamos pendientes con los intelectuales orgánicos. Para Gramsci, este tipo de pensadores son aquellos parapetados en cualquier ministerio o secretaría del gobierno o también los denominados técnicamente como asesores externos. Pues bien, en la Alemania nazi tuvimos un semillero de intelectuales casualmente todos vinculados a la Universidad Goethe de Fráncfort del Meno y al Instituto de Investigación Social, conocida esa primera generación como la Escuela de Fráncfort. De entre sus integrantes tenemos a Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, Walter Benjamin y Erich Fromm, entre otros.

Estos intelectuales eran etiquetados de izquierdas, eso no se puede negar, pero adscritos a un tipo de marxismo heterodoxo. Todos ellos opositores al régimen de Adolfo Hitler, y que por medio de salvoconductos lograron escapar de Alemania y se radicaron en los Estados Unidos, a excepción no sé el porqué de Walter Benjamin que decidió pernoctar en España. Allí se suicidó o lo suicidaron. Lo cierto es que esta generación fue muy brillante: filósofos sociales, psicólogos sociales; en fin, lumbreras que tuvieron que huir de ese despiadado régimen. Ahora, cuál fue el papel de estos intelectuales frente al régimen nazi. La oposición de la Escuela de Fráncfort era más que todo de tipo académico-intelectual, pero al final eran opositores al régimen. Esa oposición al nazismo estuvo centrada en contra de la naturalización del tema raza-pueblo; para estos intelectuales el nazismo pretendió imponer nuevamente el positivismo a través de un discurso basado en la discriminación y selección racial.

A consecuencia de esa aseveración considero que la lucha de los comunistas alemanes y más que todo la lucha de los gitanos en contra del régimen nazi fue más genuina que la oposición de los integrantes de la Escuela de Fráncfort. Lo cierto es que, si seguimos las primeras líneas de este escrito, la oposición a la injusticia nazi la protagonizaron también otros sectores. Conviene ahora hablar sobre los intelectuales orgánicos del régimen. No es del todo cierto que a Hitler lo seguía un conglomerado de alemanes ignorantes y pertenecientes a los estratos más bajos, como suele ocurrir con todo dictador. No, a Adolfo Hitler también lo admiraban y lo seguían intelectuales orgánicos del talante de Carl Schmitt, Goebbels y el mismo Martin Heidegger. Resulta ser que fue más protagónico, aunque de forma negativa, el papel de los intelectuales orgánicos durante el terrible Tercer Reich. Pero bien, nos quedaremos con que los integrantes de la Escuela fueron intelectuales en contra del régimen.

Para establecer un ejemplo más comprensible de ese papel del intelectual frente a las dictaduras pienso que es más paradigmático el caso de los sacerdotes jesuitas encabezados por Ignacio Ellacuría. Ellos cumplen el prototipo de intelectuales al estilo Escuela de Fráncfort, pero más que todo ese papel del intelectual concebido como el caso de Émile Zola. La valentía de los sacerdotes jesuitas frente a las injusticias del régimen militar es encomiable. Ellacuría sabía perfectamente que lo iban a asesinar; es más, le advirtieron que no ingresara al país en noviembre del 1989 pero el peso de sus ideales de justicia social y su lucha en contra del pecado estructural se impusieron. Ellacuría ingresó al país y fue asesinado de la forma más vil y cobarde por un escuadrón militar en la madrugada del 16 de noviembre de 1989 junto a sus compañeros.

También uno de los mártires sobresalientes del siglo XX, Óscar Arnulfo Romero fue un intelectual que se enfrentó a la dictadura militar. Romero sabía que lo iban a asesinar, al momento de tener esa certeza que era perseguido por los perros de presa, le asignó otras tareas a su motorista para que no corriera la misma suerte de los que acompañaban a Rutilio Grande el día que lo asesinó también la dictadura militar. Romero comenzó a conducir personalmente su automóvil porque no quería que otra persona corriera su misma suerte. Eso es tener claridad y convicción del ideal que se predica. Cuando se alcanza ese grado de convicción es porque ya se han saltado los linderos del terror, del temor a la muerte. Los sacerdotes jesuitas y Romero son por excelencia los intelectuales modelos a seguir.

Por supuesto que hay también intelectuales orgánicos, y es necesario aclarar que estos intelectuales orgánicos no aparecen solamente en las dictaduras, sino en cualquier otro tipo de régimen. Por ejemplo, Dagoberto Gutiérrez actualmente es el prototipo de un intelectual orgánico, es muy inteligente, aunque inconsistente. Sin embargo, no le veo nada de malo que Dagoberto sea ahora un intelectual orgánico. Lo aquí nos interesa es de qué lado están o estarán en un futuro los intelectuales salvadoreños. Lo interesante es saber quiénes integrarán las listas de los intelectuales del pueblo y los intelectuales orgánicos. Desempeñar un papel tan bochornoso como el Heidegger ante el régimen nazi es preferible limpiar parabrisas en los semáforos de Metrocentro. Heidegger llegó tan bajo al decirle en cierta ocasión a Karl Jaspers que las manos del Führer eran bellas. “No has visto la belleza de sus manos”, le dijo.

*Profesor de Filosofía del Derecho.

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