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Los guerreros de mayo

Mauricio Vallejo Márquez

Escritor y Editor

suplemento Tres mil

 

Estaba impresionado. Aquellos insectos eran unas hormigas gigantes con alas con un aspecto de guerreros samurais.  Les llamaban zompopos de mayo. En esos años jamás fui a cotejar la información con algún adulto, y así como tantas cosas más de la vida dejé que mi aprendizaje se diera con los conceptos de mis coetáneos. Total era algo normal.

Estos zompopos estaban en todas partes. En mi casa, en el colegio, en cualquier lugar donde me moviera. Era increíble como llegaban a inundar el suelo. Con el tiempo eso dejó de sorprenderme, y así como esperaba el final del año, también esperé mayo para ver aquellos animalitos sorprendentes.

La mayoría de los niños recorrían los pasillos del colegio en busca del guerrero ideal para someterlos a infructuosos combates de los que aunque se diera el triunfo era una muerte segura, porque el sadismo de sus captores llegaba a ese extremo. Escogían los cabezones, porque eran los más violentos (los machos). Recuerdo el olor intenso de esos animalitos en donde se aglomeraban y me cuestionaba sobre la práctica. Una demostración de la crueldad que a veces los niños aprenden sin saber y repiten hasta que alguien logre vencer el ciclo. Y en esos tiempos de guerra civil cuando crecía era normal jugar a la guerra y el pleito, la violencia era cotidiana.

En mi ingenuidad atrapé algunos para llevarlos a mi casa. Improvisé una guarida para ellos con cajas de fósforos vacías. Recogí hojas creyendo que con eso solucionaba su alimentación, pero la falta de conocimiento y confianza para preguntar tuvo un resultado no esperado: la muerte. Los zompopos igual morían, y es que los machos tienen ese destino después de copular. Solo salen para reproducirse. Así que desistí de mi practica. Dejé de atraparlos y miraba con tristeza el destino de los que capturaban mis compañeros mientras duraba el quinto mes del año.

Con las décadas he visto disminuir su presencia. Aunque de vez en cuando me sorprende ver alguno por la calle. Me han contado que se los comen en Colombia, México, Guatemala, Brasil y Japón. Hasta la fecha no me imagino hacerlos parte de mi dieta, tal y como hacían los sapos (quienes tenían una fuente de nutrición en ellos), que ahora también se ven menos.

Antier, en una conversación con mi hijo, me explicó que las hormigas machos y las reinas vírgenes que se presentan junto a las lluvias son los zompopos de mayo. Y que estas salen para reproducirse. Los machos mueren y las hembras generan nuevos nidos. Mientras me ilustraba recordé ese ciclo de mi niñez, la alegría de ver a esos animalitos inundando los pasillos, las calles, las canchas de futbol.

Ahora es incierta su presencia, escasa. Así como el resto de la fauna que llenaba nuestro país, convirtiéndose los que quedan en verdaderos guerreros de mayo.

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«Esperanza». Fotografía: Rob Escobar. Portada Suplemento TresMil