Marlon Chicas – El Tecleño Memorioso
Revestida de solemnidad y fervor religioso, un año más enaltecemos con alegría el Día de la Santa Cruz, tradición religiosa de nuestros ancestros, envuelta de mitos en torno a su figura como la de que el maligno llegará a bailar a medianoche, en aquellas casas donde no se venera la cruz.
De acuerdo con archivos, la celebración del Día de la Santa Cruz es una ceremonia concordante con las costumbres religiosas traídas de España, y mancomunadas con los tributos de nuestros pueblos indígenas hacía la madre tierra y en especial a Xipe Totec (El Desollado), considerado el dios de la guerra, la agricultura, la fertilidad y la primavera.
Esta solemnidad data del siglo II de nuestra era, cuando Santa Elena buscó y encontró en el Monte Calvario la cruz en la que Jesús murió. Una vez encontrada, dispuso dividirla en tres partes: una de ellas fue envida a Roma, otra a Jerusalén y la tercera a Constantinopla respectivamente; en el año 700, la fracción que perteneció a Jerusalén fue robada por los persas y devuelta el 3 de mayo de 1816 por el emperador Bizancio Constantino, por lo que se instituyó esta fecha como el Día de la Cruz.
En Santa Tecla, aún se acostumbra los 3 de mayo de situarla en hogares, iglesias y escuelas, utilizando para ello el “palo de jiote”, la que es adornada con papel de china, así como de cortinas y otros atavíos. En muchas viviendas son las madres o abuelas las que se encargan de decorarla, buscando con ello heredar esta tradición a hijos y nietos.
Antiguamente, en Santa Tecla esta solemnidad era una colorida fiesta, en la que se elaboraban cadenas de diversos tamaños; cortinas, cebaderas u otros ornamentos que matizaban esta usanza. En la mayoría de los templos católicos, se ubicó en los atrios de las mismas, para ser reverenciada por los creyentes de la época.
Un elemento que no faltó en esta tradición era la fruta de temporada como jocotes, marañones, mangos, guineos, naranjas, mandarinas, entre otras; esta ceremonia era el punto de partida de la época seca a la lluviosa. En las escuelas tecleñas se esperaba con ansias esta fecha, ya que, luego de venerarla se disfrutaba de los productos de la madre tierra.
Así mismo, se realizaban actos culturales como danzas, música de marimba, charlas, entre otras actividades. En los barrios tecleños la Santa Cruz se instaló en varios hogares, por lo que algunos coterráneos se acercaban a honrarla; con el fin de aprovechar la ocasión.
Como otras tradiciones de nuestra cultura ancestral, poco a poco se pierde en el tiempo, por lo que es responsabilidad de todos, evitar que esta conmemoración pase al archivo del olvido por no transmitirla a las nuevas generaciones.
¡Salvemos nuestras tradiciones!
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