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La lección del dolor

Álvaro Darío Lara

Escritor y docente

 

Indiscutiblemente las mejores y más perdurables lecciones que la vida nos ofrece, proceden de la experiencia del dolor: dolor físico, dolor emocional, dolor vital… ¡Cuánto quisiéramos los padres ahorrar el dolor de los hijos! Sin embargo, esto no es posible. Es necesario que la experiencia parta de la propia carne, para que, con fortuna, cuaje en verdadero aprendizaje.

Confinado en una siniestra prisión, debido al terrible pecado que significa, ser fiel a sí mismo, el gran escritor y esteta Óscar Wilde (1856-1900), escribió uno de las cartas poéticas más largas y estremecedoras que la literatura conoce, esto es: “Epístola: In Carcere et Vinculis”, conocida popularmente como “De Profundis”. En ella, Wilde, da cuenta de la realidad estremecedora, pero también, salvífica, del dolor humano. Veamos: “Donde hay dolor hay un suelo sagrado. Algún día la gente comprenderá lo que esto significa. Hasta entonces no entenderá nada de la vida. Robbie y quienes son como él pueden darse cuenta. Cuando, entre dos policías, me trasladaron de la cárcel al Tribunal de Quiebras, Robbie me esperaba en el largo y sombrío corredor: al verme pasar con la cabeza baja y las manos esposadas, me saludó respetuosamente quitándose el sombrero. Por menos que eso muchos han ganado el cielo. Y lo hizo delante de la multitud y con un gesto tan dulce y sencillo la redujo al silencio”. Y reafirma, el poeta, líneas delante: “…llegar a ser un hombre más profundo es el privilegio de quienes han sufrido”.

Por su parte, la sabia voz espiritual de Mrs. Charles E. Cowman, nos dice: “Seguro que hay algunos entre vuestros amigos a quienes recurrís en tiempos de prueba y aflicciones. Parece ser que ellos siempre pronuncian la palabra apropiada o dan el consejo que uno desea. Sin embargo, a veces uno se da cuenta del precio que ellos tuvieron que pagar antes de llegar a ser tan diestros en vendar las heridas y secar las lágrimas. Pero si uno investigase el pasado de su historia, encontraría que ellos son los que más han sufrido. Ellos han observado la distorsión lenta de alguna cuerda de plata sobre la cual colgaba la lámpara de la vida. Ellos han visto la taza dorada de la alegría, destrozarse en sus pies y derramarse su contenido (…); pero todo esto ha sido necesario para convertirlos en las nodrizas, los médicos y los presbíteros de los hombres. Las cajas que vienen de climas extranjeros son muy toscas, pero contienen especies que perfuman el aire con la fragancia del Oriente. Así también, el sufrimiento es tosco y duro de sobrellevar; pero debajo de sí mismo, oculta disciplina, educación y posibilidades, las cuales no solamente elevan nuestra nobleza, sino que nos perfeccionan para ayudar a otros. No te enojes, o impacientes o esperes con aspereza que pase el sufrimiento, sino saca de él todo cuanto puedas para ti y para servir a tu generación…” ¡Maravillosas palabras, bálsamo bienhechor para sanar todas las heridas!

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