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La articulación universidad-empresa y estado: una construcción epistémica y holística desde la particularidad territorial

Pedro Ticas

Quizás, una de las graves confusiones conceptuales es creer que la universidad debe verse como empresa, confundiendo con ello  teoría y práctica, pensamiento concreto con pensamiento complejo. La universidad no debe jugar a ser empresa porque pierde su sentido de identidad.  Su pensamiento se reduce al mundo de lo concreto sin comprender que lo concreto debe entenderse como la ascensión de lo abstracto, de lo holístico, del pensamiento complejo y sistémico. Si la universidad asume el rol de empresa, su carácter filosófico, teórico, epistemológico, histórico asume más una condición administrativa practicista que una labor de formación teórica transformada en práctica y ésta última, superada por una nueva teoría en un proceso ascendente. (Pedro Ticas)

Introducción

Este trabajo está referido a mi propuesta central de comprender la articulación entre ambas entidades a partir del Territorio y, una vez resuelto, conferir a cada una de las entidades (universidad-empresa-estado) la articulación intrainstitucional en la que cada una, sin perder su identidad –por el contrario, fortaleciéndola- sea capaz de asimilar la identidad del otro en función del desarrollo y realización de sí misma, es decir, en el objeto desdoblado de su propia identidad holística, epistémica y concreta. Las dos se hallan plenamente vinculadas tanto en el plano epistemológico como empírico, condición del conocimiento científico que nos facilita y ofrece la posibilidad de construir ambos conceptos desde una apreciación más holística y concreta  a partir de la realidad in situ.

La articulación universidad-empresa- estado

Debo anteponer, que el desarrollo de los conceptos de vinculación, intervinculación, intravinculación, articulación e integración institucional consiste en lograr un proceso ascendente de la cantidad a la calidad. Así pues, la Integración figura como la expresión concatenada, epistémica, holística y a la vez “concreta” [1] del Proceso de Unicidad entre Universidad-Empresa-Estado.

Pero en realidad, habría de denominarse “articulación universidad-empresa-sociedad”, entendiendo esta última, como la configuración concatenada y articulada con el Todo, como la expresión de lo pluriétnico, multicultural, pluricultural, multiétnico y todas las formas históricas y emergentes desde las que se organiza la población divididos en grupos etarios, identitarios, culturales, económicos y otros tantos que han resuelto en andar histórico diacrónico y sincrónico de la población. Desde esa observancia epistemológica, el respeto a las particularidades y singularidades de la sociedad nos conducen al territorio, el cual, por tanto, constituye la unidad geo-holística de la articulación universidad-empresa-sociedad que hoy abordamos. Sin embargo, por un asunto de ubicación conceptual, me referiré a la noción de “estado” en lugar de “sociedad”, dado que resulta más ampliamente conocido.

Desafortunadamente, por la amplitud del tema, por ahora no podremos abordarlo con más detalle, sin embargo, habré de acotar algunas consideraciones generales a cuatro componentes que me parecen sustanciales: 1) Las formas de incorporación de los egresados al mercado laboral, 2) prácticas profesionistas, 3) formas de contribución teórica, metodológica y empírica a la sociedad y 4) todos ellos articulados hacia la transformación in situ de la sociedad que no se explican en un solo y mismo intento, en realidad, constituyen el primer acercamiento a su respectiva configuración, la cual debe construirse constante y permanentemente con el propósito de lograr mayor profundidad en cada uno de los componentes que indico. Pero también, no basta con la constancia. Requerimos de la visión epistemológica holística, mucho mas compleja y disímil. Esa condición le genera la posibilidad de construir conceptos más determinantes.

Sin duda, El Salvador ha pasado por disimiles condiciones económico-educativas que le han significado cambios abruptos. Diseños y modelos [2] educativos ejecutados desde la primera mitad del siglo pasado estuvo orientada a la producción escolar de carácter instruccionista-oficios. Se trataba de formar en el dominio de oficios frente a la llegada del “nuevo orden mercantil que necesitaba de fuerza de trabajo especializada en dichas tareas: reparación de productos eléctricos, talleres, sastrería, panadería” (Ticas, 2009) [3], etc. Ahora, los intereses del comercio internacional han cambiado. La globalización ha generado enormes olas de mercancías de la más amplia variedad y valor. No basta con formar en oficios, se requiere de formar profesionistas en áreas afines a la dinámica que exige el comercio internacional en el orden de lo jurídico, recursos naturales, técnicos, industria, tecnología, transporte, infraestructura, servicios, salud, etc.

Esta nueva condición pone en aprietos al quehacer educativo escolar, especialmente a la educación superior. Más de 50 años de formar en las mismas profesiones han saturado el mercado, especialmente, tratándose de una sociedad con débil organización de formas productivas diversificadas. Pero eso no es culpa de la sociedad ni sistema educativo nacional. Se trata de las voluntades y disposiciones de algunos organismos y gobiernos internacionales que han condicionado sus préstamos, dadivas-donaciones, financiamientos concedidos al país, para que ejecuten algunos programas o proyectos escolares plenamente ajenos a la historia y realidad de la sociedad nacional. Ese hecho, que es histórico, no puede desatenderse. No puede quedar fuera del análisis holístico de la educación escolarizada. Así que cuando nos referimos a la “incorporación de los egresados al mercado laboral”, debe comprenderse ante todo, qué es eso de mercado laboral en una sociedad predominantemente determinada para el consumismo y no para la producción?  Ciertamente, si trata de “mercado laboral” el principio básico de dicho concepto implica que la fuerza de trabajo continua siendo una mercancía en la que su valor dependerá de las condiciones mismas de la Forma Económica existente en la sociedad, es decir, en sociedades-mercado, la fuerza de trabajo adquiere el valor igual o similar al valor de la mercancía y el tiempo de ese valor estará determinado por igual condición del tiempo de circulación de la mercancía.

Si esto fuese así, entonces significaría que  la masiva formación de profesionistas habrá de fluctuar tanto como fluctúe el valor de las mercancías y con ello responder a la lógica del sistema, lo que indica que la retórica de la articulación universidad-empresa-estado no sería más que una expresión disociativa de las verdaderas responsabilidades de la organización holística de las sociedades.

El otro problema consiste en reducir la articulación universidad-empresa-estado a simples números, esto es, a volumen de profesionistas puestos en el mercado. Cierto que los números son importantes en tanto las sociedades se encuentren aptas para su asimilación. En ese caso, la operación aritmética es simple. En tanto halla mayor número de profesionistas en el mercado laboral, mayor y mejor se entiende la capacidad que tiene esa sociedad para incorporar su masa de profesionistas a un mercado productivo. En cambio, en tanto el número de profesionistas sea mínimo, menor es la capacidad de esa sociedad para incorporar a su desarrollo y progreso la masa de fuerza de trabajo que produce.

Pero como hemos dicho, la relación universidad-empresa-estado no debe observarse reduccionistamente a la cantidad, al número. Esa es una visión positivista mecánica, obsoleta y tristemente anacrónica. La transformación de la Cantidad en Calidad solo se logra mediante la observancia de los números en relación con la calidad que esos datos producen, esto es, que la relación universidad-empresa-estado no está determinada por el número de profesionistas que las universidades ponen en el mercado laboral, sino, fundamentalmente, por las transformaciones cualitativas que esos profesionistas logran en su práctica laboral, social y cultural. Eso es, en simples términos, la transformación de la Cantidad en Calidad.

Desde dichas premisas con las cuales conferimos a la relación universidad-empresa-estado una condición sostenible, sustentable, articulada, concatenada y con rumbo histórico conjunto, conviene con absoluta proporción, pensar el desarrollo de una trilogía sistémica nacional de manera que cada una de las tres entidades contribuya a la superación de sí misma y de las demás. En esa lógica, no es muy difícil comprender que la producción de lo material es apenas una de las formas en las que el mundo se produce y que por tanto, la articulación trilógica no está conferida únicamente al mundo material. Aceptar que la trilogía debe reducirse a la producción material, sería reducirse a la mínima expresión del pensamiento y la razón humana. La trilogía responde también a la formación y construcción de lo humano, de nuevas formas de vida, a desmecanizar las relaciones humanas y convertirlas en la preservación de la especie, no por su carácter biológico sino, fundamentalmente, por su carácter social, humano y en éste último, su estado de la conciencia.

Por su parte, los subsiguientes componentes referidos a las prácticas profesionistas, las  formas de contribución teórica, metodológica y empírica a la sociedad y  la  articulación hacia la transformación in situ de la sociedad que anteriormente indicamos –los cuales abordaremos con más detalle en otra oportunidad-, requieren al menos por ahora, una acotación sustancial: su unicidad sistémica depende del estado económico, educativo, tecnológico, productivo e histórico en el que se halle la sociedad en donde se realizan. Dicho estado o condición de la sociedad debe corresponder a la unicidad simétrica entre población, estado político y empresa. Ninguna de las tres actúa o sobrevive sin la otra. Esa condición de interdependencia debe transformarse en Intradependencia, es decir, desde sus propias identidades articulando el Todo.

Si este principio no se realiza, muy difícilmente puede ni siquiera asociarse la condición empresarial, universitaria y estatal al desarrollo y progreso de la sociedad. En materia empresarial, todas ellas se hallan articuladas por el mismo sistema. Ninguna escapa de la otra, no puede ser independiente. Tratase de empresas productoras, distribuidoras, servicios, comercio, mercantiles, etc. Las universidades no solo están puestas al servicio de las empresas. Su carácter ontológico, humano, va más allá de las variabilidades económicas. Se forma en ellas una cultura, conducta, comportamiento de lo social, de lo humano. El estado no es un administrador. Su participación en la unicidad sistémica consiste en la organización de las simetrías entre las entidades. Debe adquirir un compromiso y por tanto, adquiere in  situ, un proyecto humano.

Hasta hoy, conocemos de la propuesta mercantil de esa trilogía desde las ideas de Etzkowitz, Gulbrandsen y Levitt [4] que entienden a la Universidad-como la empresa fundadora mediante instalaciones de incubación-, la Empresa –como la entidad educadora a través de universidades empresariales y el Estado- como el capitalista de riesgo por medio de la investigación y la innovación en pequeñas empresas. Esto sucede bajo el supuesto teórico de pensar que cada una de ellas influencia a la otra adquiriendo un mismo ritmo y destino.

Ciertamente, al respecto de los intereses mercantiles, dicha noción no parece descabellada; por el contrario, se ajusta al modelo de sociedad en la que funciona. Pero es, sin duda alguna,  el modelo de sociedad lo que determina y garantiza su funcionamiento, es decir, que en sociedades diseñadas y organizadas en todas las esferas de su vida cultural, histórica, social, educativa, industrial y tecnológica el cumplimiento de la función mercantil de la trilogía no es un proyecto, sino, uno de sus principales componentes. Por demás está decir, que en sociedades que no poseen esas características, la articulación universidad-empresa-estado no deja de ser más que una retórica mal copiada, eventual, circunstancial y efímera, particularmente  en sociedades en donde predominan relaciones sociales feudales o seudoindustriales y tecnológicas.

Pero el asunto de lo industrial no es sinónimo de lo tecnológico, ni siquiera requieren de coexistencias simétricas o simultaneas. La industria está determinada por procesos propios de la historia de cada país desde la revolución industrial hasta la Segunda Posguerra Mundial. La industria requiere de indicadores y recursos naturales y humanos particulares. Un país vale en el mercado internacional, lo que vale el recurso humano o natural que posea. Esa es la regla del capital. Se circunscribe a ella porque eso le garantiza su propia reproducción.

El caso de la tecnología es distinto. La tecnología demanda procesos diferenciados desde una distribución internacional del trabajo y la producción bajo leyes distintas, incluyendo en ellas, aquellas sociedades destinadas únicamente para el consumo o la manufactura a baja escala, sin poder de intercambio sobre el valor de su trabajo y el volumen de lo que produce ese trabajo. Así pues, las sociedades tecnológicas no son aquellas en donde se producen los bienes materiales tecnológicos o en donde se hace uso de esos bienes. Las sociedades tecnológicas implican una forma y modo de vida. Implica la organización del mundo social en función del control que la población tenga sobre esa tecnología, dado que, esa tecnología, no requiere  ni está circunscrita al tipo industrial. Tecnología desarrollaron las sociedades primitivas con el uso de la piedra, el desarrollo de la caza, la pesca, etc., por tanto, también se desarrolla tecnología cuando las sociedades, aún en las peores condiciones de su existencia, inventan, crean, innovan su vida mediante el uso, elaboración o producción de todos los instrumentos materiales o intelectuales que hacen posible su sobrevivencia, su existencia.

Desde esta premisa, expuestos ambos conceptos, la articulación de las entidades en cuestión no se supedita a procesos industriales tecnológicos regidos por el mundo industrial internacional, por el contrario, debe otorgarse a lo propio su plena valoración y en consecuencia, la formulación de diseños propios de articulación que permitan el crecimiento, desarrollo, progreso y avance de la sociedad en función de una cosmovisión propia. Así las cosas, si tomásemos como única referencia el concepto de desarrollo tecnológico desde los estándares e indicadores del mundo industrializado, los pueblos históricamente pobres y dependientes estarían condenados a la esclavitud eterna, la dependencia y sobre todo, a convertirse en la enorme bodega de almacenamiento de productos industriales, tecnológicos, alimenticios y de cualquier tipo que los países industrializados generen y, por tanto, estarían destinados a siempre ser el basurero de desperdicios, sobrantes y productos de manufactura defectuosa.    

Contrariamente, la articulación universidad-empresa-estado debe observarse y analizarse desde los recursos humanos, naturales y materiales propios. Precisamente, en virtud de lo propio habré de proponer un proceso de intervención tanto teórico como práctico. Se refiere a la observancia y construcción de la articulación universidad-empresa y estado desde el territorio.

El proceso se explicita en el siguiente diagrama:

El territorio, surge como punto de partida y no como resultado de la articulación universidad-empresa-sociedad. “El territorio era la base, el fundamento del Estado-Nación que, al mismo tiempo, lo moldeaba. Hoy, “viviendo una dialéctica del mundo concreto, evolucionamos de la noción, tornada antigua de Estado Territorial a la noción posmoderna de la <<transnacionalización>> del territorio [5].  A  esta articulación le denomino Triple Alianza con el objetivo de comprender que las alianzas tácticas o estratégicas se hallan determinadas y definidas por un sistema de inter e intravínculos de carácter eventual o permanente. Esto otorga a la alianza, la posibilidad de encontrar identitariamente  uno de sus principales elementos: su función e intervínculo con el Todo. Pero también, cada territorio le confiere a dicha alianza sus respectivas particularidades, es decir, el producto de ésta, resulta de lo que cada territorio demanda diacrónica y sincrónicamente de acuerdo a las necesidades, configuración poblacional (cultural, social, educativa, familiar, institucional, así como a recursos humanos, recursos naturales y materiales que se hallen en cada espacio geográfico).

Una vez consideradas dichas condiciones, se derivan particularidades y singularidades. Ambos elementos deben ser constitutivos tanto de la triple alianza como del territorio en el que se articulan. Así pues, las particularidades y singularidades territoriales ofrecen mayores posibilidades de efectividad, eficiencia, desarrollo y progreso sobre la acción de la alianza en el territorio. Comprendidas y realizadas esas particularidades, el territorio se Configura de distinta manera y, por tanto, la triple alianza debe Configurarse en el mismo sentido y propósito del territorio. Dicha Configuración se logra mediante la observancia y ejecución de distintos elementos (a, b, c, d, expuestos en el diagrama), los cuales, entre otras cosas, se construyen no desde la visión de la universidad y empresa hacia a la sociedad, sino, fundamentalmente, desde la articulación in situ e interactiva de las tres.  Eso garantiza que los intereses de la sociedad puedan realizarse en la formación de los individuos para que, una vez formados, encuentren un espacio en la misma sociedad.

La idea que la universidad debe trabajar para los intereses de la empresa y que el estado (gobierno) debe ser capital de riesgo, solo puede ser comprendida desde la premisa que supone que el gobierno, no se halla plenamente vinculado a la sociedad y por tanto, menos aún, a los intereses de esa sociedad en su propio desarrollo y formación. La universidad y la empresa constituyen uno de los componentes de articulación, por ello, como hemos señalado, la triple alianza solo encuentra sentido en tanto encuentre su Unicidad Sistémica, fuera de ésta, la contraposición, contradicción o su desarticulación  será una constante ruptura.

Realizada dicha articulación sistémica desde los componentes (a, b, c, d) señalados en el diagrama, el sentido de la evaluación adquiere un proceso metodológico distinto. Ya no se trata de evaluar administrativa y operativamente las entidades de manera desarticulada e  independiente, por el contrario, lo que llamo “formación de sistema de evaluación” se convierte precisamente en una metodología de evaluación que parte del principio de lo “intra” para conectar con lo “inter”. Solo mirando hacia adentro puede evaluarse lo que articula con lo otro, lo “inter”.  Dicho de otra manera, un Sistema de Evaluación va más allá de “resultados”, comprende la observancia constante sobre todo el proceso, desde su inicio hasta su transformación. El sistema que propongo sitúa a cada una de las condiciones en el lugar que le pertenece y por tanto, el Todo se concatena. Para ello, es necesario encontrar la Ruptura Epistemológica que hace posible la existencia de lo que denomino Configuraciones (ver diagrama anterior) con el propósito de establecer que son esas Configuraciones las que determinan las Particularidades y Singularidades a las que nos referimos anteriormente.

En última instancia pues, las Configuraciones (a, b, c, d) señaladas en el diagrama, dejan de ser una abstracción y se concretizan mediante el logro de su unicidad sistémica, holística desde el Territorio. Es, lo que acontece en el territorio lo que provee la articulación universidad-empresa-estado. Son esas particularidades y singularidades históricas, poblacionales, culturales, sociales y naturales, las que le otorgan a la trilogía una condición estable, propia, nacional. La articulación de las tres entidades no debe medirse únicamente en términos de la formación técnica, tecnológica, informática. Eso, como hemos dicho, responde a los intereses de algunos organismos económicos internacionales, los cuales, históricamente, no han podido demostrar la pertinencia de sus políticas en países pobres, dependientes y educativamente rezagados. Si eso fuese suficiente, eficiente y eficaz, éste, no sería tema del siglo XXI. Así pues, no debe mezclarse ni confundirse progreso con desarrollo. En lo primero va el utilitarismo mecánico de las ciencias tecnológicas, naturales, fácticas, aplicadas, etc. En lo segundo va lo que hace al ser humano, su razón social y natural.

[1] Marx, Karl, Los Grundrisse: elementos fundamentales para la crítica de la economía política. El método de la economía política. Ed. S. XXI, Mexico.1987. p.24-25

[2] Ticas, Pedro, Alcances y limitaciones del modelo educativo basado en competencias: el caso salvadoreño. Consideraciones antropológicas, Ed. Auprides, El Salvador, Documento No.9, 2013.p.10

[3] Ticas, Pedro, La educación en EL Salvador: praxis y pensamiento en el siglo XXI, Ed. Universidad Pedagógica de El Salvador Dr. Luis Alonso Aparicio, 2009.pp. 56-63, 74-80

[4] La triple hélice: universidad, industria y gobierno Implicaciones para las políticas y la evaluación, Instituto de Ciencias Políticas, SISTER, Estocolmo, 2002. www.sister.nu. Traducción de Carlos María de Allende, Septiembre de 2009-ANUIES. Versión original en inglés

[5] Santos M. Citado en Llanos Hernández, Luis, El concepto del territorio y la investigación en las ciencias sociales, Universidad Autónoma Chapingo. Chapingo Estado de México, 2010 http://www.colpos.mx/asyd/volumen7/numero3/asd-10-001.pdf

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