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El pueblo de José Antonio Velásquez, un ángel naif

Perla rivera Núñez

Escritora hondureña

 

“El primitivismo, prostate o Arte naif, find se caracteriza por el autodidactismo y la negación del academicismo como medios para llegar a manifestaciones artísticas menos contaminadas que las convencionales. Se dice que es un arte ingenuo, inocente, porque pretende ofrecer una visión del mundo sincera y exenta de artificios. Sus principales características son los contornos definidos, la falta de perspectiva, la sensación volumétrica a través de los intensos colores, la potencia expresiva, entre muchos más que pretenden un dibujo no necesariamente correcto, más bien un reflejo de la tranquilidad y despreocupación interior”.

Velásquez nació un 8 de febrero de 1906 en el departamento de Valle y muere el 14 de febrero de 1983. “A sus 76 años de edad falleció de ataque cardíaco, a las 5:15 de la mañana, en Tegucigalpa”.

<<En 1930 se trasladó a San Antonio de Oriente, un pequeño Pueblo de Francisco Morazán que le ofrecería en los siguientes años un universo de colores y formas para plasmarlos en una obra que recorrería gran parte del mundo. Era telegrafista y peluquero, pintor autodidacta y amante de la modestia. Junto a la corriente del Arte primitivista, o Arte naif, retrató cada árbol y arbusto que encontró en su camino, además las características casas con tejas rojas, la gran iglesia levantándose sobre el envolvente cielo, el sacerdote errante, y un pequeño perro correteando entre los aldeanos.>>

Es fin de semana y debo aprovechar. Unos zapatos cómodos, agua y comida ligera, además la cámara, con suficiente carga.

Salimos a las 9:00 a. m. con rumbo al oriente del país, llegamos al pueblo en una hora. En el camino  nos encontramos a varias personas  a quienes les dimos ‘’aventón´´ mientras subíamos la empinada pendiente.  Conversamos sobre el pintor, nos dijeron que no podían creer lo sucedido a su casa. Con cierta vergüenza nos comentaron que estaba destruida, pero que las autoridades del pueblo pensaban realizar un proyecto de restauración. ( ¿?)

Velásquez desde sus inicios ganó medallas, reconocimientos, su fama comenzó a traspasar las fronteras, sus obras eran vistas en Alemania, España, Italia, Estados Unidos, México, Cuba, Brasil, Venezuela, República Dominicana, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Colombia, entre otros. En 1981 estuvo en Costa Rica por invitación del presidente José Figueres. Y nunca perdió su modestia.

La famosa actriz estadounidense Sherley Temple narró la película “El mundo de un pintor primitivo”, documental auspiciado por la OEA que recoge las andanzas y trabajo de Velásquez.

Algunas piezas del pintor pueden apreciarse en el Banco Atlántida de Tegucigalpa. Otras están diseminadas por todo el mundo.

El auto se mueve de un lado a otro flanqueado por abismos que quitan el aliento, el entusiasmo es mucho.

Llegamos  y nos estacionamos frente a la alcaldía municipal, no nos dan mucha información. Nos vamos con la nuestra, a recorrer el pequeño pueblo. La brisa fresca al medio día nos hacen pensar en las noches frías de este pueblo. Comenzamos el recorrido por las calles, las mismas de las pinturas, el perrito que nos observa con curiosidad, los techos de tejas, las calles irregulares y estrechas.

Subimos una empinada cuesta para llegar a una boca mina, desde allí vemos el burrito bajando la montaña, las señoras platicando en las aceras. Todo está plasmado en los lienzos de Velásquez, paisajes y situaciones que constituyen una biografía de los pueblos hondureños.

Llegamos a la casa en ruinas, apenas dos o tres paredes en pie, un pequeño horno y unos pocos mosaicos. Me siento desolada. Una buena dosis de dignidad se ahoga en mi garganta y me hace reflexionar sobre el trabajo de nuestras autoridades en la protección de los monumentos históricos. Estar en aquel lugar remueve mi sensibilidad, saber que allí llegaron las musas a visitar al pintor, pensar que ese fue su espacio, la ventana desde donde envió la luz de sus colores a todo el mundo. Pienso que el viaje ha valido la pena.

El cansancio apremia, es la una y almorzamos a la sombra de un gran árbol, -quizás alguna vez aquí lo hizo el pintor-. Por sugerencia de una señora compramos’’ Monjitas´´ una especie de dulce de leche y jalea entre dos galletitas, envuelta en betún. Una delicia que no olvidaré.

Es hora de irnos, el viento nos recuerda que lloverá y las condiciones no son buenas para conducir. Abrazo fuerte la edición del libro; El arte naif en Honduras de nuestra escritora Leticia de Oyuela, deslizo mis dedos sobre sus tapas grises y duras. Siento como el ángel del naif me devuelve la sonrisa.

 

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