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EL MAL RADICAL

José Guillermo Mártir

La teórico política y filosofa judío-alemana Hannah Arendt considera al estalinismo y al nazismo como los regímenes políticos más sanguinarios del siglo XX. Lo común de ambos gobiernos fue su totalitarismo. Este se caracterizó por el control absoluto sobre todas las instancias del Estado. El totalitarismo fue una forma de gobierno basada en el terror y encaminado a la dominación mundial.

La ensayista y crítica literaria española Sultana Wahnón Bensusan1 insinúa que el mensaje principal de Arendt fue que el totalitarismo no es un capítulo lejano, aislado e irrepetible. Por el contrario, tras un momento de locura colectiva sería nuevamente una posibilidad histórica.

En el artículo “Hannah Arendt, los orígenes del totalitarismo”. Wahnón Bensusan opina que la masacre totalitaria y el terror fue la novedosa forma de domino del totalitarismo. Cita que para Arendt el antisemitismo nazi fue un hecho circunstancial del terror, que no conocía límites y no podía detenerse. El antisemitismo fue la forma que adoptó la ideología más característicamente imperialista: el racismo. El afán imperialista se esparció por Europa y la ideología racista se usó en sus propias poblaciones. El antisemitismo era la ideología racista que gozaba de cierto crédito en Europa.

Lo que le incumbía a Hitler era crear un ambiente para el exterminio de todos los pueblos que estorbaran sus propósitos de dominio mundial, no tanto matar al pueblo judío. Arendt cree que el mito de la dominación judía a nivel mundial fue un arma ideológica para justificar un proyecto político. Ya que los judíos europeos de esa época, no estaban habituados a la lucha política. Estos centralizaban su lucha al bienestar económico. Considera que una mayor participación en la vida política habría previsto y aminorado los efectos del nazismo.

EL GOBIERNO TOTALITARIO

Para el experto en Derecho Internacional Privado de origen venezolano, Juan Carlos E. Vargas2, Giovanni Amendola es el que acuña el término Totalitario para referirse al régimen absoluto de Benito Mussolini. El gobierno totalitario se caracteriza en la concentración del poder en un líder, la sustitución de sistema de partidos por un movimiento de masas, terror total como mecanismo de dominación, progresiva abolición de las libertades y derechos, desplazamiento constante del centro de poder, coexistencia del poder real y el poder ostensible, uso de la propaganda y el sistema educativo para adoctrinar, supervisión centralizada de la economía y manipulación de la legalidad.

Vargas sostiene justamente la tesis que los Estados Totalitarios acuden a la legislación, para lograr una supresión progresiva de la libertad y así alcanzar la dominación total. Esto lo precisa en su artículo “Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt y la manipulación de la legalidad (el desafío totalitario de la ley)”. Vargas considera que los regímenes totalitarios se aprovechan de las masas, las cuales son presas de la propaganda y del discurso del líder. El Movimiento Totalitario exige una lealtad total e incondicional de ellas. El líder totalitario es el funcionario de las masas, sin él carecerían de representación y seguirían siendo una horda amorfa. Y sin las masas, el líder es una entidad inexistente. Uno de los propósitos del gobierno totalitario es la organización de las masas, las que se caracterizan por ser heterogéneas, compuestas por individuos apáticos a la militancia política que no han sido corrompidos políticamente.

Para evitar que los individuos puedan pensar y expresarse con libertad se utiliza el terror. Los Campos de Concentración fue la institución central del poder totalitario, la cual pretendía reducir la personalidad humana a cosa. Vargas asevera que los totalitarismos se definieron por un desprecio a las normas jurídicas. Estos a diferencia de las tiranías, se apartan totalmente de la legalidad y crean un entramado jurídico para mantenerse en el poder. Los Gobiernos Totalitarios afirman obedecer las leyes de la naturaleza o de la historia, de la que proceden las leyes positivas.

La legalidad no estuvo acompañada de legitimidad. Uno de los propósitos del totalitarismo en el poder es anular los derechos y libertades civiles. Nazis y bolcheviques duplicaron organismos públicos. La duplicación de organismos era una división de la autoridad, lo cual era necesario para generar confusión para mantenerse en el poder. Los Estados Totalitarios se caracterizan porque el dictador o líder autoritario debe mentir para mantenerse en el poder. Vargas presenta siete desafíos totalitarios: rechazo al cumplimiento de normas, radicalización de las normas, estado permanente de ilegalidad, no hace público reglamentos y su aplicación es contradictoria, recurre a la ley para violar derechos y libertades civiles, crea un estado de legalidad que incita al mundo no totalitario a reconocer la ilegalidad y la legalidad termina separándose de la legitimidad.

La filósofa mexicana Virginia Aguirre Escamilla y el filósofo ruso Mijail Málishev narran que previo a la Primera Guerra Mundial3, en Europa había mucha gente chovinista e insatisfecha con la hipocresía y ficciones humanistas de la época. Este populacho fracasado dio gracias a Dios por la movilización militar de 1914.

Acontecimientos históricos extraordinarios como la Primera Guerra Mundial llevaron a la desmoralización a amplios estratos de la población europea. Esto condujo a la formación de una conciencia histérico-patológica que aprovecharon demagogos, charlatanes y aventureros políticos para convertir a las masas en instrumentos políticos. Los sobrevivientes de la Primera Guerra Mundial no se convirtieron en pacifistas, fueron un caldo de cultivo de la propaganda del totalitarismo, para poner fin al viejo mundo y escribir las nuevas páginas de la historia de la humanidad.

En el artículo “Hannah Arendt: el totalitarismo y sus horrores (última parte)”, Aguirre Escamilla y Málishev señalan como métodos de propaganda totalitarias las leyes eternas de la naturaleza humana, las profecías autorrealizadas, tener una hegemonía mundial como pretensión de dominar al mundo y los campos de concentración como una especie de “laboratorios”.

Los campos de concentración eran parte de la mentalidad totalitaria. La cual los consideraba un medio “razonable” de lucha contra los adversarios que eran vistos como “liendres” o “gusanos”. En ellos el trabajo era un esfuerzo dirigido a la conservación de la existencia biológica elemental. Se buscaba la destrucción de la individualidad y la autonomía personal. Igualmente el exterminio de aquellos que sufrían de una combinación de emaciación por hambre (adelgazamiento patológico) y agotamiento, de tal modo que estaban resignados a una muerte inminente y eran etiquetados con el término despectivo de “musulmán”.

El “mal radical” de la criminalidad nazi fue hacer la existencia del ser humano algo superfluo. Los nuevos delincuentes fueron hombres y mujeres terriblemente y terroríficamente normales. Estos fueron el nuevo enemigo de la raza humana, que cometieron delitos en circunstancias que le impedían saber o intuir que realizaban actos de maldad. Los motivos que dirigieron su conducta estaban en la superficie y eran banales. Ya que fueron incapaces de formular sus propios juicios. Esta incapacidad de pensar conllevo a la falta de responsabilidad de sus propias acciones.

Esto hizo que la mayoría de la población alemana coparticipará como “espectadores” condescendientes del crimen masivo de la “solución final”. Lo mismo hicieron los líderes de las comunidades judías, quienes decidían quien era enviado a los centros de la muerte. Estos se convirtieron en cómplices indirectos de las Schutzstaffel o “Escuadras de Protección” (SS). Los líderes judíos justificaban su colaboración, preferible a entregar el pueblo al genocidio entero.

SEÑALES DE ALARMA

La Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA)4 en el editorial del 30 de agosto de 2019 señala, que las condiciones para que un gobierno se vuelva autoritario son: corrupción en la clase política, desigualdad entre los ciudadanos y erosión del orden y la seguridad. El Salvador es terreno fértil para el autoritarismo, cuenta con el respaldo de treinta y seis ciudadanos de cada cien. La nueva forma de ejercer el poder por parte de Nayib Bukele coquetea con el autoritarismo.

La legitimidad de la autoridad es un atributo que el derecho otorga, vinculada a la búsqueda de la convivencia y el orden. Se identifica con la pluralidad política, respeto a principios de democracia, respeto al Estado de Derecho y vigencia de los derechos fundamentales. En el editorial “Alertas ante el autoritarismo” describe al líder autoritario como alguien que no admite críticas, concentra el poder, los medios de comunicación son herramientas de propaganda, hay un culto a su persona, suprime los derechos humanos y la libertad; a la vez que humilla y descalifica a los opositores.

Señales de alarma son el ejercicio inconsulto del poder, la imposición del centralismo en la toma de decisiones y el sometimiento absoluto a una persona. La UCA sugiere denunciar a quien detenta el poder por encima de las leyes e instituciones del Estado. Y a quien subordine el dialogo y sano debate a sus caprichos, cambios de humor y trivialidades.


1Wahnón, Sultana. Hannah Arendt, los orígenes del totalitarismo. En: https://www.nuevaresvista.net/libros/hannah-arendt-los-origenes-del-totalitarismo/

  2Vargas, Juan Carlos E. Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt y la manipulación de la legalidad (el desafío totalitario de la ley). En: http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=s2070-81572011000100006

  3Aguirre, Virginia y Málishev, Mijail. Hannah Arendt: el totalitarismo y sus horrores (última parte). En: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=446344466008

  4Editorial UCA. Alertas ante el autoritarismo. En: https://noticias.uca.edu.sv/editoriales/alertas-ante-el-autoritarismo.

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