Por David Alfaro
29/10/2025
Ayer se cumplieron 45 años del asesinato del rector mártir Félix Antonio Ulloa, un hombre íntegro y valiente que entregó su vida en la lucha por la democracia.
Sin embargo, su hijo, Félix Augusto Antonio Ulloa Garay, más conocido como Félix Ulloa, actual vicepresidente de El Salvador, pasará a la historia no por su aporte a la democracia, sino como traidor al legado de su padre y cómplice intelectual de la deriva autoritaria que vive el país.
Paradójicamente, siendo abogado constitucionalista y conocedor de la Carta Magna, fue él quien impulsó y justificó, con malicia técnica, la reelección inconstitucional de Nayib Bukele. Su invención del llamado “artículo escondido” de la Constitución sirvió como coartada legal para disfrazar de interpretación jurídica lo que no es más que una violación flagrante al orden constitucional. Con ello, dio legitimidad a un gobierno que concentra el poder, manipula las instituciones, persigue opositores y erosiona la democracia.
El rector Ulloa fue asesinado el 28 de octubre de 1980 por un escuadrón de la muerte, en un país donde ser crítico podía costar la vida. Lo emboscaron cerca del campus de la Universidad de El Salvador; las balas apagaron su vida y la de su conductor. Aunque la Junta Cívico-Militar se presentaba como un gobierno de transición, en la práctica el ejército ejercía el control, intensificando la represión, las masacres y los asesinatos políticos. Su figura se convirtió en símbolo de dignidad, resistencia académica y defensa de la autonomía universitaria frente a la barbarie del poder.
Ese legado ha sido mancillado por su propio hijo. Mientras el padre fue asesinado por desafiar la dictadura, el vicepresidente actual se arrodilla ante una nueva, consolidándola con su firma y sus argumentos legales. Su discurso se reviste de falso patriotismo, pero sus actos han justificado la concentración del poder, la sumisión del Órgano Judicial y la reelección presidencial prohibida.
Hay traiciones que duelen más porque llevan el apellido de quienes dieron la vida por lo contrario. Félix Ulloa padre murió defendiendo la justicia y la libertad; su hijo vive renunciando a ellas. En la historia salvadoreña, el primero será recordado como un mártir; el segundo, como el jurista que dio sustento legal a la tiranía.
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