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"Los profetas anunciaban desgracias, que llegaron; pero anunciaban también una esperanza", predicó Monseñor Romero en 1977. Foto: Saúl Méndez.

Comunidad de la Cripta revive el mensaje de monseñor Romero de agosto 1977

Saúl Méndez

Colaborador

La Comunidad de la Cripta de la Catedral Metropolitana de San Salvador celebró el Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario con la homilía pronunciada por Monseñor Óscar Arnulfo Romero el 14 de agosto de 1977. En esa ocasión, el santo abordó temas fundamentales como la paz y las tensiones familiares y sociales que puede suscitar el seguimiento de Cristo, a la luz de los pasajes de Jeremías 38, 4-6.8-10; Hebreos 12, 1-4; y Lucas 12, 49-53.

Durante la proclamación del Evangelio, presidida por el padre José Antonio Cruz, se destacó el énfasis de monseñor Romero en que la verdadera paz consiste en discernir qué quiere Dios de esta sociedad, de mi vida y de la República. Asimismo, subrayó que los gobernantes y quienes poseen los recursos, ya sea dinero, capacidad política o técnica no deben guiarse por sus propios caprichos, sino orientar sus esfuerzos al bien común.

«Como buenos constructores, debían de estar extendiendo continuamente el plan arquitectónico de esta patria y construir sobre esas líneas. Entonces hay paz», predicó Romero.

«Paz no es ausencia de guerra. Paz no es equilibrio de dos fuerzas que están en pleito. Paz, sobre todo, no es el signo de muerte bajo la represión cuando no se puede hablar, paz de los cementerios. La verdadera paz es aquella que se basa en la justicia, en la equidad, en el plan de Dios que nos ha creado a su imagen y semejanza, y nos ha dado a todos los hombres la capacidad de contribuir al bien común de la república», mencionó el ahora santo en su homilía.

«No es un pequeño grupo el que Dios ha escogido, sino a todos los salvadoreños. Todos tenemos derecho a participar en nuestro propio destino, en nuestro propio bien común. No cabe entonces ninguna exclusión. Es derecho humano», culminó.

Asimismo, durante la liturgia eucarística se presentó, en la procesión de ofrendas, una imagen de Monseñor Romero, como signo de que, al igual que Cristo, fue incomprendido, generando división entre la Iglesia y el Estado, este último proclamando una paz aparente, pero interesada e inhumana.

«Cristo dice traer la división, lo cual es difícil comprender, pues Él nos quiere ver en paz. Pero la gente vive dividida proclamando una paz ficticia, basada en injusticias y egoísmos», se proclamó en la eucaristía de este domingo.

También se ofreció una Luz, símbolo de Cristo Jesús que nos ilumina el camino a la felicidad a través de su Evangelio.

«Mons. Romero, siempre tuvo la claridad de ver que, en las palabras de Cristo y su Evangelio, reside la felicidad», se recordó en la celebración.

Otra de las ofrendas eucarísticas fue una Kefia, símbolo del pueblo palestino, que pide al Creador que los judíos dejen ya de cometer las injusticias que han provocado la guerra que los divide.

«Jesús afirma que ha venido a traer división y no la paz, sino la guerra, que familias y pueblos estarán en entre sí, en pleitos y guerras», señaló el padre.

Finalmente, se presentó una canasta de víveres, símbolo de la esperanza de que los hermanos y hermanas más necesitados de esta comunidad puedan tener acceso a alimentos dignos y nutritivos; así como el pan y el vino, que al convertirse en el Cuerpo y la Sangre de Cristo se entregan en la Santa Eucaristía para liberarnos del pecado y conducirnos a la conversión y la santidad.

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