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BUKELE, LOS CUERPOS ENTERRADOS Y EL PACTO DE SANGRE CON LAS PANDILLAS

«Sin Cuerpos No Hay Delito».

Carlos Marroquín

Por David Alfaro
02/05/2025

En El Salvador, la propaganda oficial ha reemplazado la verdad con eficiencia quirúrgica. Nayib Bukele, el dictador convertido en influencer de la represión, ha construido su popularidad sobre un pilar siniestro: la desaparición forzada como política de Estado.

La segunda entrega de la entrevista publicada por El Faro al líder histórico del Barrio 18, conocido como “El Charly”, revela una verdad que ya se sabía en barrios y comunidades: la verdadera moneda del pacto entre el Gobierno y las pandillas no fue la paz, fue el silencio. Según “El Charly”, Carlos Marroquín —funcionario del Gobierno, operador directo de Bukele y rostro visible de la Dirección de Tejido Social— solicitó algo que hiela la sangre: “Entierren los cuerpos. Sin cuerpos, no hay delitos”.

Esa frase es la síntesis de una estrategia criminal y calculada. No se trata de una omisión, no es negligencia. Es complicidad. Es política. Es crimen.

Durante los primeros dos años de gestión de Bukele, mientras los medios repetían el mantra de “el país más seguro de América”, los cementerios clandestinos se multiplicaban. Más de 5 mil desaparecidos y cerca de 3 mil asesinados en ese período. A finales de 2024, organizaciones de derechos humanos estiman que la cifra de desaparecidos podría superar los 8 mil. Es un número que no se imprime en los medios oficiales, pero que pesa como plomo sobre las espaldas de las madres que buscan, de los hijos que lloran, de las tumbas que nunca se llenan.

Bukele no es un rehén de las pandillas. No es un líder engañado. Es un autor consciente, un estratega del horror. Permitió —y ordenó, según se desprende del testimonio de “El Charly”— que se enterraran cuerpos en lugar de dejarlos a la vista de la estadística. Es responsable directo de que miles de personas hayan desaparecido sin dejar rastro.

La idea era clara: reducir homicidios, no violencia. Limpiar la imagen, no el país. Fabricar paz, no justicia. Y mientras los números bajaban, los cadáveres se acumulaban bajo la tierra en cementerios clandestinos, escondidos no del crimen, sino de las familias de las víctimas, de la ley, del mundo.

El Salvador con Bukele no es más seguro. Solo está mejor maquillado. Y bajo el maquillaje, el hedor de la muerte sin nombre sigue en ascenso.

La historia lo dirá con más contundencia, pero ya no hay duda: Nayib Bukele pactó con asesinos, no por la paz, sino por el poder. Y los cuerpos —ocultos, anónimos, invisibles— son su herencia más oscura.

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