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BALANCE DE 2014 (III)

Luis Armando González

7. El uso de la provocación

ARENA y sus aliados de la derecha empresarial y mediática han usado (y seguirán usando) un mecanismo de desestabilización política ciertamente antiguo, healing pero que la derecha venezolana ha puesto de moda: la provocación. Para quienes se valen de ese mecanismo desestabilizador, la provocación consiste en realizar acciones (o propagar ideas) que tienen como finalidad generar una reacción que comprometa y debilite a quien –partido o líder político— la realiza. Quien provoca, asume los costos que ello le supone, pues considera que los beneficios que obtendrá –si su acción surte efecto— serán mayores.

Tal ha sido la lógica seguida por ARENA y sus aliados, al menos desde la victoria del FMLN en la segunda vuelta electoral. La apuesta de ARENA y sus aliados por la provocación no ha tenido en cuenta el impacto negativo de ello en la sociedad o en la democracia; esa apuesta ha estado motivada por sus particulares intereses políticos. Fue una provocación de envergadura la salida a la calle de militantes de ARENA, en los momentos en los que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) realizaba el conteo final de los votos al cierre de la segunda vuelta, soliviantados por los dirigentes del partido, principalmente por Quijano y Portillo Cuadra.

Se provocaba al FMLN para que hiciera lo mismo y la situación diera pie a un choque violento en las calles entre militantes de ambos partidos. En la visión de quienes impulsaron esta iniciativa, el FMLN y sus candidatos ganadores iban a ser los perdedores ante tal eventualidad, no sólo porque se iba a presentar a los militantes de ARENA como “mártires” ante cualquier hecho de violencia que se diera  –siguiendo el esquema de la derecha venezolana—, sino porque ello iba a paralizar el proceso político normal, dando tiempo a que ARENA retrasara el reconocimiento oficial del Presidente y Vicepresidente electos, y siguiera fabricando mediáticamente la imagen de un partido al que le había sido arrebatado el triunfo.

Otra provocación significativa fue la suscitada en el marco de los primeros 100 días de gobierno. Responsabilizar al nuevo gobierno por los problemas económicos y sociales del país, y pretender forzarlo a que los resolviera en esos 100 días, apuntaba a someter al nuevo gobierno a una presión que lo paralizara –dedicando energías responder a quienes lo atacaban— o que lo llevara a tomar decisiones precipitadas que lo comprometieran más allá de sus posibilidades o que lo llevaran a cometer errores que luego serían utilizados mediáticamente en su contra. Como quiera que sea, el cálculo era que el FMLN, sus militantes, el Presidente o el Vicepresidente responderían a esas y otras provocaciones, y que esa respuesta sería beneficiosa para ARENA y sus aliados.

8. El FMLN y el gobierno impulsan su visión estratégica

En ambos casos, el mecanismo provocador no funcionó. Ni el FMLN y sus militantes ni el Presidente de la República se dejaron provocar. Al contrario, trataron de ser consecuentes con las líneas estratégicas trazadas desde su propia visión política. Durante la campaña, el FMLN y su fórmula se ciñeron al marco legal e institucional y respetaron su compromiso con una campaña limpia. El FMLN y su fórmula asumieron que, si ganaban, su victoria sería digna; y, si perdían, su derrota sería honrosa. Justo lo opuesto de ARENA. En el marco de los 100 días, bajo el liderazgo del Presidente Salvador Sánchez Cerén, el nuevo gobierno dedicó sus mejores energías a preparar los lineamientos estratégicos de la gestión presidencial, lineamientos que están permitiendo la construcción del Plan Quinquenal de Desarrollo (2014-2019).

Esa construcción expresa tres ejes de fuerza: el primero es el paradigma del Buen Vivir, que es el que da su soporte ético y conceptual al Plan Quinquenal de Desarrollo (Capítulo I); el segundo, la participación ciudadana, que se expresa en la estrategia “Gobernando con la gente”, y la transformación del Estado, que apunta a su fortalecimiento institucional y financiero de cara a la planificación del desarrollo (Capítulo II); y tercero, el diseño y la implementación de políticas públicas, sin las cuales es imposible responder a los problemas más graves de la sociedad (económicos, sociales, ambientales, culturales) y, por lo mismo, avanzar hacia el Buen Vivir como un horizonte de un futuro proyectado hasta 2024 (Capítulos  III y IV).

Se trata de un futuro cuya construcción debe comenzar ahora –y en el cual se concreten los objetivos del Buen Vivir—, con un planeamiento adecuado, con mecanismos de implementación eficaces –que descansan en la territorialización y la participación ciudadana—, con una estrategia de inversión pública realista y un sistema de seguimiento y evaluación que permita no sólo ir midiendo los resultados obtenidos, sino realizar las correcciones oportunas (Capítulos V-VI-VII-VIII y IX).

Esas líneas de fuerza estratégicas han orientado y enmarcado las acciones del nuevo gobierno desde el 1 de junio de 2014 hasta el momento actual. Es decir, lejos de guiar su conducta respondiendo a la estrategia desestabilizadora de la derecha –que es lo que ésta esperaba— el gobierno, bajo la conducción del Presidente Sánchez Cerén, ha ordenado su quehacer según una visión estratégica, en la cual el paradigma del Buen Vivir constituye la pieza fundamental.

Las diversas acciones e iniciativas del nuevo gobierno en los primeros 100 días (policía comunitaria; diálogo permanente con los distintos sectores sociales, económicos y políticos; propuesta de reforma fiscal; propuesta presupuestaria; cooperación internacional; suscripción de acuerdos económicos; política de austeridad) no sólo han derivado de la visión estratégica y de las líneas de fuerza antes señaladas, sino que han contribuido a enriquecerla y afinarla en sus detalles.

En la misma lógica, los distintos Ministerios y Secretarías de Estado han enmarcado su quehacer, desde el 1 de junio de 2014, en la visión estratégica del nuevo gobierno, aportando lo propio a su enriquecimiento.

Y esa visión estratégica, enriquecida con el aporte de líderes comunitarios, profesionales, técnicos, empleados públicos e intelectuales, es la que se recoge en el Plan Quinquenal de Desarrollo (2014-2019).

Se trata de un documento que se está construyendo a partir de un diálogo social de envergadura –mediante consultas directas a comunidades, encuentros con profesionales, mesas técnicas—, cuya finalidad última es servir de guía estratégica no sólo para la gestión del nuevo gobierno, sino para  sentar las bases del Buen Vivir en El Salvador.

Y no puede realizarse el Buen Vivir en El Salvador:

a) sin cambios estructurales en el modelo económico, cambios que permitan no sólo recuperar la capacidad productiva del país (superando la “terciarización” económica), sino también la generación de empleos cualificados, permanentes y bien remunerados;

b) sin un ambiente adecuado de seguridad ciudadana, lo cual supone implementar mecanismos eficaces de prevención y combate a la violencia criminal;

c) sin un sistema educativo incluyente y de calidad, que además de fomentar los saberes científicos, fomente en docentes y estudiantes una ética de compromiso y solidaridad;

d) sin un nuevo vínculo con la naturaleza, mismo que se traduzca en su cuido y respeto;

e) sin un una nueva cultura, que supere la cultura predominante de tipo consumista, de éxito fácil, competitiva e individualista generada por el capitalismo neoliberal;

f) sin una valoración de la memoria histórica y las raíces culturales, que permita el anclaje en la propia realidad, con sus tradiciones y formas de ser;

g) sin políticas públicas que no sólo den respuesta la pobreza y sus secuelas (inequidad en el acceso a la salud, la vivienda, la educación y al bienestar personal y familiar), sino que contribuyan a la reconstitución el tejido social en el país;

y g) sin un Estado no sólo fortalecido institucional y financieramente y con capacidad de planificar el desarrollo, sino comprometido éticamente con el Bien Común y el bienestar de los sectores sociales vulnerables, es decir, comprometido con el Buen Vivir.

Esas son las apuestas y compromisos delineados en el Plan Quinquenal de Desarrollo (2014-2019), cuya finalidad última, como ya se anotó, es sentar las bases del Buen Vivir en El Salvador. A esto se ha dedicado el nuevo gobierno en este tramo inicial de su gestión. Esto es lo que lo ha ocupado en la presente coyuntura, pese a las arremetidas provocadoras de las fuerzas de derecha.

Es así como el nuevo gobierno, bajo la conducción del Presidente Salvador Sánchez Cerén, prepara las bases para la construcción del Buen Vivir en El Salvador.

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