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Aumento al salario mínimo, justicia inaplazable

Juan Vicente Chopin

El salario mínimo alude a la mínima expresión salarial a la que un trabajador o trabajadora puede acceder. Es extraño, pero no se habla de un «salario máximo». También la economía tiene una semántica interesada. En una sana psicología no es normal aspirar a lo mínimo y menos aun aspirar a lo ínfimo.

La reciente aprobación del aumento del salario mínimo en El Salvador, consecuencia de la nueva correlación en el Consejo Nacional del Salario Mínimo, pone al descubierto los intereses de la clase del capital. Las reacciones en los simpatizantes y representantes del partido ARENA, y por supuesto de la ANEP, lo ponen de manifiesto.

Varias personas que opinan en las redes sociales acerca del tema, lo hacen desde una oficina con aire acondicionado, con conexión a Wi-Fi, con un aguinaldo asegurado y con empleo para el siguiente año. O bien se trata de personas que, recostadas en sus hamacas, viendo televisión en sus enormes televisores plasma, esperan la remesa que les enviarán sus familiares desde los Estados Unidos.

En  cambio, la importancia de tener un salario mínimo digno la entienden mejor, entre tantos: Los que cortan caña de las 4 de la mañana hasta las cuatro de la tarde, bajo el implacable sol tropical y los que cargan los camiones cañeros toda la noche. La entienden las mujeres que trabajan en las maquilas, ahí donde les cuentan los minutos cuando van al baño y, además, trabajan hasta el noveno mes del embarazo. Los que arman hierro y llenan los plafones de los edificios de los millonarios, que por cierto proliferan en la capital, prueba de que dinero hay, solo que está mal distribuido.

La entienden los y las que trabajan todo el día barriendo, trapeando y sirviendo café en las oficinas de los burócratas, en los restaurantes, en los bancos y oficinas. Los que van a las cortas de café y almuerzan una tortilla con frijoles. Los repartidores de los negocios de pizza y pollo, explotados, sin que se les reconozcan sus horas extras. En definitiva la entiende quien tiene cinco hijos y después de estar sin empleo, encuentra uno bajo el régimen de salario mínimo.

Es verdad que hay empresarios que pagan un salario mínimo digno a sus trabajadores, a ellos va una palabra de reconocimiento y respeto. Sin embargo, los gremios como ANEP y, en el contexto amplio, la oligarquía salvadoreña, se oponen al aumento. Ellos sueñan un sistema económico en que las personas trabajen gratis y ellos puedan tener todas las ganancias posibles, aun a costa de la vida de los trabajadores. Lo menos que se le puede decir al empresario que piense así es primitivo.

Lo más terrible que puede suceder es que supuestos sindicalistas presenten demanda solicitando que se declare inconstitucional el aumento. Sería un canibalismo entre salvadoreños. La ANEP sin duda lo hará, no nos extraña. Buscará a sus amigos magistrados de la Sala de lo Constitucional de la CSJ y les dirá que son víctimas de unos trabajadores injustos que quieren hacerles daño, siendo así que ellos jamás han cometido una injusticia con sus trabajadores.

La verdad es que el salario mínimo de El Salvador es el más bajo de Centro América. Vergüenza debería darles a los empresarios y oligarcas salvadoreños, de mentes obtusas y eternos adoradores del becerro de oro. Ellos, de mantenerse en esa postura negativa y voraz contra los trabajadores, deben renunciar a la fe cristiana que dicen profesar. El mismo arzobispo se ha pronunciado a favor de los trabajadores y ya quisiéramos escuchar a los magnates de las denominaciones evangélicas más poderosas de este país encarar a los que se oponen, contra todo sentido común, al aumento del salario mínimo.

No es inteligente que los magistrados acepten una demanda contra el aumento del salario mínimo, pero en caso de hacerlo, sería perfectamente coherente con el servilismo criminal que le profesan a los millonarios de este país. Pero no deben olvidar que estamos ante un tema muy sensible para la población, un tema que tiene que ver con la vida de los trabajadores y que a la larga puede revertirse contra los intereses políticos del partido ARENA y acentuar el sentimiento de frustración en la sociedad.

Aun seguimos muy por debajo de la media del salario mínimo en la región, de modo que la lucha por lograr mejores condiciones de vida en El Salvador continúa. Los trabajadores no están para suplicar a sus patronos que les aumenten el salario, sino para exigir algo que la justicia salvadoreña les ha negado por generaciones. Son ellos los que deben proteger sus conquistas y defenderlas con todas sus fuerzas ante los depredadores de siempre

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