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Arte Plástico en el Palacio Nacional

Ramón D. Rivas*

Esta exposición, pills que desde el día de ayer el público puede apreciar, buy es un esfuerzo organizado conjuntamente por el Colectivo Gestión Visual de El Salvador y la Secretaría de Cultura de la Presidencia, con el propósito común de que la creación artística esté al alcance de todos y de promover al artista, tanto al emergente como al consagrado, de nuestro país. Sabemos que en años pasados hubo momentos difíciles en la relación as nuevas políticas de gobierno, nos manda a trabajar en conjunto con el sector artístico, pero nuestro trabajo actual, basado en todos los sectores del país para alcanzar la transformación cultural, crítica y creadora que nos convierta en una sociedad más respetuosa, desarrollada y solidaria. Quiero por medio de este espacio agradecer a los miembros del Colectivo de Gestión Visual por aceptar el reto de trabajar juntos, con lo cual demuestran su interés por impulsar el desarrollo de las artes y la riqueza cultural del país. Sin lugar a dudas, estamos avanzando por alcanzar ese y otros objetivos, entre ellos el de impulsar la cultura como derecho, como factor de cohesión e identidad y como una fuerza transformadora de la sociedad. Gracias Yanira Elías, María Elena Palomo, Raúl Castillo Reyes, Augusto Crespín y Mauricio Mejía por impulsar este proyecto que arranca ahora con la exhibición. Soy de la opinión que vamos con paso firme a alcanzar los objetivos y metas propuestas pese a las desavenencias, limitaciones y dificultades que muchas veces se presentan en el camino institucional.  No obstante, estamos abiertos a las críticas, pero a las que tienen sentido, valor y que están apegadas a la realidad que vivimos hoy en día. Sé que necesitamos avanzar más, pero debemos trabajar juntos, bajo una cubierta de tolerancia y respeto, a fin de que los procesos de transformación cultural sean más ágiles e inmediatos. Pero mi intensión en este artículo de opinión es hacer referencia sobre la importancia de la plástica salvadoreña en tanto lenguaje que, de manera simbólica, refleja los contextos, la cotidianidad de los seres humanos y las opulencias o decadencias de las sociedades. Uno de nuestros principales referentes, es el maestro José Mejía Vides, amante del retrato autóctono, artífice de grandes obras costumbristas y paisajistas. El carácter creativo de Mejía Vides fue reflejo del modernismo muralista, de la estilización y de una búsqueda por proyectar ese producto humano, si así  es que se le puede llamar a esa fusión de pueblos  que resultó en lo que hoy conocemos como  mestizos. Podemos decir que este maestro es de los primeros investigadores artísticos de la identidad salvadoreña, porque logró pintar al desnudo lo cotidiano de los salvadoreños y capturó el mundo mítico de los indígenas. En sus lienzos hay riachuelos que se convierten en manantiales sagrados y hermosas “panchas” que, desde Panchimalco, se convierten en un referente de la belleza autóctona. Mejía Vides era un apasionado de las artes y de la cultura. Nació un 19 de marzo. Estaría cumpliendo 112 años de edad. Nos hereda un legado que pervive en acuarelas, pinturas y esculturas. Por su amplia trayectoria y legado artístico, la fecha de su natalicio ha sido denominada mediante decreto de la Asamblea Legislativa como “Día del Artista Plástico”. Ahora, lo celebramos con júbilo en esta Visión Pictórica Contemporánea de El Salvador, a la que se suman 56 artistas con sus obras y que rompe las barreras de los lienzos, transportándonos a un mundo de ensueño, un mundo surrealista. Como muestra de ello, tenemos magníficas obras en el edificio de la Corte Suprema de Justicia y en diferentes residencias de San Salvador, unas elaboradas en cobre, otras en concreto y una infinidad en vidrio. El maestro Solís es pintor, escultor y, además, escritor pues ha hecho memoria histórica de su andar, retratando con sus palabras a personajes como Valentín Estrada, conocido como “el escultor maldito”, de su maestro José Mejía Vides, de Camilo Minero y Roque Dalton, entre otros. De su legado pictórico destacamos su magnificencia artística sobre la figura humana. De su carácter, la manía de robarle tiempo al tiempo. Como una vez lo dijo “Solo duermo tres horas para que se me duplique mi trabajo”. Esto se traduce en amor y disciplina al arte. Tenemos también la oportunidad de reconocer el trabajo de Julio Hernández Alemán, otro de los grandes maestros del arte salvadoreño. Su obra constituye un imaginario étnico, nacionalista e histórico. Ilustra la vida rural, la belleza femenina, nuestros ancestros indígenas y nuestro imaginario propio, con un tratamiento que dignifica lo popular y que está en total sintonía con el trabajo que realizamos como Secretaría de Cultura de la Presidencia. Asimismo, se rinde tributo a Bernabé Crespín, un artista que rompe con lo cotidiano y con la lógica. Visualmente, sus lienzos parecen rompecabezas; como un gran admirador de Bach, asimila las innovaciones técnicas en cuanto a la armonía y contrapunto, y así sus obras adquieren dimensiones matemáticas y arquitectónicas, teniendo como resultado inspiraciones que expresan de forma sarcástica su cosmovisión, donde utiliza sombreros, zapatos, flores y frutas volátiles, pues cree en los seres extraterrestres. También pinta a la mujer, otro de los temas de su obra, con una serie de atributos, entre cualidades, defectos y desencantos. De estos cuatro artistas se puede decir que sus mensajes son plenamente humanísticos, que con esa amalgama de colores nos sugieren el diálogo entre la angustia, el temor, la tristeza, la alegría, la arrogancia, el despecho, la elegancia y la belleza de las salvadoreñas.  Todos estos artistas nos entregan un lenguaje en su más alto grado de espiritualidad. Se trata, nada más, ni nada menos que de 52 artistas que en este monumental y espléndido Palacio Nacional exponen hoy sus obras junto a las expresiones de estos cuatro maestros homenajeados. Gracias a ellos tenemos aquí esta fiesta temática en donde encontramos a la mujer, los bellos paisajes de nuestro país, el medio ambiente, los sucesos históricos, la identidad cultural, la pobreza, al mártir monseñor Óscar Arnulfo Romero, a la ciudad capital y sus seres, los símbolos religiosos y los movimientos sociales de las décadas de los 70 y 80. Se trata de maestros, artistas establecidos y talentos emergentes, quienes han asumido con responsabilidad la cultura de nuestro país.

*Secretario de Cultura de la Presidencia

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