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7 Oficios 14 Necesidades

7 OFICIOS 14 NECESIDADES

Por: Marlon Chicas El Tecleño Memorioso

“El trabajo es sagrado, el trabajo da dignidad y debemos rezar para que no falte el trabajo a ninguna familia”

Papa Francisco

El pueblo salvadoreño posee una imagen de laboriosidad frente al trabajo en muchos lugares del mundo, catalogado como un orgullo nacional en un mundo industrializado, el trabajador cuscatleco se caracteriza siempre por no hacer mala cara a los problemas, rebuscándose en oficios lícitos de todo tipo, saliendo con esfuerzo y dedicación en lo que emprende, lo anterior obliga a una
retrospección de mi infancia, como aprendiz de siete oficios y catorce necesidades.

Desde niño mi madre inculcó en la familia el amor al trabajo honesto, la necesidad de ayudar a la misma me condujo por mesones de mi Barrio El Calvario, con canasto en mano llena de huevos de gallina india, voceando por las calles con mi voz de niño “Huevos a dos por veinticinco centavos”, sin olvidar la vez que corrí gritando tras un cliente despistado con su compra, luego de degustar su
desayuno en un comedor del barrio, con estas palabras – “Señor, señor olvidó sus huevos en la mesa”, sonrojando a dicho comensal.

Ingresando en el mundo de la hojalatería y fontanería, bajo la dirección de Don Cruz, hombre de baja estatura, tez blanca y ceño fruncido, padrastro de mis amigos de infancia, con manos toscas por lo rudo del trabajo, instruyéndome en el oficio de reparación de tuberías, construcción de canaletas y más, acordándome de la anécdota en un famoso auto hotel, el cual confundí con una colonia,
reparando varias fugas de agua, sin sospechar lo que ahí ocurría, un par de meses después abandoné el cautín y la hojalata.

Mis inicios como aprendiz en obra de banco, junto a mi hermano menor, en el taller de Toño Aguilera, la experiencia duro poco, ya que no hubo quien orientará, aprendiendo el uso del esmeril y pintar puertas, un par de sustos con el soldador, que a Dios gracias no sufrí un accidente con polo tierra, temiendo a las chispas del electrodo con el contacto al metal, razón por la cual nunca aprendí a soldar.

Siguiendo los pasos de San José, en el mundo de la carpintería en el taller de Carlos Moza (+); del cual por motivos ajenos a mi voluntad nunca pasé de lijar y cargar madera, sin embargo, no olvido la emoción al recibir mis primeros y únicos cinco colones por el mencionado trabajo, no continuando en tal oficio.

La necesidad de trabajo me lleva a aplicar a un gimnasio en busca de un instructor de aeróbicos, motivado por unas cuantas clases vistas en televisión, probando suerte en tal lugar, quedando exhausto más que los alumnos, teniendo como respuesta la famosa frase “No nos llame, nosotros lo llamaremos”.

La época de dependiente de librería, con mi amigo Carlos Alvarado, en su negocio “San Juan Apóstol”, permitió pagar las cuotas en la universidad, sin olvidar la vez que una clienta pidió cortar un documento con guillotina, por mi inexperiencia los cortes fueron un fiasco, provocando como es lógico el disgusto de la susodicha, que por educación no dijo de lo que me iba a morir. En conclusión, de todo se aprende en la vida para ser un ciudadano responsable y honesto, un fraternal saludo a la clase Trabajadora Salvadoreña y del mundo.

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