Una clara mañana

Álvaro Darío Lara

Escritor y docente

 

A la memoria del poeta René Rodas (1962-2018)

Es 1984, y en casa de Ricardo Lindo (mejor, en el  amplio jardín frente a la casa de la colonia Flor Blanca donde Ricardo alquila una buhardilla exterior a la que se asciende por una breve escalinata), el joven poeta René Rodas y otro jovencísimo escritor, leen a Lindo, los materiales que piensan incluir en la primera edición de la revista Pregón (Órgano divulgativo de ASTAC, Asociación Salvadoreña de Trabajadores del Arte y la Cultura), a la cual pertenecen Rodas y el jovencito, y a la cual también se ha adherido, más por amistad, que por ideología gremial y política, Ricardo. Los tres fuman y beben un oscuro y aromático café.

René es entusiasta, él escribe ese editorial poético que acompañará al inicial Pregón. Ricardo ofrece un sentido poema a la memoria del titiritero Roberto Franco, que hace apenas un año ha desaparecido. Y el jovencito prepara un artículo sobre la poesía del gran nicaragüense Alfonso Cortés.  A  ese Pregón se unen otros aportes y la mano del artista plástico Óscar Vásquez.

René habla nerviosamente, es enfático, se cree fuera de serie, desborda una admirable energía vital. Tiene ojos de extrañas piedras preciosas, y usa el cabello largo y recogido en cola; una incipiente barba le da un aire de muchacho beduino; lleva jeans y una camisa de manta. Es flaco.

Todos están instalados en un comedor de hierro, pintado de blanco. El cielo es intensamente azul, y la mañana se ve envuelta en una incomparable frescura. Zumban las abejas sobre la abundante colección floral que vuelve al sitio paradisíaco.

René juega a “enfant terrible”, a poeta salvaje. En la universidad (UCA) es muy apreciado por los profesores. Rafael Rodríguez Díaz publica una sección cultural a cargo de René, dentro del Taller de Letras (voz del Departamento de Letras); y Francisco Andrés Escobar también lo estimula, divulgando sus versos.

Años después René se marchará de El Salvador, un país sumido en una guerra que no parece tener fin. Canadá, México y España serán sus destinos. Escribe y publica: Civilvs I imperator, Diario de Invierno y Balada de Lisa Island, entre otras obras. Su trabajada poesía, nos remite a una zona del amor, de la honda sensibilidad, del desencanto, de la ironía, donde emoción e intelecto se amalgaman.

Cuando regresa al país trabaja como profesor en el área de Comunicaciones de la Universidad Dr. José Matías Delgado; sin embargo, el tiempo –inmisericorde- ha dejado ya sus huellas amargas. Su carácter fuerte, que en su juventud nos sonaba a gracia, a risibles extravagancias, ahora tiene un signo dramático. Una nube gris lo sigue. René es presa de los oscuros demonios del alcohol. Rodeado de fantasmas, su posición en la universidad se vuelve insostenible y finalmente, tiene que abandonar las aulas.

Hace justo un año nos encontramos rápidamente en una cafetería de Ciudad Merliot. Fue un encuentro efímero y sorpresivo ¡Qué lejos estaba de saber que sería la última vez que lo vería!

Cuando me enteré de la muerte del poeta, acaecida en Xalapa, México, el último día de noviembre de este año que agoniza, sólo pude recordar aquella clara mañana de 1984, cuando reíamos y tomábamos café junto a Ricardo Lindo.

René había nacido en Santa Tecla, La Libertad, en 1962.  Sin duda un poeta muy significativo, dentro de la poesía nacional y centroamericana. Queda su obra como testimonio de su indómita biografía.

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