Tiempo de cambio 

Por Mauricio Vallejo Márquez 

Esperaba diciembre con mucha ilusión cuando era pequeño. El ambiente festivo era cautivador. Me agradaba ver los árboles de navidad y los decorados en las casas que con el tiempo se fueron llenando de guías navideñas y luces. Confieso que me encantaba reventar cohetes, hacer dibujos con las estrellitas y arrojar fulminantes al suelo. Pero, me encantaba ver a mi tío Luis Manuel salir a mitad de la calle para encender una ametralladora de más de un metro que se sumaba a la tormenta de truenos que inundaba de humo y olor a pólvora el ambiente.

Sabía que bajo el árbol de navidad se colocaban algunos obsequios que al llegar la medianoche corríamos para abrirlos. Mi mamá me decía que con cuidado para poder usar el envoltorio en un nuevo presente. A veces lo olvidaba y dejaba el suelo como si se hubieran reventado morteros a mitad de la sala.

En diciembre se dan dos fiestas que eran la oportunidad de encontrarnos con la familia. La primera es la noche del 24 cuando se celebra la navidad, que según la tradición católica es la víspera del nacimiento de Jesucristo. La segunda es el 31 al despedir el año que finaliza y darle la bienvenida al nuevo año. Es curioso que en esta antesala se desvele uno y cene tarde, pero son las costumbres de nuestro pueblo que también se inunda de cumbia.

Si cierro los ojos y me traslado a esos momentos puedo ver la felicidad de mis abuelos que han fallecido y veo a mi mamá Yuly y a mi papá Tony bailando. Recuerdo bien la escena en que mi papá Tony me dice que le pida dinero para cohetes al tío Yomar, porque él es el Santa Claus del año nuevo para un 31 de diciembre.

Me encantaría que en estas fechas se pudiera generar un reset en nuestras familias y vencer la cotidianidad y las ansiedades de la vida para enfocarnos en el amor y la unión, en recordar que somos una sangre y un pueblo que debe luchar para que todos estemos bien y dejar de lado ese absurdo egoísmo de solo pensar en el pellejo de uno, pero esa es una decisión que cada uno debe de tomar.

Por muchos años estas fechas me llenaron más de amargura y tristeza, lejano a ese sentimiento de gozo que me embargaba cuando era un niño. Sin embargo, hoy con el pasar de estos últimos años veo el futuro con esperanza, no porque las cosas estén maravillosas en el ambiente, sino porque tengo la certeza de que el cambio está en cada uno. Y estas fechas pueden convertirse en una oportunidad para plantearnos el futuro y quizá hasta enmendarlo. Tal vez se decida un cambio positivo en las personas para esta navidad.

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