Por Ricardo Sosa
Dr. y Msc. en Criminología
@jricardososa
Desde la perspectiva de la criminología y victimología, solemos enfocarnos en la violencia interpersonal, en el crimen visible que irrumpe en nuestra tranquilidad. Sin embargo, existe una forma de violencia que a menudo permanece en las sombras, silenciosa pero devastadora como lo es: el suicidio. Hoy, más que nunca, es vital que cambiemos la narrativa sobre este fenómeno, alejándonos del estigma para abordarlo como lo que realmente es: un grave problema de salud pública con un impacto criminológico y social profundo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) en sus datos que están desfasados, se estima que cada año más de 800,000 personas se quitan la vida en el mundo. Esta cifra, que supera el número de muertes por conflictos y homicidios, es una llamada de atención global. Detrás de cada estadística hay una historia de dolor, desesperanza y, a menudo, de luchas silenciosas. La criminología debe reconocer que la prevención del suicidio no solo salva vidas, sino que también es una forma de prevención del delito, pues una sociedad más sana y con mayores recursos de apoyo reduce la violencia en todas sus formas.
La narrativa tradicional ha estigmatizado el suicidio, presentándolo como un fracaso personal o un acto de debilidad, y en otros tiempos hasta se glorifico. Esta visión errónea ha creado barreras insalvables para quienes sufren. Por el contrario, debemos adoptar un enfoque más compasivo y científico. El suicidio no es un acto impulsivo; es el resultado de un proceso complejo en el que factores biológicos, psicológicos y sociales convergen para abrumar a una persona. Entender esto es el primer paso para ofrecer una ayuda efectiva y oportuna.
En este contexto, las redes de apoyo emergen como un pilar fundamental. Una comunidad unida, familias que se comunican, y amigos que se atreven a preguntar “cómo estás realmente” pueden hacer la diferencia. Estas redes no solo proporcionan apoyo emocional, sino que también actúan como una primera línea de defensa, ayudando a identificar a quienes están en riesgo y conectándolos con profesionales. La ausencia de estas redes, la soledad y el aislamiento, son factores de riesgo significativos. Por ello, fortalecer el tejido social y comunitario es una inversión en la seguridad y el bienestar de toda la nación.
Como parte de la Red Mundial de Prevención del Suicidio y haber tenido el honor y privilegio de conocer el doctor Sergio Pérez Barrero, cubano, médico psiquiatra, una persona significativa a nivel mundial en la prevención del suicidio, la personalidad más emblemática en América sobre este tema que lastimosamente murió de Covid-19, me cambio el punto de vista sobre este tema y de manera particular que todas y todos podemos y debemos actuar en la prevención del suicidio no solo los profesionales de la salud mental. Este día más de 3,000 personas alrededor del mundo tomarán la decisión de quitarse la vida. Puedo asegurar que en pleno 2025 cada 30 segundos aproximadamente se quita la vida una persona, todo ha sido posterior al confinamiento del Covid-19 y diferentes pérdidas.
Los esfuerzos contra la prevención del suicidio no se ganarán en los tribunales, en las autopsias psicológicas o en las prisiones, sino en nuestras comunidades, nuestras escuelas y nuestros hogares. Requiere un cambio de mentalidad, una nueva narrativa que reconozca que pedir ayuda es un acto de valentía, o por el contrario de cobardía, y que la vida de cada individuo es un valor incalculable. Al abordar el suicidio con la seriedad y la compasión que merece, no solo salvamos vidas, sino que también construimos una sociedad más fuerte, resiliente y, en última instancia, más segura para todos. Si está sufriendo, si se sienta si esperanza puede escribirme para apoyarle de inmediato a la dirección electrónica: [email protected] Usted no está sola o solo, aún es tiempo de restauración. Abraza la vida.
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