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Rompiendo acuerdos: una jugada nuclear

Herson I. Vázkez*

Enfoque Global

¿Qué elementos geoestratégicos está considerando la administración del presidente de Estados Unidos Donald Trump para abandonar el acuerdo de control de misiles de corto y medio alcance, firmado con Rusia (ex URSS) en 1987?

Las declaraciones del presidente Donald Trump sobre el posible abandono del Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, conocido como Tratado INF, han despertado la atención de una comunidad internacional que ya esperaba un escenario más o menos similar. Escenario que ya se venía dibujando con la retirada del pacto nuclear celebrado con Irán (2015) por su predecesor Barak Obama. Este reiterado abandono de acuerdos y tratados es una señal de inestabilidad, tanto en la administración Trump, como de los objetivos geopolíticos que Estados Unidos ha diseñado a partir de un inminente avance económico y militar de la alianza Rusia-China.

¿Cómo entender este escenario geopolítico actual? Comencemos por hablar un poco de historia y comprender cómo Estados Unidos ha edificado su poderío global. Su capacidad de incidir en las decisiones políticas, económicas, militares y hasta culturales, le ha costado invertir en dos guerras mundiales y un largo proceso de ensanchamiento durante la Guerra Fría frente a las repúblicas soviéticas (1947 a 1989) y posterior a la misma. El impulso hacia la hegemonía solo pudo ser posible, con la caída de la Unión Soviética (1989), su máximo adversario geopolítico. Después de este acontecimiento, ningún actor internacional concebía la idea de un nuevo adversario que le disputara el poder. Sus mismos ideólogos afirmaron entrar a una fase de “fin de la historia”, algo así como: el fin de los conflictos y la toma del poder global por un solo estado-imperialista.

El detalle está en que ese fin de la historia solamente quedó en teoría utópica impura. Tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, la élite norteamericana pensó consolidar el poder global. Quizá eso tuvo algún efecto durante unos diez años aproximadamente, pero la historia comenzaría de nuevo a construirse a sí misma tras bastidores en algo que llamamos comúnmente en las relaciones internacionales: los equilibrios del poder. Estados Unidos no esperaba un despunte del crecimiento económico en China, ni tampoco consideró que la Rusia actual se consolidaría como el verdadero epicentro de Eurasia. Y en concordancia a este principio soberano, Rusia forjaría su espacio nuclear estratégico para convertirse en un actor influyente en las relaciones internacionales. Equilibrio que se ha convertido en el talón de Aquiles para Washington.

Ahora, volvamos al presente. El presidente actual de Estados Unidos, Donald Trump, intenta abandonar un tratado de reducción de misiles nucleares pactado en 1987. Hacerlo le permitiría desarrollar una carrera nuclear que por años han querido impulsar. Como bien lo dijo el canciller ruso, Serguei Lavrov, “el tratado nuclear ha frenado la misión hegemónica de Estados Unidos”; y ha sido así durante más de tres décadas” (RT noticias).

Por ello Estados Unidos está constantemente trabajando por consolidar esa hegemonía poderosa e indestructible. Es erróneo decir que el hegemón se concentra en la potencia norteamericana. Sí es una superpotencia, pero que consolide todo el poder global es una falacia que ni ellos se la creen. Esa hegemonía ha estado en construcción desde finales del siglo XVIII. Casi la consiguen con la “Guerra Global contra el Terrorismo” tras el 11S, pero no se cumplieron los objetivos trazados ni se obtuvieron los resultados esperados. La situación compleja que enfrenta en Siria, es un claro ejemplo de ello. Ahora solamente queda esperar el desenlace de lo que conocemos como equilibrio de poder entre Estados Unidos, una superpotencia económica, militar y nuclear, frente al avance de la gran alianza sino-rusa. Este binomio geopolítico contiene una Rusia, erigida en potencia nuclear y con un acelerado avance del sector militar convencional; mientras que China, potencia eminentemente económica, con posibilidades de construir un enorme arsenal militar convencional y de expandir su poderío nuclear, y consolidarse en primera potencia económica hacia el año 2020.

Como corolario final, sin pretensiones de concluir, pero a manera de reflexión, la administración Trump frente a una posible retirada del tratado INF, responde a los siguientes elementos geoestratégicos: primero, consolidar un poder nuclear capaz de sostener un enfrentamiento atómico con dos superpotencias: China y Rusia. Segundo, comenzar una producción ilimitada de misiles de corto y medio alcance, con capacidad de doblegar la defensa rusa y china. Tercero, frenar mediante el poder nuclear las pretensiones de China para convertirse en la primera potencia económica que amenaza su puesto de gendarme de la economía global.

Si se ejecutan estos tres elementos teóricos estaríamos en la antesala de un escenario geopolítico complejo que podría desencadenar en una tercera guerra mundial.

*Catedrático de Relaciones Internacionales, Universidad de El Salvador, 2018.

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