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Rebelión contra la dictadura legislativa

Carlos Girón S.

Conciudadanos: ha llegado la hora de rebelarnos, la Patria nos llama a gritos a salvarla de la dictadura de quienes falsamente pretenden ser nuestros representantes en el Congreso, de donde debe emanar el ordenamiento legal para la marcha ordenada e inteligente de los asuntos que comportan el desenvolvimiento de la vida de todos los ciudadanos y sus instituciones. Esta nueva dictadura viene después de la que recién hemos padecido con la otra tiranía de los 4 Catilinas que integraban la Sala de lo Constitucional y que, gracias a Dios, ya terminaron su extenso período.

Ahora, conciudadanos, debemos sublevarnos contra esa otra dictadura de los enemigos de la Patria que, por desgracia, forman mayoría en el Congreso, prevaliéndose de esa ventaja para imponernos su antojo a más de 6 millones de ciudadanos patriotas, honrados, honestos, trabajadores y sobre cuyas espaldas prácticamente descansa el total de la actividad productiva de la Nación.

Uno de sus más grotescos antojos es el no querer designar –cumplidos ya tres meses de que los mencionados Catilinas finalizaron su período– a los magistrados que faltan en la Sala de lo Constitucional, una de las instancias clave para el funcionamiento correcto y eficaz de la constitucionalidad y legalidad de todos los aspectos de la vida nacional.

Hace un tiempo se constituyó una asociación de juristas, llamada precisamente constitucionalista, pero cuyas voces no alcanzan a oírse, que deberían estar exigiendo el cumplimiento fiel de los preceptos de nuestra Carta Magna relacionados con ese tema. Aparte de ellos, hay más de un millar de togados de viejo cuño y otros que recién se incorporan al quehacer jurídico, quienes no alcanzan a ver nada anormal en ese hecho de la falta de integración plena de la Corte Suprema de Justicia.

El país se desangra con el tsunami pavoroso del crimen organizado y manipulado por quién sabe qué ocultas y poderosas manos de quienes salen gananciosos y les conviene mantener un clima de convulsión, pánico y estertores de muerte, mientras la justicia en sus máximas instancias anda de vacaciones, por lo cual la justicia en su integridad plena cojea aquí o allá, en tanto que los hampones se pasean impunes y con risas malévolas por todos los ámbitos del país.

El pueblo ve con indignación cómo los dictadores legislativos hacen juego de un asunto tan delicado, en el que parece vérseles en un estira y encoge de: tú propones candidatos, yo los descalifico; tú eliges, yo rechazo; este nos simpatiza, a nosotros nos caen mal. Y, aparte de eso, haciendo comentarios como el pueblo lo imaginaría, así: “Compañeros, Miren ustedes, que el Foro Nacional no nos mira con buenos ojos y con una censura o condena silenciosa. –Respuesta: “Que murmuren, que murmuren…”; –“Fijémonos en la imagen que proyectamos hacia el exterior; dirán que parecemos, no un pueblo organizado y civilizado, sino una tribu disoluta”. –Respuesta: “A nadie le importa lo que hacemos, somos una nación soberana”; –“¡Oigan!, lo más delicado de todo es lo que el pueblo dice y piensa de nuestra caprichosa actitud…” –respuesta: “¡Y eso qué importa!, nos viene flojo… para eso nos eligieron multitudinariamente… hoy que se la aguanten, para qué fueron tontos en votar por nosotros, pues…”

Pero retomando la seriedad, es significativo ver que voces de sectores independientes como la Iglesia, universidades privadas, organizaciones civiles y voces particulares, expresan su preocupación por ese abuso de la dictadura legislativa, a la vez que piden, reclaman, exigen de manera apremiante, que la claque changonetera del Congreso termine por asumir su gran responsabilidad y deje de burlarse y abusar de la buena voluntad del pueblo.

A últimas horas las noticias nos dicen que la Fiscalía General de la República “investiga a diputados por los delitos de sedición (del diccionario: sublevación, rebelión, insurrección, levantamiento” e incumplimiento de deberes”. Esto obedece a tres denuncias que la Fiscalía ha recibido de sectores ciudadanos preocupados por el entrampamiento caprichoso provocado por los sediciosos en la elección de los magistrados ya mencionados. Y ello refleja la gravedad de la situación planteada por los dictadores de curul.

Conciudadanos: la paciencia se agota; la pasividad ya fue suficiente; la tolerancia está rebalsando y la República está en un marasmo que la lleva al estancamiento. Por lo tanto, es la hora (para pagar con la misma moneda la acción delictuosa de los susodichos tiranos legislativos) de la rebelión, la sublevación y de alzarse en armas, no las de guerra –que de ésta ya tenemos suficiente–, sino las armas de la dignidad, de la honorabilidad, de la vergüenza, del pudor y la valentía.

Es cosa de pensar en manifestaciones públicas y hasta de una huelga de brazos caídos para obligar a los dictadores legislativos a que dejen ya de abusar y mangonear ellos mismos nuestra soberanía –de la cual es el pueblo el legítimo depositario. Es preciso usar palabras serias y fuertes para enfrentar los desmanes de esos déspotas del Congreso. Hay que ponerles un plazo perentorio y un ultimátum para que tengan vergüenza, que actúen y sepan devengar los altos salarios que nosotros, el pueblo, les pagamos para su propio sostén y el de sus familias.

Conciudadanos: recordemos las gestas emprendidas cuando Hernández Martínez fue derrocado y obligado a huir al extranjero y también cuando el hondureño Chema Lemus…

Si los dictadores congresistas no actúan pronto, ya, debemos hacerlo nosotros, el pueblo, para escribir otra página honrosa en nuestra historia Patria.

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