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Poesía e Insurrección: Alfonso y Mauricio

RENÁN ALCIDES ORELLANA

Escritor y Poeta

Así como Cuba tiene a José Martí y al Ché Guevara; y España tiene a Miguel Hernández y a Federico García Lorca, for sale poetas y heroicos patriotas caídos -pluma y fusil- por amor a su pueblo, así El Salvador también registra larga nómina de poetas-combatientes, que ofrendaron su juventud y su vida, en aras de un mañana mejor -de justicia y libertades- para su pueblo. De entre aquellos muchos, destaco la vida, persecución y muerte de dos de ellos: Alfonso Hernández y Mauricio Vallejo. Quizás, por lo generacional, me relacioné muy poco con ellos, pero, en medio de su heroica jornada, les aprecié mucho.

Junto a sus nombres, estarán en el recuerdo literario del país los de: Lil Milagro Ramírez, José María Cuéllar, Jaime Suárez, Rigoberto Góngora, Claudia María Jovel,  Arquímedes Cruz, Leyla Quintana…, por su inspirador mensaje poético y, sobre todo, por el aporte de su sangre juvenil, a la noble tarea de intentar redimir a la Patria.

 

ALFONSO HERNÁNDEZ

Alfonso Hernández, 

1948-1989

Como varios de su generación -juventud y poesía- Alfonso Hernández soltó sus amarras revolucionarias y, junto a sus duendes poéticos, se integró al sector de la sociedad salvadoreña que, casi sin esperanza, demandaba justicia y alto a las acciones represivas de los regímenes militares, de la década de 1970. Había nacido en 1948, en San Vicente, y por eso sus inicios literarios se dieron en la Zona Paracentral del país, desde donde poco a poco fue ampliando su radio de acción, entre poemas y jornadas revolucionarias.

Conocí a Alfonso Hernández en la Universidad de El Salvador (UES), allá por 1974. Alfonso estudiaba Sociología, yo dirigía la Escuela de Periodismo de la UES y los encuentros de amistad y conversaciones literarias, se sucedieron con alguna frecuencia. Agrego a este breve comentario una anécdota que aprecio, porque refleja la amistad y humildad del poeta Alfonso.

-Poeta, te traigo a mostrar estos Poemas…-fue la expresión de Alfonso, una tarde de 1974, en mi oficina de la dirección de la Escuela de Periodismo, mostrándome una plaquette con varios poemas suyos. – Son el primer conjunto que publico… -me explicó.

– Alfonso, te la compro… -le dije.

– No, no, estos poemas son tuyos, como obsequio te los traje… por la amistad y el aprecio -me dijo con humildad de grande. -Además, ya te escribí una dedicatoria, léela -acotó.

-“Renán, esta herida interior del hombre hacia el mundo…”, fue la dedicatoria que leí en sus páginas.

-Entonces, la cosa es fácil, poeta  -le dije. -Tomo mi obsequio, pero esos dos más que llevas te los compro, para obsequiárselos a dos amigos como tú. ¿Cuánto vale cada uno?

-Eso sí se puede, tómalos. Vale un colón cada uno- me dijo al entregármelos.

-Bien- le dije al hacer el intercambio.

-Hermano, gracias. Porque  sabes apreciar lo que cuesta esto- me dijo al despedirse.

Años después, Alfonso se fue a la insurgencia guerrillera, a entregar su herida interior a la lucha popular. Un día Alfonso Hernández, el amigo “Chiquitón” y hermano poeta, ya convertido en Comandante Gonzalo, combatiendo contra la dictadura militar fue capturado, torturado y asesinado en las faldas del volcán de San Salvador, el 10 de noviembre de 1988.

Esta es parte de la obra de Alfonso Hernández: “Poemas” (1974); “ Cartas a Irene” (1975); “País memoria de muerte” (1978); “Poesía en armas” (1979)” “La cruzada de los niños” (1981); “Escrivivir” (1982); “León de piedra” (1982); “El diálogo de las germinaciones y otros cuentos (1988-1994) y “, Esta es la hora” (1989), entre otras.

………………………….

MAURICIO VALLEJO

Mauricio Vallejo, 

1958-1981

Por cuestión generacional, al poeta Mauricio Vallejo lo traté muy poco. Apenas dos ocasiones, a mediados de los años setenta, nos permitieron alguna conversación y, en ambas fechas, se trató de encuentros fortuitos con Hildebrando Juárez y Fernando Zaldívar. De entrada, me pareció un muchacho de conversación amena, pero inquieto por las constantes literarias y, sobre todo, preocupado por la realidad socio-política nacional de entonces.

No le vi más. Los gajes del oficio y otras actividades, clandestinas o semi clandestinas, que la realidad del momento imponía a los escritores y estudiantes comprometidos, robaban toda posibilidad de fáciles encuentros  entre escritores y poetas, especialmente entre los de distinta generación. Un día de 1981, la noticia de la desaparición de Mauricio Vallejo circuló  entre sus amigos y compañeros, Datos confusos al principio -como ocurría siempre  con los patriotas desaparecidos- señalaban que el secuestro se había dado en las proximidades de la Universidad de El Salvador; después, que cerca de Antiguo Cuscatlán, versión ésta que, al final, pareció la más acertada. Secuestrado y, seguramente, torturado, lo cierto es que Mauricio Vallejo  desapareció el 4 de julio de 1981. Había nacido en San Salvador, el 28 de diciembre de 1958.

Si bien Vallejo no dejó obra en libros, su poesía ha sido publicada en periódicos y revistas del país y de fuera, y traducida a varios idiomas. En días recientes, se inauguró en Tonacatepeque la Sala de Lectura “Mauricio Vallejo”, en reconocimiento al trabajo literario y a lucha social del poeta; y, por su parte, su hijo, el también poeta Mauricio Vallejo Márquez, promueve el rescate y la divulgación de la vida y obra de su padre, una vida truncada en plena juventud, por la acción represiva de los gobiernos militares de entonces,

Una muestra de su poesía, es el fragmento siguiente:

IV.

Nací para desobedecer lo establecido,

para trocar el rocío en un mar.

Nací bajo la tutela

de las canciones del dogma,

de su ceja levantada arriba del ojo del sabueso,

de su boca de flores, de su pecho invisible.

Nací con las manos abiertas

para apretar cambios,

para abrazar pétalos de estrellas y aromas de luna.

Nací y ya estaba con banderas de paz y sangre.

Arrugado y sin dientes

presto a mudar piel,

con problemas,

estatutos, símbolos, manifiestos, códices y un río de fragancia.

Al acecho, a la caza y a las recepciones

de horas infinitas en las nubes.

 

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