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Necesitamos un nuevo paradigma para el cuidado de nuestra casa común

German Rosa, s.j.

Hay un refrán africano que dice que hay cosas en la vida que solo se pueden ver después de haber llorado. Se necesita llorar para tener los ojos limpios y poder ver con nitidez lo que ocurre. Las lágrimas son el colirio que limpia la vista para poder ver las cosas.

La ceguera política y económica de grupos de poder, favorece la galopante carrera industrial y comercial, causando las crisis ecológicas que se manifiestan en temporales, deslaves, inundaciones, huracanes, terremotos, incendios de bosques ardiendo que destruyen infinidad de hectáreas, animales, vidas humanas y bienes, etc. Ojos que no lloran no logran ver… Ojos que no ven, corazón que no siente… La ceguera impide ver las víctimas de las crisis ecológicas.

Una política y una economía sensibles y con los ojos limpios, nos acercan a los problemas reales del medioambiente para diseñar y aplicar estrategias sostenibles que cuiden nuestra casa común. Tener sensibilidad y los ojos limpios es fundamental para tener una visión estructural y resolver las causas de las crisis medioambientales.

En la reciente reunión del G-20 en Roma, durante el 30 y el 31 del mes de octubre pasado, se plantearon la urgente necesidad de lograr acuerdos para afrontar el problema real de recalentamiento global (Cfr. https://elpais.com/internacional/2021-10-31/los-lideres-del-g-20-alcanzan-en-roma-un-acuerdo-sobre-cambio-climatico.html). Inmediatamente, un día después, en Glasgow, Escocia, se reunieron los representantes de casi 200 países que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, se plantearon la crisis ecológica global y las estrategias para reducir la temperatura en 1,5 grados Celsius (Cfr. https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2021-11-01/cop26-las-11-claves-de-la-cumbre-del-clima-de-glasgow.html). Pero, hubo una reacción multitudinaria exigiendo menos discursos y más acción, políticas eficaces que reviertan las crisis ecológicas. Sin embargo, no habrá solución si no se propone seriamente un nuevo paradigma global para acabar con las crisis ecológicas.

El impacto del desarrollo económico en el medioambiente es evidente. Centroamérica tiene un territorio de 522,760 kilómetros cuadrados que concentra entre un 7% y un 10% de la biodiversidad mundial, es una región geográfica con marcados contrastes entre el Caribe y el Pacífico, y se caracteriza por su alta diversidad biológica y cultural. Además, se caracteriza por una gran variedad de climas, donde confluyen cuatro placas tectónicas y elementos que la hacen una región altamente expuesta a los fenómenos como terremotos, erupciones volcánicas, deslizamientos de tierras, huracanes tropicales, inundaciones, sequías y olas de calor. Las crisis ecológicas causan grandes pérdidas de vidas humanas y también afectan la economía. Se calcula que el costo económico de los desastres climáticos, las sequías, inundaciones, entre otros, registrados en Centroamérica en los últimos 20 años es de alrededor de 37.338 millones de dólares. En el año 2018 Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador se situaban entre los 15 primeros países en el mundo con un mayor riesgo climático a largo plazo (Cfr. https://forbescentroamerica.com/2020/02/14/vulnerabilidades-elevan-riesgo-de-centroamerica-frente-a-desastres-naturales/).

El modelo del crecimiento económico despiadado e ilimitado está incidiendo directamente para que existan estas crisis ecológicas en nuestro mundo globalizado (Cfr. https://www.diariocolatino.com/el-cuento-del-pastor-y-el-consultor-una-ilustracion-optima-sobre-el-gran-proyecto-del-desarrollo/).

La carrera industrial está acelerando el deterioro del medio ambiente y también agotando los recursos naturales renovables y no renovables. La sobreexplotación de los recursos naturales no solo lleva al agotamiento de dichos recursos, sino que también fomenta la desigualdad social. No solo se trata de minerales como el hierro, el petróleo o el cobre, sino también de recursos básicos para la supervivencia de nuestra especie como el agua. Esto ha provocado la pérdida de la biodiversidad, la extinción de especies animales y el desplazamiento de millones de personas y familias, que deben migrar a otros sitios para garantizar su seguridad alimentaria y sanitaria.

¿Qué impactos tiene la industria en el medio ambiente?

La irracionalidad de maximizar los resultados en las economías, no ha dado prioridad a la preservación del medioambiente. Su impacto se hace sentir en la contaminación del aire, el agua, el incremento de los desechos tóxicos y el consumo de energía insostenible que están acelerando el cambio climático.

a) Se contamina el aire. A mediados del 2015, cerca del 80% de las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero) se debieron a actividades industriales. Dentro de ellas: 27% pertenece a industrias del sector energético, 25% al sector del transporte y el 17% a industrias manufactureras y de la construcción. Y el otro 20% restante, le corresponde a la agricultura. Los gases de efecto invernadero se debe al uso de combustibles fósiles para procesos industriales y medios de transporte y han obligado a que muchas personas abandonen las actividades relacionadas con la agricultura y la producción de alimentos de forma natural.

Los residuos de los procesos de fabricación, así como los gases que estos emiten, afectan cada vez con mayor gravedad a la calidad del aire y del agua, entre muchos otros aspectos. Así, también se fomentan distintos tipos de contaminación: atmosférica, hídrica, del suelo, lumínica, sonora, térmica, visual, radioactiva, electromagnética, alimentaria.

b) No solamente se contamina el agua sino que se está agotando. Aparte de la conocida contaminación de ríos y mares por desperdicios vertidos en ellos. El sector de la industria debería centrarse en reducir el consumo de agua y reciclar sus aguas residuales. Optimizar sus procesos productivos. Y de este modo, prevenir la escasez de agua y el tan preocupante vertido de contaminantes.

Además de la deforestación acelerada, los árboles mueren a un ritmo acelerado debido a la contaminación del aire, la sequía de fuentes hídricas aledañas y los cambios bruscos de temperatura. El 40% de la población mundial ya tiene problemas de escasez de agua (Cfr. https://laderasur.com/articulo/14-impactantes-cifras-sobre-el-deterioro-del-medio-ambiente/).

c) Se incrementan los residuos o desechos tóxicos. Se estima que en la actualidad se producen más de 3 millones de toneladas anuales de residuos peligrosos. Estas son cifras preocupantes. Y, más preocupante aún es saber que la gestión de estos residuos es insuficiente. El sector industrial debería centrarse en la minimización de estos residuos. Se estima que entre 300-400 millones de toneladas de metales pesados, solventes, lodos tóxicos y otros desechos de instalaciones industriales se descargan anualmente en las aguas del mundo, y los fertilizantes que ingresan a los ecosistemas costeros han producido más de 400 “zonas muertas” en 245.000 km2 de océanos (Cfr. https://www.climaterra.org/post/la-desaparici%C3%B3n-de-la-biodiversidad-en-gr%C3%A1ficos-y-cifras).

El uso de los fertilizantes químicos y métodos artificiales de cultivo hacen que los alimentos sean de peor calidad y afecten negativamente a nuestra salud y la del medioambiente, pues contaminan los alimentos, la tierra y el aire.

Las basuras en ríos, océanos y suelos están generando graves daños para el equilibrio terrestre, además de los residuos químicos que se mezclan en el aire que respiramos. Cada año llegan cerca de 8 millones de toneladas de plástico al mar (Cfr. https://imco.org.mx/20-datos-para-entender-la-crisis-ecologica-de-la-tierra-via-onu-medio-ambiente/).

d) El consumo de la energía en el sector de la industria ha aumentado de gran manera.  Los tipos de energía más empleados son la electricidad, el gas natural y el petróleo. Uno de los problemas más importantes que genera el actual modelo energético se encuentra en el uso de los combustibles fósiles que son más contaminantes. La producción y el uso de energía son la principal causa de las emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático. Esto provoca cambios en el ecosistema derivados, por ejemplo, de la explotación de yacimientos, la emisión de CO2 y otros gases contaminantes a la atmósfera o la contaminación de aguas o suelos. Todo ello lleva a un aumento de las temperaturas del planeta, una subida del nivel del mar, una pérdida de la biodiversidad y a un empeoramiento de la calidad del aire, entre otros (Cfr. https://blog.primagas.es/impacto-del-consumo-de-energia-medioambiente).

Necesitamos un nuevo paradigma…

Debemos pensar en un proceso de transformación y cambio. Que, de alguna manera garantice mejores condiciones de vida a la población. Realizando actividades económicas que convivan armoniosamente con el medio natural. Y, que permitan la preservación de los recursos necesarios para garantizar condiciones de vida aceptables a las futuras generaciones. De manera inmediata, tenemos que concienciarnos sobre el daño que le estamos causando al medio ambiente y proporcionar una cultura ambiental. Podríamos, comenzar con algo tan simple como las 3R: Reciclar, Reusar y Reutilizar. Y así, eliminar poco a poco el empleo de plásticos de un solo uso, o evitar tirar basura por más pequeña que sea en las calles, ríos, playas o parques.

El cuidar del medio ambiente, no es solo cuidar las plantas, playas, ríos o bosques, también es cuidar de los animales. Y cuidar nuestra CASA COMÚN, LA TIERRA.

Ante la destrucción de nuestra casa común nos damos cuenta que es urgente un cambio de paradigma. Si la especie humana no controla los efectos devastadores de los procesos industriales en el medio ambiente, las generaciones futuras enfrentarán serios problemas de desabastecimiento y un cambio climático radical, que amenaza con causar cada vez mayores estragos e incluso, la extinción de nuestra propia existencia. Vivir con dignidad es aprender a consumir lo justo y necesario. El arte del buen vivir también significa cuidar nuestra casa común.

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