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Las lecciones que nos dejan las protestas en Guatemala

Sin lugar a duda, la principal lección que nos dejan las protestas populares del sábado pasado en la hermana república de Guatemala, es el nivel de conciencia del pueblo en los problemas de la nación. En El Salvador es difícil pensar que esto ocurra, dado el embobamiento y el temor de un alto porcentaje de la población, por lo que pueda hacer o escribir el presidente de la República y sus miles de seguidores a través de las redes sociales. Pero ese embobamiento no será eterno y, entonces, la racionalidad volverá al pueblo, solo así será capaz de reflexionar sobre la conveniencia o no de aceptar o rechazar todo lo que desde Casa Presidencial se pide.

Por ejemplo, es inaudito que el pueblo guarde silencio y vea hasta natural que el gobierno se niegue a entregar informes de los centenares de millones de dólares que se han utilizado para enfrentar la pandemia. Un expresidente del Banco Central de Reserva (BCR) informó que el Gobierno del Presidente Nayib Bukele, mientras le mentía al pueblo asegurando que no había recibido “ni un centavo partido por la mitad”, gastaba diariamente 15 millones de dólares, pues en tres meses había recibido en caja cerca de tres mil millones de dólares, producto de los LETES y CETES. Por revelar esta valiosa información, el funcionario fue despedido del BCR.

En un programa de entrevistas de una de las más prestigiosas radios del país, el presidente de CONAMYPE, Paul Steiner, con toda impunidad, dijo que el despido se debió a que “el presidente (Nayib Bukele) le había dicho al presidente del BCR (Nicolás Martínez) que no fuera a la Asamblea Legislativa”, porque “el presidente decide quién sí y quien no” acude a la Asamblea.

Es necesario recordar que todo aquel funcionario público que cite la Asamblea, en cualquier tipo de comisiones, tiene la obligación de acudir, de lo contrario transgrede las leyes secundarias, pero, sobre todo, la Constitución. Es lamentable que, con tal de mantener un guión perverso, el Presidente obligue a sus funcionarios a agredir la ley. Esto se llama impunidad. Lo sorprendente es que el pueblo sabe esto, pero prefiere aplaudir al presidente, porque tiene el valor de incumplir la ley y, sobre todo, al parlamento.

En Guatemala, cientos de personas salieron el sábado a las calles a demandar la renuncia del presidente Giammattei en rechazo al presupuesto general de la nación para 2021, aprobado por el parlamento que, de acuerdo a los protestantes, priorizan grandes proyectos liderados por compañías conectadas a autoridades gubernamentales. Los guatemaltecos saben que la crisis económica que atraviesa el país y que también afectará el periodo fiscal del próximo año, debe reflejarse en el presupuesto general de la nación y, por lo tanto, debió ser un presupuesto de acuerdo a la crisis económica y el impacto que este tendrá en los sectores populares.

En El Salvador, el Gobierno del Presidente Bukele ha presentado al congreso un proyecto de presupuesto general con mil 300 millones de dólares más al del año que está por terminar. El Gobierno justifica que ese presupuesto será cubierto con más de mil 500 millones de dólares en préstamos y que la economía crecerá entre el 3 y el 5%. El crecimiento es totalmente irreal, porque, en todo caso, en 2021 El Salvador entrará en proceso de recuperación de su productividad, dado que 2020 terminará con déficit fiscal, producto del estancamiento económico, por el orden del menos 7%.

Y aquí viene la ceguera o el embobamiento del pueblo, pues aplaude el discurso del Ejecutivo, creyendo que la economía crece por decreto ejecutivo, sin planes, sin programa, solo gastar en lo que se les ocurra si se tiene el dinero disponible. El embobamiento del pueblo es tal, que aplaude cuando el ministro de Hacienda, siguiendo órdenes de la presidencia, decide retrasar los salarios a los órganos Judicial y Legislativo, como castigo, por las resoluciones contrarias al primero, y por no aprobar más créditos al segundo, todo esto a pesar de que la Asamblea le aprobó al Ejecutivo tres mil millones de dólares.

El pueblo no se preocupa en saber en qué se gastarán o invertirán esos tres mil millones de dólares y, por tanto, no le preocupa que el Ejecutivo vaya a la Asamblea a explicar cómo se ha gastado ese dinero. Sin lugar a duda, el pueblo guatemalteco nos está dando lecciones de cómo el pueblo debe exigir a sus gobernantes actuaciones responsables y transparentes, mientras que el pueblo salvadoreño está a años luz de Guatemala, creyendo que con aplaudir se hará el milagro.

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