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La X y los bosques en la avenida Masferrer

Por Tania Primavera

…Historias

urbanas…

Los dedos llenos de tierra, arañando el suelo, al llegar todavía faltaba un caminito que te podías caer, cruzabas, y ahí estaban… unas mesas de madera de pino. La X, era una tienda donde podías “estar”.

La ciudad era un racimo de lucecitas al ocaso. Podías ir a toda hora. Siempre había alguien. Había silencio, y ponían la música que se llevara en CD. Hacía frío. En San Salvador. Lo prohibido no era, porque nada era prohibido, nadie veía lo malo de las cosas. Aunque siempre hubo excedidos. Todos eran amigos. Solo iluminados conocían. Podías leer un libro. No era un lugar lujoso para nada. Pero la vista a la ciudad y el ambiente era el imán. Los grillos. El sonido de la noche puede ser música y ahora mito.

A unas cuadras de ahí, había otra tienda que le decían La Pana, pero en alternativa también estaba La X.

Este lugar, realmente era una champita en la colina, en la colonia Escalón siempre. Pero había que subir con las manos. Se estaba deshaciendo las graditas de tierra para llegar. Vendían cerveza a menores de edad. Un mirador, desde donde ya se veía con tristeza la deforestación hacia el volcán, para construcciones de las nuevas casas que hay allí hoy.

¿Dónde estará esa gente?, personas sin nombre. Atendían una señora, y un hombre. Seguro que los deben haber echado a la calle. La policía merodeaba. Todo eso se fue destruyendo gradualmente. Los árboles de pinos. Y la casa de láminas y madera entre las entrañas del bosque. Hoy, todo está construido. La ciudad crece. Los árboles fueron cortados. No existen más esos espacios.

Los que iban debían guardar el secreto. Secreto de nada, nada

Todos los días. Siempre. Con o sin luna o siempre había un auto parqueado. O alguien que llegaba caminando. Cualquier día de la semana. Una vez, estaban ahí, tenían música. Se llevaban bien. Fueron a La X. Pero se quedaron en el mirador. En eso estaban cuando llegó la policía y los acusó de actos inmorales. Casi los llevan. Pero no. No se volvieron a ver.

Pasaron años.

Un día se encontraron. Fueron a buscar esos lugares, ya no había rastros de La X. Estaban en una línea de esta breve dimensión invisible de tiempo, con luz y flores. Una tarde donde comieron pastel, muchas palabras, y de nuevo el olvido Los bosques quedaron en el recuerdo, en las historias urbanas de San Salvador.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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