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La suerte de las bandas 

Por Mauricio Vallejo Márquez 

En la década de 1980, cuando la vida era más sencilla, veía que en las series de televisión y en las historietas a los adolescentes formando grupos musicales. Archie tocaba la guitarra, Torombolo la batería y así cada uno de los personajes tenía su papel dentro de la banda. Así que yo empecé a ver posible aquello y me comenzó a interesar. Cuando llegué a la adolescencia el mensaje en la televisión se reforzó en las series juveniles. Así que hablé con Wilson Peña (QDDG) de hacer un grupo. No nos daba el material para instrumentos musicales, salvo cacerolas, botes de café listo y algunos palos.  A él le gustaba el rap y ritmos similares. Así que me dediqué a componer algunos estribillos con ritmo, porque lo mío estaba en las palabras. Pero aquello quedó ahí, así como los equipos de fútbol que quisimos crear. Wilson comenzó a trabajar y después falleció en un accidente.

Pero a la par de la casa de mi abuela (en la Residencial San Luis), Raúl Avelar tenía una guitarra eléctrica y junto a Lucio, Herbert y otros personajes conformaron una banda de rock. Ensayaban por las tardes y de vez en cuando llegaba a escucharlos. A Raúl lo escuchaba más, por vivir junto a él y porque lo visitaba. En esos días que la vida era mucho más confusa para mí. Me alegró verlos crecer y presentarse en intramuros y fiestas. Más que verlos, saber que lo hacían. Raúl tiene un año más que yo y siempre lo vi como a un hermano mayor. Pero el tiempo, los gustos y hábitos terminando distanciándonos sin perder el cariño. El grupo se disolvió y de vez en cuando los veo recordar esos días en Facebook

En mi colonia (en la Residencial Santa Margarita) vivía Aldonov Frankeko Álvarez, quien me mostró muchas bandas de metal que aún me gustan, como Barón rojo y Amorphis, él junto a Yitzack Montoya (QDDG) conformaron la banda Mortal en 1994 y fueron tomando cancha en los conciertos metaleros de esos que se hacían en Fenastras y en algunos bares. La colonia vibraba cuando ellos ensayaban. Aldo siempre ha sido creativo y compuso canciones interesantes que lamentablemente ahora no recuerdo a plenitud, una de ellas era Luz Bella. Yitzack era asombrosamente talentoso, un maravilloso guitarrista que extasiaba y generaba atención. Todavía tengo presente las noches que tocó Licores en nuestra casa con el fondo de los grillos y la madrugada. Se sabía todo el repertorio de Silvio Rodríguez y fue una excelente persona. Lamento su muerte en los tiempos del Covid-19.

También vi a Rafael Mendoza López crear un grupo metalero que denominaron Tiara en 1998. Rafael tocaba el teclado y reproducían Black Winter day de Amorphis. Ellos estuvieron en algunos Metal Fest (a los cuales ya no fui). En esos años dejamos de frecuentarnos con Rafael y creo que en unos tres o cuatro años la banda se disolvió. Hasta la fecha ignoro el lugar donde ensayaban.

Es triste que en nuestro país esos esfuerzos no siempre llegan a mantenerse en el tiempo. De mis amigos que han mantenido ese camino está Diego Selva y Los Red que se han consolidado en la historia de la música nacional y siguen presentándose, que por cierto me ha inspirado para algunos escritos. El resto se han disuelto, como la niebla que veía en mi niñez a las 6:00 de la mañana en mi casa, solo quedan los recuerdos. Y así sucede con la literatura, la pintura y el teatro. Sólo el irreductible deseo de seguir a pesar de la adversidad logra que sus nombres perduren en la vida para ser como esas estrellas del cielo que se perciben cada noche y no sólo una llama efímera como la del cerillo.

Yo, al igual que esos amigos, también elegí otro camino.

Ver también

«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.