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La soledad del fracaso

LA SOLEDAD DEL FRACASO

Por Wilfredo Arriola

“Puedes ser siempre la misma persona, pero sólo pareces interesante cuando tienes éxito”. Dice Aristizábal, en una de sus máximas haciendo referencia que en la victoria somos más dignos de atención que en la derrota. Ese encuentro del volver a empezar es un espejo que raras vez se equivoca y en ese punto radica una de las soledades más apabullantes, la del fracaso.

Es así, una verdad sin precedentes. El fracaso es una de las armas que siendo bien utilizada es un maestro para las grandes enseñanzas de la vida. Volver, re-empezar, re-armarse para continuar la lucha del día a día es una muestra de tenacidad que con el tiempo se va formulando con más claridad a pesar de que pueda ser una de las razones para claudicar. El fracaso con su experiencia se va tornando un poco más silencioso que la pompa de los primeros pasos, de la esperanza que genera emprender un objetivo.  Tanto así, que con el tiempo fracasar es un ladrillo más para la inmensa pared de la sabiduría. En la derrota hay una dignidad que la victoria no conoce, dice el tópico al respecto de esta idea. Siempre hay personas que son un puerto para anclar, para ir a apoyarse en la tormenta, cuando todo ha ido mal están ahí, para ser inventario o simplemente para depositar sus palmadas en la espalda del atormentado.

Llegan, algunos permanecen, pero pocos se quedan. Y está bien, la soledad del fracaso también es un tiempo a solas, un reconocernos frente a frente a lo vivido y hacer esa recapitulación de los hechos. Preguntarse, si debemos de buscar en la espiritualidad nuevas formas para el avance. No solo en la espiritualidad sino en cualquier área que el penante estime conveniente. Y todas son loables, ese espacio para la reflexión pasa a ser un tiempo sagrado, porque nadie esta más desnudo que quien ha perdido una batalla en la cual ha puesto todo su esmero y dedicación. Parece ser de que ahí, la atmósfera es de silencio y penumbra. Comprenderse bajo esas dimensiones ayuda a conocer más el mapa de quien somos. No hay que perdernos de vista en esas circunstancias, porque somos el testimonio más intimo que tenemos.

La soledad del fracaso y la compañía cuestionable de la victoria. En esta última pareciera ser que somos más susceptibles a las palabras, porque si en algún momento uno es indefenso es en los halagos. Es difícil esquivar esos golpes en forma de caricias y de lisonjas al mejor postor. Aceptarlo es también abrir la puerta para la critica en su futuro, es decir, nos hace reos de quien dispone de su comentario ante nosotros. Esas armas para ese combate se entrenan en la soledad de lo ocurrido, en ese cuestionamiento personal que dejan las batallas perdidas. Todos lo hemos penado, lo hemos llorado y de vez en cuando sentimos nostalgia de aquel que fuimos a solas en nuestro lugar seguro. De alguna manera por ese del recuerdo, es quien nos impulsa a salir adelante y tomar las mejores cartas para el futuro.

De ese espacio a solas, salen los mejores convenios. Total, con quien generamos ese acuerdo somos nosotros mismos, ya veremos si convivimos con un traidor o con la lealtad de nuestras palabras.

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«Orquídea». Fotografía de Gabriel Quintanilla. Suplemento Cultural TresMil, 20 abril 2024.